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José Antonio Carbajal. Arquitecto

"En arquitectura moderna, como en tantas cosas, Sevilla está muy dividida"

  • Autor de edificios punteros como el Seminario Metropolitano de la Palmera o la residencia universitaria Ramón Carande, es también el arquitecto conservador de la plaza de toros.

Por experiencia, el plumilla sabe que los arquitectos suelen ser personas de sintaxis enrevesada, aficionados a las marañas conceptuales y a los textos crípticos. Sin embargo, José Antonio Carbajal es una excepción y transmite sus ideas con la misma claridad que proyecta unos edificios que alguien ha calificado como "arquitectura del silencio". Nadie le puede reprochar falta de valor. Se atrevió a restaurar el Teatro Falla, el sancta-sanctorum del carnaval de Cádiz, y salió indemne; es el arquitecto conservador de la plaza de la Real Maestranza de Sevilla sin que hasta el momento taurinos o conservacionistas -dos públicos muy puntillosos- se hayan quejado; construyó el Seminario de la Palmera y terminó siendo amigo de la cúpula eclesiástica sevillana... No hay duda de que sabe navegar en los charcos. La clave quizás esté en su carácter tranquilo, sumamente educado y afable, que hace sentirse cómodo al interlocutor. Puede decir que un edificio es horroroso, pero lo hace envuelto en una voz amigable que le quita dramatismo al asunto. Sobre todo, es un arquitecto con una gran autoexigencia y calidad, cualidades que ha transmitido a sus hijos Nicolás y Rodrigo, también del gremio y miembros a partes iguales del Estudio Carbajal.

-Estamos en su estudio de la calle Imagen, una vía con mala fama entre lo sevillanos. Sin embargo, hace poco, el también arquitecto Juan Ruesga la reivindicaba en su columna de Diario de Sevilla. ¿Comparte usted esta opinión?

-Coincido plenamente con Juan Ruesga. La apertura de la calle Imagen fue muy importante en la apertura del eje este-oeste del casco antiguo y, además, reúne una serie de edificios de gran calidad y muy representativos de una época.

-¿Algún ejemplo en concreto?

-El edificio de la antigua Caja San Fernando, que fue proyectado por Rafael Arévalo e Ignacio Costa, es un magnífico ejemplo de la arquitectura que se hacía a finales de los 50 y principios de los 60 en Europa. También este bloque en el que estamos, Imagen 4, obra del arquitecto Ricardo Espiau -hijo de José Espiau-, es francamente bueno y muy representativo de la época. Para culminar esta acera no podemos olvidarnos del Colegio de Arquitectos, que fue el resultado de un concurso internacional con un jurado compuesto por arquitectos de primera línea como Álvaro Siza, García de Paredes o Aldo Rossi. Finalmente, ganó el proyecto el equipo formado por Gabriel Ruiz Cabrero y Enrique Perea Caveda.... Con la calle Imagen pasa lo mismo que con Los Remedios, un barrio que ha sido vilipendiado, pero que con el tiempo ha quedado claro que es un ensanche muy adecuado del casco antiguo, con un muestrario de arquitectura de una gran calidad.

-Los Remedios ha sido un barrio tradicionalmente abandonado por las autoridades municipales de todos los signos políticos...

-Es verdad. Sin embargo, allí hay un interesante catálogo de edificaciones que van desde la vivienda social a algunos pisos que se pueden considerar de auténtico lujo, tanto por su espacio como por sus materiales. Toda esta arquitectura de la que estamos hablando fue muy criticada en los 70 y los 80, pero se hizo con una venda en los ojos.

-Hay un lugar común que apunta a que Sevilla es incompatible con la arquitectura contemporánea. ¿Qué opina usted?

-Hay cierta verdad en eso. En esta cuestión, como en muchas otras, Sevilla es una ciudad que está muy dividida. Por ejemplo, hemos visto como las setas han sido criticadas y ensalzadas, o cómo se dividió la opinión pública por las farolas de la Alfalfa... Es algo propio de la ciudad: la Macarena o la Esperanza de Triana, Joselito o Belmonte...

-Precisamente, usted presentó un proyecto para la plaza de la Encarnación que hizo inviable la aparición de restos arqueológicos. ¿Qué opina del proyecto de Jürgen Mayer?

-Me parece un horror, pero bueno... Se habla mucho de las setas, pero habría que hablar del Antiquarium, porque el problema nace de ahí, de la conservación de unos restos arqueológicos que no sé muy bien si realmente tenían tanto interés. La obligación de conservar esos restos encareció notablemente la estructura y habría que preguntarse si el Antiquarium está siendo visitado realmente como se esperaba.

-¿Cree que hay un excesivo celo conservacionista que puede llevar a la paralización?

