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Lina gálvez. catedrática de Historia e Instituciones Económicas de la pablo de olavide

"La crisis ha afectado mucho y mal a la igualdad de género"

  • Historiadora de profesión, feminista de religión, economista de las actividades no pagadas, Lina Gálvez tiene un objetivo claro: dejar a su hija un mundo más igualitario que el que se encontró.

Lina Gálvez (Sevilla, 1969) no responde al estereotipo de feminista enfadada con el mundo. Es una mujer decidida, trabajadora, divertida, alegre y no necesita usar ninguna jerigonza para explicar sus puntos de vista. El entrevistador la conoció hace años -demasiados- en el IES Tablada y, desde entonces, pudo observar una carrera brillante como historiadora de la economía que la llevó a distintos centros de prestigio, primero como alumna y doctoranda (la Universidad de Lyon, la London School of Economics y  el Instituto Universitario Europeo de Florencia) y ya después como profesora (universidades de Reading, Sevilla, Carlos III o visitante en Oxford). Actualmente es catedrática de Historia e Instituciones Económicas en la Universidad Pablo de Olavide. Su tesis doctoral fue una mirada lúcida y desmitificadora del mundo laboral de las famosas cigarreras de Sevilla. Colaboradora de la ONU en cuestiones de igualdad de género, miembro y directiva de numerosas asociaciones de economía, ex vicerrectora de la UPO, activista feminista, colaboradora habitual de los medios de comunicación... Lina Gálvez es mucho más que una profesora en su torre de marfil. Es, ante todo, una mujer profundamente comprometida con el mundo que le ha tocado vivir.

-Su tesis doctoral versó sobre el mundo laboral de las míticas cigarreras de Sevilla. Sobre este colectivo se han transmitido muchos lugares comunes, como que fueron las primeras mujeres emancipadas de la ciudad. ¿Qué hay de cierto?

-Depende de lo que consideremos por emancipación. Lo eran en el sentido de que tenían sus ingresos propios y, por tanto, una autonomía financiera que les permitía tomar sus propias decisiones. Pero no lo eran en tanto que no tenían libertad para hacer lo mismo que un hombre. Por ejemplo, pese a trabajar a destajo y aportar más dinero que sus maridos, seguían realizando todo el trabajo del hogar. En la fábrica les daban un margen para que pudieran entrar más tarde y así dejar la casa hecha.

-¿Había ya medidas de conciliación en la Fábrica de Tabacos?

-Claro, y de hecho había cunas para que las madres pudiesen tener junto a ellas a sus hijos. Más tarde, cuando llegaron las máquinas, se creó una guardería. También dejaban entrar en la fábrica a los menores a partir de los 7 años para que cuidasen a los bebés -unos bebés muy prolongados a los que se les daba de mamar mientras la madre tuviese leche- y para que fuesen aprendiendo el oficio. Esto es importante, porque nos indica que estamos ante un oficio cualificado, pese a que la historiografía lo ha considerado muchas veces sin cualificación. Eso sí, los cigarreros norteamericanos, que hacían el mismo trabajo, eran considerados como la aristocracia obrera.

-¿Con quién se casaban las cigarreras?

-Se casaban muy mal. Al igual que ahora, en esa época había en Sevilla un paro o un subempleo enorme, con grandes bolsas de jornaleros urbanos que no trabajaban todos los días. Cuando entrevisté a las cigarreras que aún quedaban vivas en el momento en que estaba haciendo mi tesis, ellas repetían: "Hemos tenido muy mala suerte con los maridos, hemos tenido muy mala suerte con los maridos". Quitando algún caso, se casaban básicamente con obreros que, por lo general, vivían de ellas. Por los testimonios, no era muy raro que se casasen con algún caradura. Tener un salario asegurado era muy atractivo.

-¿Ha hecho mucho daño el mito de Carmen a su imagen histórica?

-Sí, porque eran mujeres trabajadoras que sacaban a familias extensas adelante. Mucha gente vivía de ellas. Pero también es cierto que eran conscientes de este mito y lo usaban para empoderarse. Ahí está su estética con los mantones, muy peinadas, con flores... Incluso cuando eran muy mayores, porque muchas de ellas trabajaban en la sección de desvenado hasta que salían con los pies por delante.

