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La soledad de Velázquez

  • El técnico, que se aisló motu proprio desde el primer día consentido por el club, apenas halla consuelo en Alexis. El consejo apuesta por mantenerlo incluso si el equipo perdiese en Gerona.

"Me acuerdo de una final de la Copa de Europa del Olympique de Marsella. Un entrenador belga, que ya tenía muchos años (Raymond Goethals) y que ganó, iba corriendo a abrazarse con alguien y casi todo el mundo se abrazaba a otros; lo vi solo corriendo y me dije: Mira lo que es la soledad del entrenador". Recordaba a menudo Luis Aragonés aquel partido de mayo de 1993 en el que, paradójicamente, el técnico perdedor fue Fabio Capello, a la sazón máximo responsable del Milan, para extremar las sensaciones que viven los inquilinos de los banquillos, cuya soledad en la toma de decisiones y otros avatares, "esa soledad es tan tremenda que si no aprendes a vivir con ella te puede llevar a un mal estado tremendo", apostillaba en una entrevista ya muy añeja el añorado técnico del barrio de Hortaleza.

Viene al caso porque Julio Velázquez es hoy un hombre solo. Y, según cuentan en el Betis, lo es porque él lo ha querido desde el primer día. En Murcia adoptó esa misma pose y le fue bien. En Villarreal, fue comenzar a perder y verse sin apoyos. Pero quien lo conoce, que son pocos, dicen que va en su forma de ser.

El salmantino, aunque vallisoletano de adopción, es un entrenador vocacional. Nunca fue un buen futbolista y ya desde niño mostró su máxima inquietud por dirigir. Ostenta casi todos los records de precocidad en un banquillo y es, por tanto, un hombre hecho a sí mismo que, ante la llegada de su gran oportunidad, no ha hecho sino seguir a rajatabla el manual de estilo que él mismo se impuso hace ya tiempo.

Próximo a cumplir 33 años, nadie duda de que Velázquez tenga los conocimientos adecuados para ser entrenador en Segunda División. Y, de hecho, en el Murcia, la temporada anterior, demostró con creces su cualificación. Pero el Betis es mucho más que eso: 35.000 socios, una afición mucho más numerosa y descontenta por el descenso, unas raíces casi centenarias en Primera División, una trascendencia a nivel nacional y la convivencia en la misma ciudad con otro equipo con el que comparte protagonismo y que, encima, es hoy el paradigma de la competitividad y se entretiene en ganar títulos cada dos por tres.

El Betis no es el Murcia ni el Villarreal. Y ahí es donde no ha medido Velázquez, quien decidió aislarse desde el primer día. No obstante, el primer error fue de Alexis Trujillo, quien le permitió llegar al club con su cuerpo técnico al completo: Miguel Ángel Baltanás (segundo entrenador), Luis Arnáu (preparador físico) y Kike Burgos (entrenador de porteros). Eso ha acentuado la capacidad de Velázquez, amparada en su timidez y en sus vivencias, para enrocarse aún más.

El resto del cuerpo técnico, médico, utilleros... pertenecen al club y el contacto verbal es mínimo, inexistente en algún caso. Velázquez no ha querido integrarse ni facilita ese diálogo. Así, dificílmente se impregnará de la idiosincrasia del Betis por mucho que diga que sabe dónde tiene los pies. Apenas habla con Alexis y algún consejero, cuyo beticismo y conocimiento del paño dista muchísimo del que ostentan los que deberían ser sus colaboradores, a los que, dentro de una corrección exquisita, trata más como empleados.

Es un choque nada violento de personalidades, sentimientos, costumbres... Pero propiciado por el entrenador, que es quien asoma nuevo y debería haber cambiado su modus operandi.

Porque ahora le ha estallado en sus manos la primera crisis. Pierde partidos, lo cuestionan unos futbolistas que también lo consideran un ser lejano por el affaire Adán-Burgos y, sin embargo, solicita unidad, cuando tampoco con la prensa se ha trabajado el más mínimo feeling ni es un personaje carismático para la afición.

Velázquez no ha dado excesiva importancia a este asunto. Pero la tiene, y mucha. Su autoconfianza es máxima, pero está muy solo. Y así difícilmente llegará a la meta ni ganando partidos, porque le van a exigir ganarlos todos o no lo van a dejar ganarlos. Siente el apoyo de Alexis y de algún consejero, pero más porque su despido significaría admitir errores muy pronto. A Gerona llega cuestionado, pero su cabeza no corre peligro. En el club saben que es mejor que Heliópolis dicte sentencia. Otra cosa es que el Betis regrese humillado como de Ponferrada.

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