-No, no lo creo. El respeto hacia los restos arqueológicos y a la historia es fundamental. Lo que sí desearía es que los informes fueran rigurosos y que no se dejaran influenciar por opiniones ajenas a la de los técnicos.

-En general, la arquitectura de calidad se ha dado sobre todo en los grandes edificios públicos y, quizás, se echa en falta un mayor esmero en la vivienda de promoción privada.

-En Andalucía, la arquitectura de calidad ha sido la promovida por el sector público. Es verdad que, fundamentalmente, se refleja en los grandes edificios administrativos, centros culturales, hospitales, etcétera, pero también hay que recordar la gran calidad de la vivienda pública. Nosotros hemos proyectado algunas que podrían haber sido anunciadas por determinadas inmobiliarias como pisos de lujo.

-Dígame un edificio moderno de Sevilla que le llame la atención especialmente.

-La mayoría de Cruz y Ortiz son magníficos, desde sus viviendas en Doña María Coronel o la Biblioteca Infanta Elena hasta la estación de Santa Justa, una obra excelente que fue Premio Nacional de Arquitectura. También me parece magnífico el Pabellón de la Navegación de Guillermo Vázquez Consuegra.

-¿Y algún edificio histórico?

-La Iglesia del Parlamento, en el antiguo Hospital de las Cinco Llagas. Es una pena que la usen como sala del Parlamento, es un horror. También me gusta la capilla del Sagrario y, por supuesto, el Archivo de Indias.

-La profesión de arquitecto no está viviendo sus mejores momentos. ¿Hay solución?

-Lo veo muy complicado, aunque los que tenemos muchos años hemos vivido varias crisis. Recuerdo que mis inicios en los años 70 fueron durísimos y que, luego, a partir de los 80, las cosas cambiaron con el fomento del concurso público. La de ahora es una crisis muy complicada, muchos estudios han cerrado y los que no lo hemos hecho estamos hibernando. La recuperación va a ser lentísima, porque primero se tendría que recuperar la iniciativa privada... Hay estudios que se están reciclando para dedicarse al diseño gráfico o al de mobiliario... incluso al de joyas. También hay arquitectos que han vuelto a pintar... La gente joven siempre puede salir al exterior, pero los que tienen más edad y familia lo tienen mucho más complicado.

-¿Ha cambiado mucho el ejercicio de la profesión desde que usted empezó a ejercerla?

-Creo que no. Los arquitectos y los principios que rigen la profesión siguen siendo los mismos. Eso sí, los medios han cambiado mucho y para mejor. Piense usted que la información que recibíamos nosotros cuando éramos jóvenes era a través de revistas que se publicaban mensualmente y cuyo acceso era complicado. Sin embargo, hoy en día, a través de internet, cualquiera tiene un enorme volumen de información.

-Quizás demasiada información...

-Sí, por eso hay que tener la formación adecuada para saber digerirla. También tenga en cuenta cómo han cambiado los medios de dibujo, desde tener que raspar con cuchilla el papel vegetal cada vez que te equivocabas a los programas informáticos de hoy en día. Otra cosa que ha cambiado mucho y a mejor es la posibilidad que tienen los arquitectos jóvenes de viajar. Viajar es fundamental en la arquitectura: conocer las ciudades y conocer los edificios en directo, vivirlos, pisarlos... En mi época era muy difícil viajar.

-Hablemos de su obra. El pintor Javier Fernández de Molina la ha calificado como arquitectura del silencio.

-Sí, él dijo que le gustaba mi arquitectura porque no era estridente, porque la veía serena y silenciosa. Eso dijo... No sé si tendrá razón.

-¿Es el Seminario de la Palmera el edificio del que se siente más orgulloso?

-Yo diría que sí, fue Premio del Colegio de Arquitectos y obtuvo una mención especial en el Nacional de Arquitectura. El encargo me vino perfecto, recién acabada la Expo 92, cuando la construcción bajó muchísimo. Me ocupó prácticamente toda la década de los 90. Tuve una relación magnífica con el cardenal Carlos Amigo, al cual recuerdo como una persona afable y muy abierta. El equipo del Arzobispado era magnífico, con Francisco Ortiz, Francisco Navarro y el cura Garrido, que había sido profesor mío de Religión en la Escuela de Arquitectura, cuando estaba en el Pabellón de Brasil de la Palmera... Me examinó tomando café en el bar Bilindo.

-Le dejo que se adorne. ¿Qué es lo que le gusta de este edificio?

-Intenté que fuese un proyecto adecuado a su entorno. Quise que el edificio se presentara en la Palmera como una pequeña villa, en la calle Tarfia como vivienda colectiva y en la Avenida Bueno Monreal como un muro cerrado para protegerlo del ruido que genera el tráfico. Busqué lo que siempre busca la arquitectura: crear espacios y ambientes diversos que fuesen agradables para las personas que lo habitan.

