SE acrecienta en mí la convicción, que no sensación, de que todo lo relacionado con Dios, la Iglesia y las hermandades molesta cada día más en esta Muy Noble, Bicicletera y absurda Ciudad del caos y el despropósito. Dios molesta y todo lo que nos recuerde a él debe ser quitado de en medio o ser objeto de burla para el mejor desarrollo de una banal sociedad civil basada en una falsa concepción del respeto y la tolerancia; esa sociedad libre que propugnan aquellos a los que cruzarse con una procesión en éstos días les causa una indigestión que ríase usted de la que producen las ensaladillas clandestinas en los chiringuitos veraniegos. Son los mismos que invaden capillas universitarias, que se mofan de las agresiones a nuestras Imágenes sagradas, que viven pendientes de las declaraciones de la Conferencia Episcopal y aquellos a los que un alzacuello les producen unos sarpullidos que bien harían en hacérselos mirar por el bien de su salud tanto física como mental.

La laicidad ideológica, ésa a la que no supimos ponerle coto cuando transgredió sin tapujos nuestra libertad personal, se ha transformado con el paso del tiempo en una conducta agresiva de quienes buscan por medio de la imposición lo que no pudieron o quisieron conseguir con la palabra y el diálogo.

Por eso, ante esta actitud peligrosa y creciente, los cristianos nos vemos hoy día llamados a no achantarnos, a no ocultarnos, sino a exhibirnos más si cabe en estos tiempos en los que el mensaje evangélico de amor, caridad y comprensión únicamente pueden reportar beneficios a la sociedad en la que vivimos. La cuaresma, tiempo propicio para la potenciación de los cultos internos y externos de nuestras hermandades, debe servirnos a los cofrades de reflexión y resorte para hacer presente a Dios y su palabra en nuestro devenir diario. Sin miedos ni tapujos. ¿Recuerdan cuando fue la última vez que dijeron "Dios" en una conversación diaria sin acompañarla de un exabrupto? ¿Por qué? ¿Por miedo a que nos cataloguen o por no ofender?

Si Dios molesta, molestemos nosotros, que para eso estamos en nuestro perfecto derecho. ¿O no es el respeto y la tolerancia lo que se trata de proteger?

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