Juan Manuel Suárez Japón. Catedrático de Geografía Humana de la UPO

"El paisaje no es sólo lo que se ve, también es memoria e identidad"

  • Geógrafo, político y flamencólogo, este descendiente de los japoneses que vinieron a Coria y Sevilla con la embajada de Hasekura en el siglo XVII es un humanista de mirada amplia.

Después de una intensa vida académica y política, Juan Manuel Suárez Japón (Coria del Río, 1945) es ahora uno de esos orgullosos abuelos que recogen a sus nietos del colegio. "Para mí, son los mejores momentos del día", comenta. Sin embargo, su actividad intelectual sigue siendo intensa, dando conferencias, investigando y escribiendo artículos y libros sobre los temas que siempre le han atraído: el flamenco, la geografía, el Bajo Guadalquivir o la embajada Keicho. Al igual que muchos corianos, lleva en sus venas sangre de aquéllos japoneses que vinieron en el siglo XVII con el samurái Hasekura, de lo que aún guarda cierto aire oriental en el rostro. Como universitario, tras especializarse en Geografía Humana en la Hispalense y después de un breve periodo como profesor en Córdoba, empezó su carrera docente en la Universidad de Cádiz, a la que estuvo vinculado entre 1975-1998. De mayo de 2005 y octubre de 2013, fue el rector de la Universidad Internacional de Andalucía, institución que le acaba de conceder su Medalla de Oro. Su etapa docente la ha finalizado como catedrático de la Pablo de Olavide. Político militante del PSOE, fue diputado autonómico (1986-1996) y consejero de Cultura y Medio Ambiente de la Junta de Andalucía (1990-1994), entre muchos otros cargos.

-Natural de Coria del Río y de apellido Japón... Usted ha sido una de las personas que más ha hecho por recuperar la memoria de la embajada japonesa a España y el Vaticano en el siglo XVII, en la que su pueblo tuvo un papel destacado.

-Lo hice al lado de mi primo Virginio Carvajal Japón. Fue lo que Juan Antonio Yáñez-Barnuevo, en el prólogo de mi libro De Sendai a Coria del Río. Historias de japoneses y japones, llama el "reencuentro" tras más de 300 años de olvido. Fue un reencuentro porque al igual que nosotros conocimos la historia de Hasekura, el embajador que vino a Europa, los japoneses descubrieron la existencia de los japón, que somos descendientes de algunos miembros de la comitiva.

-¿En esos trescientos años no hubo ningún contacto?

-Ninguno. Siempre digo que mi primo Virginio, que era un hombre con una formación autodidacta enorme, encargó, a finales de los años setenta, un escudo heráldico con sus apellidos. Pues bien, del apellido Carvajal le escribieron 2.000 folios y de Japón sólo le dijeron que probablemente tendría que ver con el país asiático.

-¿Y cómo se produjo ese reencuentro?

-Nosotros sabíamos de la presencia de Hasekura en Sevilla, entre otras cosas, porque Jesús Aguirre había reeditado una crónica del siglo XIX donde un archivero del Ayuntamiento hablaba de su presencia en la ciudad. Pero no sabíamos que había parado en Coria. Eso lo descubrimos por varias carambolas. La más divertida fue que el embajador nipón en España entre 1981 y 1984, Eikishi Hayashiya, que era un gran hispanista y había traducido al japonés los Diarios de Colón, empezó a investigar si la embajada había dejado descendientes por esta zona. Entonces le preguntó a Miguel Montes de Oca por si conocía descendientes de japoneses, a lo que éste le respondió: -"Japoneses no, aquí lo que hay son muchos japones".

-¿Y por qué la importancia de Coria en la que se denominó embajada Keicho (1613-1620)?

-Es una razón geográfica. El río estaba en ese momento con problemas de navegación y en el trayecto entre Sanlúcar y Sevilla existían dos puntos donde los barcos debían aliviar las cargas cuando se remontaba el Guadalquivir: La Horcada, que está en la desembocadura sur del brazo del este, y Coria del Río. La Horcada era apenas un puesto de aduanas sin asentamientos estables, por lo que era normal que la casi totalidad de los barcos finalizasen el trayecto en Coria. La embajada buscaba la corte de Felipe III para negociar un acuerdo comercial y sabían que la ruta obligatoria era por el río y Sevilla. Mientras una parte hizo el viaje a Madrid y a Roma, otra permaneció en Sevilla y Coria, donde estuvieron entre 1614 y 1617. Recientemente, Víctor Valencia Japón, que probablemente sea el que sabe más de esto, ha descubierto actas de matrimonio entre japoneses y españolas en la Iglesia de San Vicente. En Coria también las hay.

-¿Consiguió el samurái Hasekura su objetivo?