-¿Hubo algún otro colectivo trabajador con las características de las cigarreras?

-Quizás las obreras del textil catalán... pero ellas trabajaban con los hombres. En la Fábrica de Tabacos llegaron a trabajar más de 6.000 mujeres.

-¿Y tuvieron sindicatos?

-La historiografía anterior a mi tesis decía que, como eran mujeres, no se habían incorporado con fuerza al movimiento sindical. Sin embargo, yo defendí que había un desinterés porque las demandas de los sindicatos en ese momento no se adecuaban a sus verdaderas necesidades. Pero sí luchaban por sus intereses. Por ejemplo, cuando en 1885 llegó el rumor de que se iban a implantar unas máquinas que amenazaban sus puestos de trabajo y las cigarreras destrozaron la Fábrica y tiraron al director al pilón de lo que hoy es el Rectorado. También se opusieron a la jornada de ocho horas porque ellas necesitaban una jornada flexible para poder hacer los trabajos domésticos.

-Una de las líneas de investigación que tiene abierta es el de la llamada Economía Feminista. ¿En qué consiste?

-Por lo pronto, la Economía Feminista defiende que hay que mirar más allá del mercado para entender la economía; incorporar todas las tareas, todos los trabajos, que no tienen una expresión monetaria pero que son esenciales y básicos para el funcionamiento del mercado. Por ejemplo, el trabajo doméstico no remunerado.

-¿Y qué más?

-También cree que el modelo del homo economicus que busca sólamente su interés personal tampoco se corresponde con la realidad. Las motivaciones que tienen las personas son mucho más diversas. Ese esquema de mercado es igual a egoísmo y hogar es igual a altruismo no es cierto, porque vemos comportamientos altruistas en la esfera del mercado y comportamientos egoístas, incluso violentos, en la doméstica. Sobre todo, la Economía Feminista pone en el centro a las personas y su bienestar.

-¿Y por qué no se llama, entonces, Economía Humanista, por qué ese matiz de género?

-Porque se llegaron a esos presupuestos cuando el pensamiento feminista irrumpió en la economía clásica.

-Una pregunta de respuesta evidente: ¿es usted feminista?

-Sí.

-Por lo que veo y leo es un movimiento muy fragmentado, con grupos que defienden ideas que, incluso, son contradictorias.

-Como todos los movimientos e ideologías que están muy vivos. Para mí el feminismo son tres cosas. Primero es una teoría de justicia social que defiende que todas las personas deben tener los mismos derechos y oportunidades independientemente de su sexo. En este sentido, el feminismo, como ya ha dicho Amelia Valcárcel, es un hijo bastardo de la Ilustración. Después, el feminismo es un movimiento social que busca que haya una transformación para que las estructuras políticas y económicas avancen hacia un mundo más igualitario. También, y por último, el feminismo es una forma de vida, no puede avanzar ni llegar a nada si las que estamos convencidas no cambiamos en nuestro ámbito cotidiano.

-¿Y se puede ser feminista y ser de derechas?

-Sí y no. Sin duda se puede ser de derechas y luchar por la emancipación de las mujeres, por sus oportunidades reales, pero, como le decía, el feminismo es una idea de la justicia que implica unos objetivos de igualdad y de redistribución que no son muy compatibles con los de la derecha. Yo creo que es importante una alianza de todas las mujeres. Por ejemplo, hay un feminismo católico muy interesante que propone una auténtica revolución dentro de la Iglesia.

-¿Qué le parecen movimientos como Femen?

-Tengo mis dudas. En el feminismo hay unas corrientes posmodernas que pueden ser un arma de doble filo. Por una parte tienen acciones muy efectistas y efectivas en la lucha por los derechos de la mujer, pero no me gusta que el éxito esté en el uso del cuerpo de la mujer. Eso es peligroso.

-Hay voces que dicen que el avance de los derechos de la mujer se ha frenado para favorecer al colectivo LGTB (Lesbianas, gays, transexuales y bisexuales).

