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La tribuna

Francisco Peinado

Gripe A y falsificación de medicamentos

HOY día todo se falsifica. De hecho, la falsificación y posterior venta de bienes de consumo es hoy uno de los negocios más lucrativos que existe. Los pingües beneficios económicos que reporta, así como la ausencia casi total de castigo para los implicados, contribuyen a aumentar tanto la incidencia como la variedad de falsificaciones.

En los últimos años, estas redes mafiosas han encontrado un nuevo filón en la falsificación de medicamentos. Ocurre que el medicamento, como todos sabemos, no es un bien de consumo y, por tanto, más allá del perjuicio económico que ocasiona su falsificación, está el grave riesgo que esta supone para la salud pública. La falsificación de medicamentos está ocasionando ya enormes problemas sanitarios y es responsable de un buen número de muertes.

En nuestro país, la tradicional cadena de distribución de medicamentos garantiza la calidad e identidad de los medicamentos que llegan a nuestras manos a través de las oficinas de farmacia, haciendo prácticamente imposible la entrada de falsificaciones en el canal farmacéutico. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que actualmente entre el 7% y el 10% de medicamentos que se comercializan en el mundo son falsificaciones, si bien es cierto que en la mayoría de las ocasiones, éstas son detectadas de manera accidental, por lo que la magnitud del problema es sin duda aún mayor.

Sin embargo, una nueva práctica está haciendo casi incontrolable la entrada de medicamentos falsificados en todos los lugares del mundo. Me refiero a la venta de medicamentos a través de internet. Aunque en cualquier lugar del mundo podemos encontrar falsificaciones de casi cualquier medicamento, en los países desarrollados la incidencia de falsificaciones es mayor en medicamentos asociados al "estilo de vida", especialmente fármacos contra la disfunción eréctil, anabolizantes, antiobesidad, antidepresivos, etc.

En los últimos meses vivimos una situación especial de salud pública que probablemente se agudizará en otoño. Me refiero a la Gripe A. A diario leo al menos diez artículos en diferentes medios de comunicación sobre la nueva gripe y, con semejante bombardeo, es prácticamente imposible que nadie sepa, y lo que es peor, tema, los efectos de esta pandemia.

El miedo en temas de salud se extiende como el fuego y arrasa consejos higiénicos, medidas preventivas y políticas gubernamentales. Y para paliarlo sólo aparece en el horizonte, algo que es una de las grandes conquistas de las sociedades más avanzadas, el medicamento. En forma de vacuna o de antivirales, el ciudadano encuentra en el medicamento el arma efectiva y definitiva que acaba con sus miedos. Pero, ¿qué pasa cuando no tiene libre acceso a ellos, como el caso de los antivirales de la Gripe A? Pues que va a recurrir a todos los medios a su alcance para obtenerlos, y el medio más fácil, y el que está al alcance de todo el mundo, es internet.

Nuestra legislación prohíbe expresamente la venta por correspondencia o por medios telemáticos (internet) de medicamentos que requieran prescripción médica, por lo que, en principio, aquello que se obtiene de esta manera es ya, de entrada, ilegal. Y si es ilegal, es obvio que tendrá muchas posibilidades de ser una falsificación, pues ha escapado a todos los controles sanitarios establecidos. Por lo que la conclusión final no puede ser otra que la de que constituye un verdadero riesgo sanitario el consumo de medicamentos comprados en la Red. Los antivirales para la gripe A son medicamentos que requieren prescripción médica y lo que pretendía ser una prevención puede convertirse en un serio problema de salud.

Nuestras autoridades sanitarias deben proporcionarnos la suficiente información para conseguir librarnos de estos miedos. "Es necesario vacunar a la población contra la pandemia de incertidumbre y el ingrediente único de ese fármaco es la transparencia y confianza en el rigor del trabajo bien hecho". Son palabras de José María Martín Moreno, asesor de la OMS, que reflejan con mucho acierto la necesidad de una tarea que debe tutelar el Ministerio de Sanidad y que nos compete a todos y cada uno de los sanitarios de este país. Los más de 60.000 farmacéuticos estamos disponibles y dispuestos a ello. Esa ya famosa coletilla de "consulte a su farmacéutico" puede tener más trascendencia de lo que aparenta.

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