Marinaleda

Gordillo no se arriesga a perder el control

  • La rectificación del líder de la CUT, que ha roto la renuncia a la Alcaldía ya registrada, llega tras diez días de absoluto hermetismo en el pueblo. Ningún concejal quiso asumir el relevo.

El desenlace que ha tenido el último capítulo de la trayectoria política de Juan Manuel Sánchez Gordillo -que, en contra de lo que había anunciado, no dejará la Alcaldía de Marinaleda que ocupa desde 1979- explica en parte el hermetismo sobre el asunto que ha habido todos estos días en el Ayuntamiento de un municipio que tiene 2.800 vecinos. El dato es relevante porque la accesibilidad suele caracterizar a los políticos rurales y, pese a las consabidas asambleas, hace tiempo que no se da en Marinaleda. Sánchez Gordillo no contesta al teléfono. Arrastra problemas de salud y, si él no habla, no lo hacen otros. No hay más portavoces que transmitan mensajes en su nombre.

"Si no os enteráis vosotros, nosotros menos, en Marinaleda las cosas son así", repetían la pasada semana desde la dirección de IU en Sevilla. En el propio Consistorio, quien atendía el teléfono cada día, explicaba que "no hay políticos, el secretario viene los viernes por la tarde, no sabemos nada". Y nadie era capaz de precisar cuándo estaba previsto que se celebrara el Pleno en el que, por ley, se debía dar cuenta de la renuncia que el líder de la CUT ha dejado en papel mojado.

Se sabe que el amago no ha sido del todo un paripé porque formalmente Gordillo llegó a registrarla. Al menos, al Parlamento llegó un escrito del secretario municipal que así lo certificaba, según fuentes de la Cámara consultadas por este diario. Fue el día 12, el mismo día que anunció que, "por imperativo legal" y para cumplir con la norma que declaró incompatibles los cargos de alcalde y parlamentario, seguiría como edil raso y con el acta de diputado que sacó cuando repitió como cabeza de cartel de IU -a la que no deja de amenazar con irse, sobre todo ahora que el SAT está impulsando a Podemos- en las elecciones autonómicas de 2012.

Por ley, había diez días de plazo para que el Pleno municipal tuviera conocimiento -convocó por urgencia, la noche antes del fin del plazo e informó a la oposición socialista pasadas las 21:30 por whatsapp- y otros diez para convocar otra sesión en la que se eligiera a nuevo alcalde, donde está la clave del asunto, por lo visto. Gordillo está más allá de las críticas, como las que han tachado de "burla" sus intenciones al seguir como diputado y edil raso para eludir la incompatibilidad y seguir ejerciendo de facto como alcalde. Él ha defendido que así cumplía con los vecinos que le eligieron en 2011 y con quienes le votaron para el Parlamento.

Se da por hecho que han sido dudas de otro tipo las que le han hecho rectificar. Se comenta que nadie, tal vez ni Esperanza Saavedra, la teniente de alcalde a la que se apuntó como la persona que estamparía su firma en los documentos oficiales bajo la dirección política de Gordillo, quería asumir el espinoso papel de paja. Tal vez, el líder de la CUT se haya planteado que la bicefalia es el camino más corto para que un equipo termine dividido, a la gresca o se rebele en parte. Y faltan seis meses para las municipales y había también que nombrar otro candidato.

Al final, Gordillo suspendió el Pleno por decreto y anunció que no hay renuncia. La dirección nacional de la CUT apuntó ayer que respeta y apoya lo que decida el diputado, pero "hay que resolver esto ya". Cada uno puede valorar desde su perspectiva las cosas, o pensar que le han pedido que por favor no se vaya y se ha sacrificado. Lo que ha dejado claro es que, pese a todos sus esfuerzos por distanciarse de los políticos al uso y de sus formas, hay algo en lo que coincide: no sabe irse, ni dejar paso. Cumplirá 36 años renovándose como alcalde.

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