-No estoy muy al tanto de ese asunto, pero sé que se está creando una brecha con el tema de los hombres homosexuales con dinero y su pretensión de disponer de vientres de alquiler. Hoy en día, para ser padres, no hace falta mercantilizar el cuerpo de las mujeres y menos lo que es la gestación.

-Algunos dicen que esos vientres lo hacen libremente.

-¿Libremente? Qué casualidad que no son las noruegas las que se estan sometiendo a eso, sino las tailandesas. ¡Qué casualidad! El tema de la igualdad de género se está diluyendo en las polidesigualdades. Es evidente que las desigualdades están cruzadas y que no es lo mismo una mujer que ha nacido en un palacio que una inmigrante, pero la desigualdad de género tiene su propia especificidad y, desde Pekin 1995, se pide a los gobiernos que existan instituciones específicas para estos problemas. En España ahora mismo no las hay.

-Hablemos sobre el último libro que ha dirigido, La economía de los cuidados.

-La economía de los cuidados es una de las parcelas de esa Economía Feminista de la que hablábamos antes. Pretende analizar todo ese trabajo no pagado y qué relación tiene con el trabajo que sí está pagado, con las oportunidades de las personas, con las estructuras de una determinada sociedad...

-¿Se ha cuantificado este trabajo en Andalucía?

-Muy cercano al PIB de la comunidad, aunque lo normal suele ser el 60%. Hay que tener en cuenta que el estudio lo hicimos en 2011 con datos de 2010, ya en plena crisis, con lo que el PIB había descendido y el trabajo no pagado había aumentado. Son vasos comunicantes. Con la crisis, uno se encarga personalmente de cosas que antes pagaba: la cena de los viernes, la limpieza del hogar, el cuidado de los mayores...

-Hubo una época, antes de la crisis, en la que se defendía que había que crear un sueldo para las amas de casa.

-Yo no estoy de acuerdo con eso, porque anclaría a las mujeres al hogar.

-¿Y está mal que una mujer decida quedarse en su casa?

-No, pero esa mujer debe saber que luego va a tener muchas menos oportunidades y autonomía en su vida. Si se divorcia, cosa muy normal en la sociedad actual, le será muy difícil engancharse al mercado laboral. Además, el que una mujer decida quedarse en casa afecta a todo el colectivo femenino, porque alimenta los estereotipos. Esto se produce debido a lo que se llama la discriminación estadística. Los empleadores suelen tener una información muy limitada de las personas que van a contratar o a promocionar, por lo que suelen tirar de manera inconsciente de la información grupal. ¿Y qué es la información grupal? Pues los estereotipos, asignarte como naturales características o atributos que no tenemos por qué tener. ¡Yo no tengo el gen de la plancha, por mucho que las mujeres planchen más que los hombres!

-¿Qué opina de la hipersexualización de la publicidad actual? ¿Afecta tanto a hombres como a mujeres?

-Sí, pero la diferencia es que para las mujeres esta hipersexualización suele suponer una denigración total, una cosificación, mientras que a los hombres se les masculiniza. Yolanda Domínguez, que se ha dedicado al análisis de la publicidad, ha trabajado con niños chicos enseñándoles fotos de moda de hombres y mujeres. Cuando mostraba una de varón, los pequeños decían que parecía un superhéroe, pero cuando se enseñaba a una mujer se preguntaban si estaría enferma.

-Fue seleccionada por la ONU para trabajar en un proyecto que evaluase la crisis en la igualdad de género.

-La crisis ha afectado mucho y mal a la igualdad de género, sobre todo a partir del giro de la austeridad de 2010, cuando quitaron el Ministerio de Igualdad y disminuyeron los presupuestos para violencia de género y para dependencia. Sobre todo, ha afectado mucho la reducción del gasto público social, porque las mujeres son las principales usuarias de los servicios sociales, bien de manera individual, bien como intermediaria de otros miembros de la familia. Además, son las empleadas en ese tipo de servicios y, si disminuyen los puestos de trabajo en sanidad, educación o dependencia, estás quitando empleo a las mujeres y sobre todo a las que tienen formación universitaria. Además, las mujeres suelen ser las sustitutas naturales y no remuneradas de estos servicios. Cuando se acaban las becas de comedor en un colegio, son las madres las que se encargan de cocinar y dar de comer a los niños.

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