Betis-Albacete · la crónica

Muy pronto es uno más en Segunda (0-1)

  • El Betis encadena su segunda derrota consecutiva, la primera en Heliópolis, y lanza un peligroso aviso a sus rivales. Desastre con y sin balón del equipo de Julio Velázquez, al que se le agota el tiempo.

El Betis aún no le ha cogido el pulso a la categoría, pero lo que sí le ha cogido es el gusto. Como si de un ejercicio de mimetismo se tratara, en menos de un mes el equipo de Julio Velázquez ya desprende los mismos síntomas que la mayoría de los conjuntos de Segunda. Es reconocible en la misma, uno más, de ahí que el mensaje que capten sus adversarios sea el de que es batible como cualquier otro: puede ser goleado de manera ominosa fuera de casa y tuteado en rodeo en propio sin necesidad de hacer nada del otro mundo. 

Lo consiguió ayer el Albacete, un equipo menor sin futbolistas con empaque en la categoría. El gol lo anotó Chumbi, que ha militado en Caravaca, Lorca y Reus entre otros. Apenas roza el 1,80 de estatura y superó en el salto de cabeza a Perquis, un internacional polaco que le saca unos centímetros y no fue capaz siquiera de entorpecer el limpio testarazo en globo de este inquieto murciano de Águilas. 

Pero el Albacete, un recién ascendido para más inri, sí le ha cogido pronto el tranquillo a la nueva categoría y, sobre todo, exhibe una cualidad vital para sobrevivir en la misma y manejarse en cualquier rodeo: el trabajo y la solidaridad. En el minuto 71, el lateral derecho Antoñito, que la había puesto de cine en la jugada del gol, chocó con el central de su costado, Gonzalo, al ir los dos por el mismo balón. Pero, aun al alimón y con riesgo para sus cabezas, lo despejaron. En el Betis, en circunstancias parecidas, no va nadie. Es la gran diferencia. 

Empero, lo peor de este Betis es que su entrenador no tiene un plan para ganar partidos. Equivoca el sistema, un 4-3-3 que aísla y condena a Rubén Castro a estribor, y los síntomas más visibles son que no existen ataques organizados, que sólo arrolla a impulsos, cuando encuentra al canario, cuando Matilla es capaz de enlazar alguna pared o cuando Kadir se anima y conduce con su elegante desborde pese a que pueda estar más o menos acertado en el pase y en el disparo. 

En defensa sí da la impresión de estar algo más trabajado y N'Diaye debe significar un plus en este entramado, pero los fallos individuales suelen arruinarle la tarde. Ayer le tocó el turno a Perquis, poco atento en la vigilancia sobre Chumbi, que siempre lo buscó a él en detrimento de Jordi, algo más aseado pero siempre sospechoso cuando el balón merodea sus dominios. 

Despachó el equipo de Velázquez dos mitades distintas, pero igualmente reprobables. En la primera, el Albacete no sólo le discutió el dominio del balón sino que se lo ganó. Apenas Reyes y Matilla se esforzaron en la presión sobre el rival y el cuadro manchego sacó provecho de las continuas pérdidas de balón de los verdiblancos en medio de un fútbol muy trabado. Sólo en los estertores de este periodo apretó el Betis, de igual modo que ocurrió en la reanudación, en la que el partido resultó más abierto, más de ida y vuelta. En teoría más factible para que la superior calidad de los futbolistas verdiblancos decidiera. Pero no fue así. El equipo está tan poco cuajado, tan poco organizado, que los individuos en vez de sumar al colectivo se acaban contagiando de lo peor del que tienen al lado. 

Velázquez lo intentó sin suerte con los cambios. Dio entrada a Kadir por el lesionado Reyes tras el descanso y atrasó a Matilla, luego envió al franco-argelino a la derecha para que sus pérdidas de balón por ser el único que arriesga fuesen menos dañinas para el equipo. En ésas había sacado a Cejudo, agotado, y luego a Matilla, quien había perdido también casi todo el aire. Pero Rennella se perdió entre tanto delantero. Jorge Molina pululaba por allí y Rubén Castro se tiraba cada vez más al medio para buscar el gol. Mucho tráfico. 

Mas nunca halló el Betis nada. Ni el gol ni soluciones a su escasa creatividad. Porque claras, lo que se dice claras, apenas dispuso de un par de ocasiones: un remate de cabeza de Perquis a la salida de un córner que desvió Alberto y un zurdazo de Kadir, que se llenó de balón y disparó fuera con todo a su favor. 

Fue un mal Betis. Ganar partidos incluso en Segunda exige más. Un poco más de todo: actitud en la presión, concentración defensiva, organización en los ataques, solidaridad y... dinamismo. Visado el ecuador de la primera mitad pudo verse a Casado, en la banda izquierda y superado el mediocampo, con el balón. Y sus compañeros parados. Pero es que no se movía ni uno. Dos o tres segundos que son el fiel retrato de lo que es un mal equipo. 

Y en Segunda no vale decir que faltan mimbres. Cierto que con un central de cierta jerarquía la plantilla estaría rematada, pero los once de ayer o los once de Ponferrada eran superiores a sus adversarios. Y a buen seguro que eso le ocurrirá con el resto de equipos de la categoría. Ha llegado, pues, la hora de Velázquez. Urge que arme un bloque, desbaste el equipo y gane partidos. Él se cree que tiene tiempo. Pero no es verdad.

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