La Noria

Sevilla: ciudad silente

  • El Consistorio elabora un mapa urbano de ruidos cuya principal conclusión es que este grave problema, asociado generalmente a la circulación y a la movida, no resulta excesivo en Sevilla en contraste con otras urbes españolas

CADA UNO cuenta la feria en función de cómo le va. Nada más cierto. El Ayuntamiento, en la semana previa a las dionisiacas ceremonias de abril, donde el ruido es tan protagonista como los farolillos -no en vano se trata de la segunda gran fiesta de Sevilla-, nos sorprendió a todos con un informe técnico -oficialmente era estratégico, pero este adjetivo, de tan usado, ha perdido ya casi todo su valor semántico- en el que defiende, en base a determinados parámetros y conclusiones técnicas, que Sevilla no sólo no es una urbe especialmente ruidosa, sino que en comparación con otros municipios españoles puede que incluso sea hasta silenciosa. Más bien silente, diría uno. Por sus célebres silencios.

El documento, cuya realización era una obligación impuesta por una ley de rango estatal, llevaba en proceso de ejecución desde el año 2002. Lo que significa que, en términos globales, ha tardado casi un hermoso lustro en elaborarse. Todo un síntoma: si una Administración pública tarda casi media década en medir su situación con relación a uno de los principales indicadores para valorar la salud ambiental de un territorio -en este caso, urbano- acaso deba concluirse sin demasiado margen de error que tardará más o menos lo mismo, o probablamente más, en poner en marcha cualquiera de las recetas necesarias para atenuar este problema.

la cultura de la tierra

En todo caso, a juzgar por las conclusiones a las que han llegado los expertos, en Sevilla ni siquiera existe tal. No se sabe si las mediciones al respecto se han mezclado con las de alguna capital centroeuropea o se hicieron a determinadas horas de la noche, pero lo cierto es que concluir que la capital de Andalucía es menos ruidosa que Valencia, Alicante o Málaga hay que reconocer que es un verdadero acto de fe ciega. Se dirá que los datos, fríos y sin padres, desmienten el lugar común, tan subjetivo, que suele situar a la urbe hispalense entre las ciudades sureñas donde el ruido forma parte indisoluble del ambiente y de la cultura de la tierra. Patrimonio etnológico, al parecer.

Pero las cosas, con independencia de cómo algunos dicen que son, en cierto sentido también son como la mayoría de la gente las percibe. Como parecen. Sobre todo en términos políticos, que en materia de ruido cuentan. Y mucho: los electores, en especial en unos comicios municipales, dirigen su voto no sólo en base a su ideología, sino también en función de la conducta del Consistorio ante determinados problemas que, por lo general, están cerca de casa. En el barrio.

Sobre el particular, además, hay estudios de todos los estilos. Las asociaciones cívicas aseguran que el 44% de los hogares sevillanos padecen este problema. En el informe municipal, en cambio, se señala al barrio de Los Remedios como el área urbana más ruidosa en horario diurno, mientras que Nervión aparece con los índices más elevados de contaminación acústica por las noches, que son también intensos en el centro, la Macarena o Triana. Esencialmente, las áreas donde vive buena parte de la población. Claro que, a este respecto, el Ayuntamiento insiste en el optimismo que le caracteriza: su dictamen dice que "sólo" un 18% de la población está sometida a niveles sonoros diurnos superiores a los 65 decibelios, mientras que en horario nocturno "sólo" el 27% de la población está padeciendo un índice de ruido superior a lo aconsejable. Resalta sobremanera el énfasis que ponen los munícipes a la hora de acotar ambos porcentajes: que casi dos de cada diez sevillanos padezcan el ruido de día y casi un tercio tengan este grave problema de noche -cuando se supone que la mayoría de la población descansa- no es precisamente un dato para estar satisfechos. Estos porcentajes, que el Consistorio desprecia, cuentan. Resultan demasiadas veces decisivos en términos electorales.

La literatura que acompaña al citado estudio del ruido sobresale, sobre todo, por ser consecuencia directa del vicio esencial del ejecutivo municipal: enaltecer a la menor oportunidad que se presente una gestión con claroscuros. La suya. Siempre bajo la táctica de contraponer la Sevilla moderna con la ciudad tradicional o eterna, cuando ambas, en realidad, comparten más ritos profundos, usos y hasta ciertas costumbres de lo que los supuestos representantes de cada sector se atreverían a reconocer.

cara y cruz

Justo es decir que, dejando de lado este mal, tan adolescente, de la reafirmación constante -sólo se reitera en sí mismo aquel que duda de sí-, lo cierto es que el Consistorio ha hecho algunas cosas en los últimos años por atenuar el ruido. Acaso lo consiguiera hasta sin querer -en el centro la peatonalización aún es tímida, por mucho que se venda como un logro extraordinario- y sólo en algunas de las partes más reconocibles de la ciudad antigua. Haría falta más decisión en la eliminación del tráfico de los centros urbanos -que no sólo están ya en el casco histórico- y ser vigilantes con la movida. Pero, en este punto, PSOE e IU prefieren pecar de tolerantes a ser rigurosos. La ley antibotellona les obliga. Pero ellos se declararon objetores hace tiempo. La buena fama les gusta más que la norma. Y jugar a ser modernos les priva más que ser serios y coherentes. Es su elección. Ya dirán los sevillanos cuál es la suya.

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