La ciudad y los días

Carlos Colón

Demetrio contra el Dr. Gay

TRANQUILÍCESE, don Demetrio: la Unesco no tiene programado para los próximos veinte años hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual. Entendería usted mal a Ennio Antonelli, nada menos que presidente del Consejo Pontificio para la Familia, cuando se lo dijo en Zaragoza. Qué sé yo… Habría un maño cerca cantando una jota y no entendió bien lo que le decía; tendría el señor Antonelli la boca tapada por una bufanda para protegerse del cierzo y no entendió usted lo que decía; o llevaría usted un cachirulo que le tapaba las orejas y no se enteró bien de lo que el señor presidente del Pontificio Consejo en realidad le dijo.

En cualquier caso, no se agobie. No existe un perverso Dr. Gay tramando desde la Unesco la conversión homosexual de media humanidad. No deja de ser una buena idea para una película de Russ Meyer, pero no es cierto. Por lo tanto, no es necesario que usted se convierta en un 007 contra el Dr. Gay en versión clerical. Verá usted: por mucho que se empeñara la Unesco, en el caso de que le diera por ahí, no es posible convertir en homosexual a quien no lo es ni dejar que deje de serlo quien lo es. Porque no se trata de una enfermedad que se cure o se provoque, ni de un vicio que se pueda evitar o en el que se caiga, ni de una libre elección que dependa del capricho, sino de la naturaleza u orientación sexual del sujeto. Por eso ni tan siquiera cuando se les marginaba, humillaba, perseguía, encarcelaba y ejecutaba pudieron dejar de ser lo que por naturaleza eran. Y no olvide usted que no estamos hablando de épocas remotas. En el siglo XX los nazis los gasearon, los comunistas los encarcelaron y en España fueron perseguidos y encarcelados desde 1954 en aplicación de la Ley de Vagos y Maleantes. Todavía hoy en Irán se les ahorca, en Arabia Saudí se les decapita y en Pakistán, el norte de Nigeria y Afganistán se les lapida. Así que, más que ese disparate del plan de la Unesco para hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual, lo que sí ha existido son muchos planes para perseguir y exterminar a los homosexuales.

Y aquí nos ponemos serios, por chusco que sea el asunto, porque tratamos de una culpa también (aunque no sólo: hay que sumar a nazis, fascistas, o comunistas) católica; y porque tratamos del dolor de millones de personas que se vieron obligadas a ocultar y reprimir su naturaleza sexual o verse expuestos a la burla, la marginación, la persecución y hasta la muerte. Y como usted sabe mejor que yo, porque estoy seguro de que lee los Salmos con más frecuencia, el Señor nunca desprecia un corazón quebrantado y humillado.

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