Pasarela

Algo está pasando sobre la pasarela

  • La moda deja a un lado sus estrictos cánones de belleza y se abre a colectivos que estaban obligados a vivir de espaldas a este mundo

¿Qué dirá Karl Laggerfeld cuando mire a la pasarela y se encuentre que no todo es perfección absoluta? Él, referente indiscutible de la moda en la segunda mitad del siglo XX y los primeros años del XXI, se ha vanagloriado de ser autor de frases como "Debe ser difícil tener una hija fea" o "Nadie quiere ver mujeres gordas".  Pero ahora se encuentra de frente con su peor pesadilla. La pasarela, afortunadamente, ya no busca esas modelos pluscuamperfectas que tanto gustaron en los 90. Las maniquíes rubias de larga melena, mirada angelical y medidas perfectas ahora se encuentran más fácilmente en hemerotecas que sobre las grandes pasarelas. 

La mujer perfecta no existe y eso es, precisamente, lo que está empezando a decir a gritos el mundo de la moda. Por eso, cada vez es más frecuente que las marcas apuesten por la diversidad a la hora de mostrar sus diseños, dando una oportunidad a mujeres que han soñado con el mundo de la moda y que hasta ahora habían estado obligadas a vivir de espaldas a ella. 

 

La firma española Desigual fue una de las primeras que apostó por lo diferente y creyó en el potencial de Chantelle Winnie, la modelo de color con vitíligo (pérdida progresiva de pigmentación en la piel) a la que confió una de sus últimas campañas publicitarias, dando así un golpe en la mesa y callando la boca a todos aquellos que se mofaban de ella en el colegio llamándole cebra.

 

Y parece que la apuesta de Desigual no es, ni mucho menos, un caso aislado. Esta semana sin ir más lejos ha quedado patente en la Fashion Week neoyorquina, cuya pasarela ha dejado sitio a la diversidad.

 

Ha sido el colectivo de jóvenes creadores italianos FTL Moda quienes han visto que los cánones de belleza van más allá de un 90-60-90. Una de las modelos que ha desfilado para FTL ha sido Madeline Stuart, una chica pelirroja de 18 años que hace sólo un año se marcó como meta subir a una pasarela. Para ello tuvo que adelgazar más de 20 kilos, pero sus ganas de dar una lección de integración al mundo pudieron más que su discapacidad. Desparpajo y vitalidad no le faltan, por eso su síndrome de Down quedó en un segundo plano cuando gran parte de la sala se puso en pie y la ovacionó al verla desfilar como una auténtica profesional luciendo un vestido de novia. Madeline tiene más de 475.000 seguidores en su página de Facebook y, sin quererlo, se ha convertido en una embajadora de la inclusión social. Está viendo cómo se hacen realidad las palabras con las que se define en su perfil de esta red social: "Soy una modelo y espero que a través del modelaje se pueda cambiar el punto de vista de la sociedad sobre las personas con discapacidad". 

 

Y si llamativo ha sido el caso de Madeline, no lo ha sido menos el de la modelo Rebekah Marine, una joven que vio truncado su sueño de ser modelo porque nació sin su antebrazo derecho. Ahora ha visto cumplido un imposible y ha desfilado en la Fashion Week de Nueva York con su brazo biónico. Tanto ella como Madeline no esconden su discapacidad porque quieren ser ejemplo de superación para otras jóvenes con dificultades. 

 

Pero no han sido las únicas modelos con discapacidad que han desfilado este año en la Gran Manzana. Leslie Irby quedó paralítica en 2013, pero eso no ha impedido que subiera a la pasarela, también con los modelos de FTL.

 

La moda está sufriendo una revolución interior. Ya quedó demostrado a principios de 2000 cuando Madrid Fashion Week  rechazó al 30% de las modelos porque estaban extremadamente delgadas. Este compromiso para luchar contra la anorexia en las pasarelas no ha sido papel mojado y prueba de ello es que en Francia se está luchando actualmente para conseguir que las modelos demuestren mediante un certificado médico que no son anoréxicas y que su masa corporal se ajusta a los estándares de una persona sana. Entre los diseñadores, cada vez son más los que rechazan los cánones de estricta delgadez que imperaban hace décadas. Por eso nadie ha visto con buenos ojos que Victoria Beckham haya subido esta semana a la pasarela neoyorquina a modelos escuálidas.

 

Tampoco la altura es un parámetro a tener en cuenta en esta pasarela de la diversidad. Y si no, que le pregunten a la hija de Mick Jagger, Georgia May Jagger, que ha paseado su metro sesenta por las grandes pasarelas de todo el mundo y se ha comido a mordiscos -con sus característicos dientes separados y sin necesidad de ortodoncia- los objetivos de los mejores fotógrafos de moda del mundo.

 

Algo está pasando sobre la pasarela; confiemos en que este cambio sea duradero. 

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