Villarreal-betis

Merino muestra sus credenciales (0-0)

  • El linense, no contento con dejar en Sevilla a Dani Ceballos, sentó a Joaquín y le dio la titularidad a Fabián y Kadir. El Betis, solidario y hasta con gusto, arañó un punto que bien pudiera serlo también de inflexión.

El estreno primerdivisionario de Juan Merino en el banquillo del Betis dejó un sabor sumamente agradable entre sus parroquianos. Claro que éste se hubiese acercado alretrogusto de un jamón de bellota de haber tocado pelo en Villarreal y haber regresado anoche a Heliópolis con los tres puntos en el zurrón. Estuvo cerca el Betis y en absoluto lo mereció menos que su aterciopelado rival, porque fue un empate de verdad, fraguado en un tú a tú con un equipo, con sede en un polígono industrial del sur de Castellón pero que, lamentablemente hoy, está algún escalón por encima de los verdiblancos. 

Fue mérito el punto del técnico linense y de sus futbolistas. Del director del banquillo, por su valentía, rozando incluso la temeridad, en la toma de decisiones. De los jugadores, por su fe y su ejercicio de solidaridad desde el tañido inicial hasta el final. 

Hay un refrán que asumen casi todos los entrenadores que reza que los equipos juegan como se entrenan. Debe ser verdad. También suele cumplirse a veces que los entrenadores son reflejo de lo que fueron como futbolistas, y en el caso de Merino se cumple este aserto. Como en el de Guardiola, sin ánimo de comparar. 

El técnico gaditano, ya en su puesta de largo hace un año, y eso que era en Segunda, dejó claro cuál era el Betis que quería: un equipo, ante todo, que no se desordenase. Y la forma de conseguirlo también: desde la solidaridad. Entonces lo consiguió y labró un póquer de victorias en cuatro partidos sin sumar un solo gol en contra. La faena, más que elogiada, no le sirvió para seguir hollando un banquillo que hubo de ceder al hombre que ahora releva él: Pepe Mel. Hoy es una incógnita qué pasará, pero ayer, en El Madrigal, como había hecho un día antes al confeccionar la lista, dio un golpe sobre la mesa para dejar claras sus credenciales y sus intenciones. 

Merino es un valiente, aunque ello no se deba ver como un hándicap en la figura de su antecesor. La interinidad de la que goza ayuda a aquél en algunas las decisiones que toma para gestionar su plantilla. Su máxima es que los cada vez menos futbolistas que maneja -ya era hora de que Maciá hiciese algo, aunque sea tan poco- son todos iguales y que la camiseta se gana en Los Bermejales. Y el que no lo entienda se queda en casa como Dani Ceballos o en el banquillo como el mismísimo Joaquín, quien ni siquiera dispuso de minutos porque la lesión postrera de Piccini obligó a la entrada inopinada al césped de Molinero. 

Empero, gente como Fabián y Kadir, en el ostracismo hasta la fecha, no sólo gozaron de una camisola de titular sino que la defendieron con clase y coraje como los que más. 

La incógnita hoy podría ser: ¿Es factible esto en Primera División? ¿Tendría continuidad una gestión así en este Betis de vestuario tan dispar y heterogéneo? Si nos atenemos al partido de ayer la respuesta es evidente, pero si se mira con detenimiento la cara de Rubén Castro en el minuto 75 cuando Merino ordenó su cambio... Lo sustituyó Jorge Molina, con lo cual el esquema no varió, pero hay que tenerlos en su sitio como Merino para relevar al máximo goleador y estrella del equipo con 0-0. 

La razón es muy sencilla. El Betis no le había perdido nunca la cara al partido, con un N'Diaye inconmensurable en todo momento. Pero el Villarreal tenía más gas y atrás se encontraba cada vez más cómodo para sacar el balón. Trigueros, metros arriba, comenzó a aprovecharse de ello y buscarles las espaldas al senegalés y a Petros. Y el linense vio que no procedía un cambio táctico, que el Betis debía seguir igual y optó por el hombre por hombre. Todo normal de no ser por esa mirada envenenada del canario. 

Aun siendo el partido de ida y vuelta, el Betis seguía de pie, agarrado al botín que asía y ansiando uno mayor. Por lo mismo entró Portillo por Fabián, para no perder aire. Merino, cuando futbolista, regalaba las carreras que ya no tenía. Sus futbolistas, ayer, hicieron lo mismo. Pero el reglamento permite que jueguen tres más por si alguien se cansa y el entrenador, con los cambios, también envía mensajes. 

Ahora toca a otros decidir si estas credenciales gustan y si son factibles de mantener hasta junio, porque lo de ayer no tiene discusión. Ocurre que hasta dentro de catorce días -ahora recibe al Real Madrid- no llega el Betis a un partido para saber si el punto de ayer puede ser también un punto de inflexión. Y quizá para entonces ya ni esté Merino.  

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