-Muy cerca hay otro proyecto suyo, la Residencia Universitaria Ramón Carande. A mí, este edificio me recuerda mucho al Seminario

-Le recuerda porque son de la misma época. Pepe Daroca y yo decidimos dividir la residencia en tres edificios para que se pudiesen usar o cerrar en función de la demanda de cada temporada. La posición perpendicular de los bloques también se hizo para protegerlos del ruido de Bueno Monreal, creando una pantalla que amortiguase el estruendo que produce el tráfico.

-Además del Villamarta de Jerez, usted tuvo el valor (porque eso es valor) de restaurar en los 80 el Teatro Falla de Cádiz. Quizás por este arrojo le dieron el Premio Andalucía de Cultura a la Defensa del Patrimonio Histórico y Artístico en 1990.

-Este proyecto lo realicé con Rafael Otero, que había sido alumno mío, era de Cádiz y se pasaba todo el día diciéndome: "José Antonio, no hagamos esto que vamos a salir en las chirigotas". Al final fue un éxito y la prueba está en que el 90% del público que entró en el Teatro el día de la inauguración dijo que habíamos estado tres años de obras y no habíamos hecho nada. En verdad sí se hizo mucho. Aunque no se modificó la sala para evitar traumas, sí se transformaron las entrañas: galerías, vestíbulos, camerinos, etcétera.

-En general, usted ha trabajado mucho en Cádiz, ciudad cuya arquitectura histórica es muy diferente a la de Sevilla.

-Sin duda son muy distintas. La arquitectura de Cádiz, que en su mayoría proviene de los siglos XVIII y XIX, es muy sólida, con un amplio uso de la piedra y de las maderas de calidad. Podemos decir que la arquitectura del caserío gaditano es más culta y sólida que la sevillana; está mejor construida. Tenga en cuenta que la casa de vecinos gaditana es ya un modelo muy evolucionado, mucho más que el corral sevillano. En esta tipología hasta el pozo está situado de manera que, desde las galerías de los pisos superiores, con una garrucha en el techo, se pueda sacar agua. Los brocales de esos pozos son de mármol genovés que venía en los barcos italianos como lastre. También tiene un trazado más culto... Cádiz es una ciudad propia de la Ilustración.

-Usted fue el encargado de proyectar la sede de la Gerencia de Urbanismo de Sevilla en la Isla de la Cartuja, uno de esos proyectos que la actual crisis se llevó por delante. ¿Ha sido la mayor frustración de su carrera profesional?

-Sin duda fue una frustración, pero la realidad es la que es. El concurso se convocó justo cuando comenzó la crisis y las previsiones de crecimiento de la plantilla de Urbanismo se rebajaron considerablemente. Sería absurdo el plantearse en estos momentos levantar ese edificio. Comprendí la decisión.

-El proyecto estaba muy marcado por la idea de la sostenibilidad e iba a levantarse junto al rascacielos conocido como la Torre Pelli. ¿Qué opina de este edificio?

-Es inoportuno en cuanto al momento e inadecuado en cuanto al sitio. El resultado ni es sostenible, ni es elegante... Es insustancial, no es nada. Además, ha perjudicado intervenciones que eran muy importantes e interesantes para la ciudad, como era el Caixafórum de las Atarazanas. La Caixa no tiene ninguna culpa del problema, es algo heredado.

-En lo que a arquitectura se refiere, ¿cómo ha visto el mandato Zoido?

-Ha sido un periodo magnífico, de tranquilidad absoluta en lo que al casco antiguo se refiere.

-¿Porque no ha habido dinero para hacer nada?

-Exacto. No hemos tenido obras que violenten el trazado de la ciudad y no ha habido polémicas. Respecto a sus proyectos de Altadis o Ikea sería muy interesante que se llevasen a cabo, pero volvemos a lo de antes, los opositores surgen por todas partes. Es igual que con el dragado... Hasta los ecologistas se han puesto de acuerdo con los arroceros para impedirlo.

-No quiero terminar la entrevista sin preguntarle por su condición de arquitecto conservador de la plaza de toros. Debe ser una auténtica responsabilidad.

-Es un trabajo muy grato y del que me siento muy satisfecho. No es fácil. Tenga en cuenta que, pese a que el edificio presenta una imagen unitaria, su proceso de construcción abarcó 120 años y los sistemas constructivos que se usaron son muy diversos y de muy diferentes calidades, lo que hace que siempre tengamos que estar vigilantes y realizando obras que están limitadas en el tiempo para respetar la temporada taurina.

-La verdad es que siempre está impecable.

-Sí, ese es uno de los objetivos de la Real Maestranza. El Domingo de Resurrección la plaza tiene que estar en perfecto estado de revista.

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