-No, fue un fracaso. Él quería abrir rutas comerciales para su señor feudal, para lo cual necesitaban usar la Carrera de Indias y el Galeón de Manila, pero no lo logró.

-¿Son muchos los japones que existen?

-En Coria, más de 680.

-¿Y cuál fue el más ilustre?

-Para mí fue mi abuelo, Manuel Japón Japón, un soñador que vivió toda su vida en la marisma prearrocera como colono de la Isla. Cuando yo era niño, ir a esta zona era para mí el regalo más grande que se me podía hacer. Al llegar el cultivo del arroz, fue obligado a abandonar la finca. El paisaje ha cambiado mucho.

-Con el paisaje hemos topado. Los desmanes han sido indescriptibles.

-Los geógrafos hemos descubierto muy tarde el concepto de paisaje. Yo lo hice de la mano de Florencio Zoido en la época que él era director general de Urbanismo y yo consejero de Cultura y Medio Ambiente. Desde entonces no he hecho otra cosa que pensar en este asunto. El paisaje no es sólo lo que se ve, sino también la memoria y los elementos de identidad en los que uno se reconoce. Cuando vuelves al lugar de tu infancia después de mucho tiempo y ves cambios importantes en su paisaje, te cuesta hasta reconocerte.

-En las últimas décadas ha habido una destrucción masiva del paisaje.

-Sin duda. El paisaje todavía carece de figuras de protección lo suficientemente fuertes. Seguimos protegiendo el elemento, la arquitectura, incluso un árbol, pero no el paisaje como concepto global. El descubrimiento del paisaje fue de los poetas y los literatos. Doñana es una creación de Pepe Caballero Bonald antes que de los científicos. El gran maestro de la Geografía, Alexander von Humboldt, un romántico, ya nos aconsejaba que, frente a la realidad, no nos limitásemos a razonar y a analizar, sino también a sentir.

-¿Cómo era el paisaje de la marisma y el río de su niñez?

-Muy rico, porque pasaban muchas cosas. Era la marisma de la ganadería, de las reses bravas, del romanticismo de los maletillas... Pero también había un movimiento de embarcaciones y gentes continuo: barcas areneras cargando los ladrillos de toda una red de ladrilleras que estaban a un lado y a otro del río; los barcos que cargaban la sal de Bonanza; las piaras de los animales comunales que venían de la dehesa para abrevar por las tardes... Los niños deteníamos el juego en la orilla derecha cuando oíamos en la izquierda el sonido de los cencerros de las vacas llegando. Todo eso ha desaparecido.

-Sin embargo, su tesis doctoral fue sobre hábitat rural en la Sierra de Cádiz.

-El que yo hiciese esa tesis se debió al catedrático José Manuel Rubio Recio. Él me dijo que Cádiz no era sólo la Bahía y las playas y me llevó a ver el interior de la provincia.

-En esta zona se ubicó parte de la frontera con el Reino Nazarí, la famosa banda morisca.

-Esa frontera se formó cuando Castilla ganó Sevilla. Como casi todas las fronteras medievales, se sostenía con una serie de hitos defensivos (torres, castillos...) alrededor de las cuales nacían los pueblos. El romancero medieval cuenta el tremendo esfuerzo que costó conquistar poblaciones como Zahara de la Sierra, que hoy nos parecen modestas. Pero en el día a día tuvo que haber algún tipo de convivencia. Sólo así se puede explicar que naciese todo un género literario como el romance fronterizo. En el estudio con el que concurrí a la cátedra, Frontera, territorio y poblamiento en la provincia de Cádiz, defiendo que en esta provincia el poblamiento se debe en un 90% a la frontera. Tenga en cuenta que no sólo está la banda morisca, sino también Gibraltar en el XVIII, Europa-África...

-Uno de los personajes que más y mejor estudió la antropología de la Sierra de Cádiz fue el legendario Pitt-Rivers. ¿Lo conoció usted?

-Tengo más de una foto con él. Cuando empecé a investigar sobre este asunto, mi amigo el medievalista Luis Mora Figueroa me llevó a Arcos a conocer a Jesús de las Cuevas, el autor -junto a su hermano José- de Historia de una finca. Ellos tenían también un libro sobre los pueblos de la Sierra, cuyas notas a pie de página eran un auténtico tesoro para mí. Jesús, que prácticamente me prohijó, fue el primero que me habló de Pitt-Rivers y conseguí la edición de Grijalbo de Los hombres de la Sierra. Sin embargo no lo conocí hasta que, en los tiempos que yo era consejero de Cultura, Perico Romero de Solís me pidió ayuda para unos seminarios y un documental sobre los toros que Pitt-Rivers quería poner en marcha. Cuando la Fundación Machado le hizo un homenaje también traté mucho con él. Fuimos a la huerta donde vivía, que tenía una noria que servía para que funcionase un telar. Era un hombre muy atractivo.

