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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Son y están

"En 24 horas resolvemos lo que el Estado tarda 3 meses"

  • Bill Drayton, premiado con el Príncipe de Asturias de Cooperación, la ha elegido Emprendedora Social de España 2011. La escuela de negocios Esade y el BBVA han seleccionado a su empresa Catering Solidario para darle apoyo y formación a esta trianera que ayuda a otras mujeres a liberarse de la violencia doméstica y lograr empleo

NADA es imposible". Esa frase, pronunciada por Christine Lagarde, cuando era la ministra francesa de Finanzas (ahora dirige el Fondo Monetario Internacional) y participaba en París como ponente de una convención de la Fundación Internacional Ashoka, se le quedó grabada a Ana Bella Estévez, asistente a dicha reunión como uno de los 500 emprendedores sociales a tener en cuenta para los próximos años según Ashoka. Nada es imposible. Quién le iba a decir a esta sevillana de 38 años, criada en la trianera calle Pureza y ahora residente en Mairena del Aljarafe, dedicada a diario y de lleno a sacar del ostracismo a las mujeres que sufren la violencia de sus parejas, como ella lo padeció en su calamitoso matrimonio, que su idea de empresa solidaria iba a llamar tanto la atención, y que en su agenda le toca reservar fechas del próximo mes de noviembre para participar en El Cairo en la creación de una alianza mundial de empoderamiento de mujeres respaldada por Ashoka, cuyo presidente, el norteamericano Bill Drayton, ha sido este año galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Cooperación.

Ana Bella Estévez, de padre nacido en Lepe y madre de Cazalla de la Sierra, que se separaron cuando era ella niña, tiene una hermana radióloga que vive en Oregón (EEUU). Estudió en el colegio de las Mercedes, en Heliópolis, y de los 11 a los 18 años vivió interna en un colegio de Fuente de Cantos (Badajoz). Sacó matrícula de honor en COU. Quería estudiar en Granada la carrera de Traducción e Interpretación. En esas vacaciones conoció en Marbella a un pintor granadino que tenía una galería para el mundillo turístico costasoleño. Y el flechazo dio paso a una boda fulgurante, y a trabajar con él en la galería para vender cuadros.

-¿A qué edad se casó con él?

-Con 18 años, en 1991. Yo creía que él tenía 30 años, y cuando preparábamos los papeles de la boda descubrí que tenía 42. Era una señal que no supe comprender. Igual que una separación de bienes en la que él quedaba como poseedor del 99% de los bienes y yo sólo del 1%. Y encima constaba como su avalista. Porque como yo lo tenía que querer sólo por amor... Vivíamos en Marbella, me aisló y perdí el contacto con mis amigos y mi familia. Me controlaba las llamadas telefónicas, la correspondencia...

-¿Por qué no fue a la Universidad?

-Me convenció de que tenía que dejarlo todo por él. Y tuvimos cuatro hijos. La mayor tiene 20 años y ha participado en Madrid en la campaña de los Indignados.

-¿Cuándo llegó la primera agresión?

-Un día, él dormía la siesta y fui a comprar a una tienda cercana. Cuando volví, me tiró contra la pared, me gritaba e insultaba por haber salido sola a la calle y sin su permiso. Mi reacción fue hacer las maletas e irme a Sevilla. Pero me sentó y me convenció de que él era responsable de mí ante mi familia y ante la Policía. Me convenció de lo mala que yo había sido.

-¿Tardó mucho en romper?

-Hasta septiembre de 2001 no lo hice. El Institulo de la Mujer me buscó en Málaga una casa de emergencia, donde estuve dos semanas. Pasé dos meses a una casa de acogida. Hasta que salí de allí porque un asistente social le dijo a mi marido dónde estaba, y se presentó en la puerta. Y después fui a un piso tutelado, ya en Sevilla, donde estuve nueve meses. A partir de ahí, conseguí empezar a trabajar y pagarme mi vivienda.

-¿Muchas mujeres no logran culminar una transición tan larga?

-No, es lo que está fallando. Todas deberían entrar de inmediato en casas de acogida y recibir ahí mucha ayuda emocional y mucho asesoramiento. Porque denunciar implica empezar una vida totalmente nueva y en precario, estás al albur de medidas provisionales. Hay que estar mentalmente muy fuerte para soportarlo. Ya es duro denunciar al padre de tus hijos. Estás en estado de shock y la lentitud de la Justicia hace que muchas mujeres no aguanten la presión y den el paso atrás. A veces les ponen un abogado de oficio que ni se interesa por ellas y la ven cinco minutos antes del juicio. ¿Cómo vas a poner tu vida en manos de alguien en esas circunstancias, si estás muerta de miedo? Cuando empecé a trabajar, me encontraba en el coche un papel de mi ex marido, diciéndome: "Eres una puta que nada más sabes abrir las piernas". Imagínese cómo sale una para ir a trabajar.

-¿Quién le dio trabajo?

