Los invisibles

"Cuando voy de viaje, paso por la imprenta y toco las máquinas"

  • Su galaxia Gutenberg está en el Muro de los Navarros. Hijo y maestro de impresores, comparte con su hermano un espacio artesanal donde lo personal se multiplica.

EN la imprenta Muñoz Jiménez trabajan los hermanos Muñoz Pérez, hijos del fundador. José Manuel Muñoz Pérez (Sevilla, 1958), fue aprendiz y hoy es maestro del gremio. Su credo es la fe de erratas. Su paraíso, un tomate con sal y un libro de Lovecraft para el verano.

-¿Cómo empezó?

-De aprendiz, lo que no hay ahora. En la imprenta que mi padre tenía en Vírgenes, 20.

-¿Cuándo supo que seguiría su estela?

-Todo se lo debo a un señor que se llamaba García Carrión, representante de maquinaria de imprenta. Mi padre me llevaba todos los años a la Feria de Muestras del Casino de la Exposición a ver las novedades de artes gráficas y allí lo conocí. Mi padre me compró la típica lata de Cola-Cao y a mi madre un bote de aceite de Ybarra. Mi idea era estudiar una carrera, pero ese hombre me dijo que la mejor carrera era hacerse impresor. Me financió la primera letra de mi primera máquina.

-¿Fue duro el aprendizaje?

-Sí, porque el técnico catalán que vino a montarla se marchó. En este gremio nadie enseña a nadie, el que sabe algo no lo cuenta. Me costó mucho sacarle partido, pero cuando lo hice me enganché.

-¿Fue como su primera novia?

-Estuve con esa máquina doce años. Cuando me voy de viaje, dejo la maleta hecha en casa y tengo que venir a la imprenta a tocar todas las máquinas.

-¿Fetichismo?

-Amor a las técnicas artesanales. Nosotros trabajamos con la técnica del plomo. Las artes gráficas se han convertido en machacapapeles. El arte se tarda en hacer y ahora los trabajos entran por la mañana y salen por la tarde.

-¿Cómo se reparten el trabajo?

-Yo recibo al cliente, lo escucho, intento plasmar lo que quiere y mi hermano es el que lo multiplica por las unidades que pide.

-¿Cómo les trata la crisis?

-La sobrellevamos con inteligencia. Sólo compramos al contado. Yo no voy a la moda, soy un clásico, un romántico. No nos hipotecamos con máquinas grandes. Para mí es tan importante pasear como imprimir, trabajar como ir corriendo por el coto de Matalascañas hasta Sanlúcar.

-¿Tienen encargos de verano?

-Si se le puede llamar así, estamos haciendo quince mil abanicos. Pay-pays para la Casa de la Memoria. Hacemos de todo: tarjetas, talonarios, invitaciones de boda, de gente que se separa, matrimonios gays nos piden muchos últimamente. Alguno ha venido pidiendo que le falsifiquemos una receta médica. La imprenta es un arma muy peligrosa.

-¿Porque lo impreso queda?

-Eso es lo que me aterroriza. Que no quede nada. La gente no se da cuenta de que el correo electrónico es soporte efímero. Se va la luz y nos quedamos sin nada. Los arqueólogos del futuro se las van a ver y desear para hacer su trabajo.

-¿Les encargan libros?

-La gente no lee. Se ponen gafas porque se quedan ciegos de jugar a la nintendo. Tenían que aprobar una ley que obligara a leer al menos un libro al año.

-¿No será que no leen porque a todos les ha dado por escribir?

-Aquí nos traen ripios inviables. Un hombre me encargó cuarenta mil ejemplares del libro de su vida de peón caminero. Lo convencí para que sólo fueran cuatro mil y alquiló un transportista para meterlos en su casa, encima de los armarios, debajo de la cama.

-¿Qué impresora le impresionó?

-La MacKintosh. Cambió mi vida.

-Pablo Iglesias era impresor...

-Y yo era el encargado de la biblioteca del PSOE histórico en la calle Francos. He sido un niño prodigio de la izquierda.

-¿No llevó la biblioteca del PSOE renovado?

-Con Felipe llegaron los ordenadores y se acabó el clasicismo.

-¿Cuál es la reina de su imprenta?

-La guillotina Hispania. Con ella se empiezan todos los trabajos y con ella se terminan. Se lleva bien con las Heidelberg y la Minerva.

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