-Sobre Cádiz tiene también un estudio de las casas salineras.

-Comencé ese trabajo cuando observé que cada vez estaban más deterioradas, en gran parte porque la actividad para la que servían estaba desapareciendo. Hice un grupo de estudiantes e iniciamos la labor. Nos dimos cuenta de que, como suele ocurrir con la arquitectura rural en general, estas construcciones, que eran un apero más, incorporaban en cuanto podían elementos ornamentales. Es decir, que las modestísimas casas salineras de Cádiz, San Fernando, Chiclana o Puerto Real imitaban a las casas de estas localidades, con esas azoteas con sus pirondelas, etcétera. Hicimos un libro modesto que, sin embargo, como me dijo Miguel Montes de Oca, se ha convertido en un testimonio importante, porque muchas de ellas han desaparecido... ¡Hasta el Molino del Río Arillo está hecho una porquería!

-Otra de sus grandes pasiones es el cante jondo. En Historia del Flamenco (Editorial Tartessos) usted escribe el capítulo La geografía y el flamenco. Cuéntenos.

-El flamenco tiene elementos que hacen que se pueda analizar como un hecho geográfico. ¿Por qué? Porque los hechos geográficos son aquellos que se pueden delimitar y cartografiar, ya que están apegados a una tierra, como los paisajes. Hoy, el flamenco es una realidad muy compleja y se pueden señalar muchas geografías de este arte, pero no se puede olvidar que es un fenómeno inexplicable sin Andalucía, la tierra donde nació gracias a la mezcla entre las tradiciones culturales y musicales milenarias y el pueblo gitano. A mí no me gusta hablar de pureza en el flamenco, porque es mestizaje puro. Ahora mismo hay un gran debate entre los que defienden que hay una variedad de cantes que es inexplicable sin la aportación de los gitanos y otros que aseguran que las músicas ya estaban aquí y que los gitanos lo único que aportaron fue su particular modo de interpretarlas.

-¿Y usted qué opina?

-Si usted sitúa sobre un mapa de Andalucía las localidades cantaoras, que son las que tienen una masa de cantaores y cantes importantes, observará que el Bajo Guadalquivir, o Andalucía la Baja como diría Antonio Mairena, está repleta de estas ciudades. Esto se debe a que la mayoría de los gitanos se asentaron en el valle, una zona donde se pedía mano de obra para los grandes latifundios y donde había agrociudades importantes donde se podían vender burros (actividad tradicional de los gitanos), etcétera. Por eso, si hace una relación de los artistas flamencos más antiguos que conocemos verá que la inmensa mayoría son del llano y son gitanos. Sin embargo, cuando se aleja del llano y se fija en las zonas de montaña, como Sierra Morena y la Bética, a las que Hipólito Rossy llamó el territorio del fandango, observará que allí no habitaban tantos gitanos, pero sí existía un folklore enorme anterior al flamenco. Son cantes con una tradición milenaria que se aflamencan. Antonio Mairena decía que el flamenco era un paquete que, para entenderlo bien, había que "desenliarlo", porque en ese paquete estaban el cante gitano-andaluz, que es una cosa, y los cantes flamencos, que son otra.

-El peso de la Baja Andalucía es fundamental...

-Por ejemplo, las malagueñas se atribuyen a Juan Breva, que era malagueño, pero los dos grandes creadores de este cante son Enrique el Mellizo, de Cádiz, y Antonio Chacón, que era de Jerez.

-Un universo complejo.

-De igual manera que Andalucía es diversa en sus paisajes, en sus costumbres, en sus devociones y en sus maneras de hablar, también lo es en sus maneras de cantar. Es un mundo apasionante: ¿Es una casualidad que el flamenco nazca a mediados del siglo XIX, en el mismo momento en que se está produciendo la Desamortización? Tenga en cuenta que fue un proceso que convirtió a centenares de miles de personas en jornaleros que vivían en las agrociudades donde también están los gitanos, con los que compartían las mismas angustias y miserias. Esa suerte común tuvo que unir mucho. El flamenco tuvo esa cuna tan humilde.

-¿Qué fue de su actividad política con el Partido Socialista?

-No veo ni los telediarios. Estoy desactivado, porque todos los últimos acontecimientos me han colocado en un grado de escepticismo importante.

-¿Por la deriva del PSOE?

-Sobre todo porque, al igual que muchos compañeros de generación, nos sentimos arrinconados, como objetos inservibles. No quiero ningún cargo, pero ¿no podríamos ayudar en algo para evitar que se cometan ciertos errores? El otro día me decía un amigo: "¿Tú reconoces este partido como el que tú y yo hemos vivido?" Me cuesta mucho trabajo.

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