-El primero fue de venta de coches en un concesionario de Fiat en La Rinconada. Lo perdí porque él se presentó allí. Tuve que llamar a la Policía. Ante el jaleo que se organizó, decidieron prescindir de mí. Después estuve de comercial de Telefónica, y de traductora en la empresa Alquimia.

-¿Por qué crea la fundación?

-En 2003, fui a recoger a mis hijos al Colegio Santa Teresa, en Mairena del Aljarafe. Con los niños ya en el coche, apareció mi ex marido diciendo que me iba a matar. Me fui a una comisaría, y al lado había una oficina de Asuntos Sociales. La psicóloga me dijo que organizaban terapias con grupos de mujeres maltratadas, y me animó a acudir. Descubrí que en España sólo el 20% denuncia. Decidí devolver el apoyo que recibí y cubrir las lagunas del sistema de protección oficial. Me dolía pensar en tantas mujeres que guardan silencio.

-¿En qué se diferencian de las iniciativas gubernamentales?

-Demostrar que se sale adelante. Que no podemos ser tildadas siempre como víctimas, sino como supervivientes que nos apoyamos como una red. Basta ya de que sólo se hable de mujeres muertas. Salimos a la calle, damos charlas por doquier y nos reivindicamos con nuestras camisetas. La mujer que supera este drama tiene una capacidad especial para destacar en cualquier puesto de trabajo. La primera mujer que ayudamos se quedó en mi casa con su hijo, conviviendo conmigo y con mis cuatro hijos. Ahora ella vive en Madrid y ha acogido en su casa a mujeres que le hemos mandado. Además de las personas que ofrecen sus propios domicilios, nosotros como fundación tenemos seis viviendas de apoyo, en Sevilla, Granada y Badajoz, gracias a la empresa Doc 2011 y a la Fundación Rose, de la Caja de Ahorros del Mediterráneo. Pagamos el alquiler y favorecemos que esas mujeres empiecen a independizarse. Es un milagro continuo generar recursos para solucionar tantas urgencias. Vean nuestra página web y únanse a nosotros.

-¿Qué respaldos han sumado?

-La Asociación de Fundaciones Andaluzas nos ha ayudado muchísimo, con ellos he hecho cursos de formación. El Instituto de la Mujer, por supuesto. Hemos recibido subvenciones del Servicio Andaluz de Empleo, de la Diputación sevillana y del Ayuntamiento de Sevilla.

-¿Y cómo creó una empresa en paralelo a la fundación?

-A partir de un caso tremendo. Nos dijeron que en Bormujos un hombre había dejado encerrada a su pareja, polaca, en un sótano. Estaba embarazada de cinco meses, sin agua, luz ni baño. Cuando le buscábamos un trabajo, al ser notorio el embarazo, nadie la contrataba. Ella decía: "Mujer embarazada, a la basura". Vi que el camino era que nosotras también tendríamos que crear empleo. Empezamos vendiendo en ferias medievales y ferias de muestras. Ganamos un premio de la obra social de la Caja San Fernando, y con esos 25.000 euros nos lanzamos como empresa. Primero una tienda de comercio justo en Mairena del Aljarafe. Cuando entré en la Olavide para hacer Administración de Empresas (estoy en segundo de carrera) me di cuenta de que por ahí no prosperíamos. Cerré la tienda y logré un contrato con líneas de autobuses del Aljarafe para que mujeres hicieran la limpieza de los vehículos por las noches. Con fórmulas así hemos dado trabajo a 98 mujeres.

-¿Cómo es su premiado servicio de catering solidario?

-El primer gran cambio es que cuando se limpian autobuses, nadie te aplaude por lo limpios que quedan. Cuando das un catering, siempre con productos de comercio justo gestionados por la cooperativa cordobesa Idea, y todas con camisetas que reivindican nuestra condición de supervivientes, la gente nos elogia por valientes. Gusta mucho que trabajamos todas a una, se nota la complicidad entre todas y les sube la autoestima.

-¿Cómo ha sido elegida por una fundación mundial como Ashoka?

-Me llamaron porque querían proponerme como candidata a un panel mundial de emprendedores sociales. Me entrevistaron cuatro de sus directivos norteamericanos durante más de seis horas, y en Washington dieron el visto bueno a su informe para integrarme en su red. No sólo es importante la asignación que te dan durante tres años para profundizar en un proyecto al que hacen el seguimiento para que después pueda ser implantado en otros lugares del mundo, sino que nos enseñan a centrarnos en lo que realmente logra un cambio social, y entras en una extraordinaria red de contactos. Por eso hace unos días nos ha llamado Danone, quiere formar a mujeres para sus puntos de venta, y Ashoka les ha recomendado que lo hiciera con nosotras.

-¿No teme entrar en un mundo de altos vuelos en el que pierda el contacto con la dramática realidad que justifica su iniciativa?

-Es imposible porque mi teléfono no para de sonar porque me llaman mujeres que buscan una salida a su drama. Hay casos en los que en 24 horas resolvemos lo que la Administración tarda tres meses.

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