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Cita en una plaza que se atraganta

  • El Betis visita al Rayo, rival al que no derrota en Vallecas desde hace quince temporadas Mel podría repetir once inicial si Joaquín da el OK

Hay que inmiscuirse en los arcanos. No tanto como cuando el Betis visita Mestalla, aunque además esa cita no le coge a nadie por sorpresa, pero casi. Tomar el AVE camino de Madrid viene a ser casi igual de complicado para jugar frente al Real o el Atlético que ante el Rayo Vallecano. No en vano a los rojiblancos los derrotaron los verdiblancos hace menos de cuatro años para convertirse en promotores de la era Simeone y al gran coloso de la capital lo derrotó en 1998 por última vez, sólo un año antes de que lograra salir con tres puntos de Vallecas.

Si se tiene en cuenta la diferencia entre ambos adversarios y que el Betis ha hollado Vallecas hasta en siete ocasiones, con posterioridad a ese 24 de octubre de 1999 en que ganó por 1-3, cabe convenir que el recinto ubicado en la avenida de La Albufera es un estadio de los más complicados para los verdiblancos, al menos en la historia más reciente, la que se inició en este siglo.

Tranquilizado el entorno del club tras la agitada semana de la asamblea, la presente ha venido marcada precisamente por eso, por un sinfín de estadísticas negativas para los verdiblancos. Y es que el Rayo, además, aun contando los partidos jugados en Heliópolis, no pierde ante los verdiblancos desde 2010 (4-0), siete citas ya sin hacerlo, con seis victorias y un empate en el zurrón. Es la era más reciente, la de este Betis cuyos mascarones de proa son, casualmente, dos ex rayistas como Pepe Mel y Rubén Castro, quienes se tapan los ojos a la hora de mirar la cosecha ante el equipo del este de Madrid.

Pero la estadística está para romperla y este Betis, además, da la impresión de encontrarse a gusto a domicilio. Tras la goleada en el Bernabéu (5-0), birló un grandísimo punto de Mestalla, el único estadio que se le da hogaño peor que Vallecas, y venció en uno de sus sitios fetiche, El Molinón, hace sólo siete días.

Asoma el parón y Pepe Mel está obsesionado con que su equipo apriete el acelerador al máximo en pos de esa intensidad que lo iguale a la que seguramente pondrán en liza los hombres de Paco Jémez, que saltarán al césped con idéntica y legítima intención de sumar tres puntos que lo alivien en la clasificación, en la que hoy están sólo un punto por debajo de los verdiblancos.

El otro foco de interés en el bando hispalense ha sido Joaquín. Quien hoy comparte galones de estrella en verdiblanco con Rubén Castro se ha llevado toda la semana en tenguerengue con un esguince de tobillo que, aunque le ha permitido coger el tren, lo hace ser duda en el once inicial hasta poco antes de que el sol, o más bien el agua -la previsión en Madrid es de lluvia y nubarrones a mediodía-, haga acto de presencia por Vallecas. Si el extremo portuense acaba por dar el OK a Mel, éste podría repetir el mismo once inicial que venció hace justamente siete días al Sporting en Gijón. Si, finalmente, la maltrecha articulación de Joaquín no ofrece la mejor de las garantías, las variantes serían abundantes.

La entrada de Xavi Torres o Petros junto a N'Diaye en el centro del campo con Dani Ceballos cayendo a la banda izquierda, o incluso Portillo, y con Cejudo en la derecha; la entrada de Jorge Molina, la sorpresa que supondría ver por fin a Fabián en el equipo... Seguramente, Mel tiene ya todos los cabos atados, pero en cualquier caso la idea de juego es la que no debe cambiar jamás.

Porque si algo halló en Asturias el técnico nacido unos diez kilómetros al norte del lugar de autos fue, por fin, un equipo cuyo fútbol se adaptó casi a la perfección a su catecismo, por más que en el primer tiempo echase en falta gran parte de esa intensidad que hoy pregona para Vallecas. Tiene, además, Mel la fortuna de saber cómo va a jugar el Rayo de su colega Paco Jémez. Así, pues, la empresa estriba únicamente en pelear con más fe el balón para sentirse cómodo ante un equipo que en Vallecas sobre todo es capaz de moverlo a mucha velocidad y que, encima, tarda en ceder el terreno que conquista, es decir, como halle energía y se meta en campo contrario, es capaz de llevarse cinco minutos atosigando porque su defensa se sitúa en el mediocampo y, fruto del empuje de Raúl Baena y compañía, no es fácil que retroceda. Y el antídoto, a veces, debe ser un voleón para coger aire.

Es justo lo que debe evitar el Betis, sentirse agobiado por el empuje rival y, también, que lo pueda coger despistado en alguna transición. No es un equipo especialmente veloz el Rayo, pero en su feudo se alía con sus reducidas dimensiones y además juega con las líneas muy juntas, lo que favorece que cada posesión de balón sea capaz de optimizarla antes de que el rival se ajuste los machos.

Pero el Betis no es manco y su técnico conoce todas estas celadas al ser, en su día, uno de los que las perpetraba. Por eso, tanto como salir con toda la cuerda dada, será vital que el Betis combine con precisión y celeridad y abuse de algo en lo que supera claramente al rival: la pegada.

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