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Arte Velázquez al descubierto

Lo que esconde 'La fragua de Vulcano'

  • El escultor sevillano Jesús Méndez Lastrucci asegura haber encontrado un autorretrato "oculto" de Velázquez en el cuadro

¿Un misterio resuelto? Aparentemente nada tienen que ver dos grandes creaciones de la Historia del Arte como son el mural de El Juicio Final, realizado por Miguel Ángel para decorar el ábside de la Capilla Sixtina, y el cuadro La fragua de Vulcano, pintado por el sevillano Diego Vélazquez, en 1630, durante su primer viaje a Italia. Más de 380 años después de que el maestro del Barroco español realizara este cuadro, otro sevillano, el escultor Jesús Méndez Lastrucci, asegura haber encontrado un elemento "oculto" en la pintura que se expone en el Museo Nacional del Prado que supondría una conexión directa con el propio Miguel Ángel.

"Velázquez rinde un homenaje al genio renacentista y lo hace tomando un motivo que la habría llamado fuertemente la atención al contemplar El Juicio Final". En una de las escenas del gran mural de la Capilla Sixtina, San Bartolomé, mártir que fue despellejado, tiene una piel de animal en su mano. Según la tradición, se dice que Miguel Ángel pintó su cara en la piel despellejada del santo como signo de que él creía no merecer el cielo, pues estaba atormentado. Méndez Lastrucci añade que "el maestro florentino sentía una gran frustración porque no pudo realizar completo el sepulcro del Papa Julio II. Se sentía mucho más escultor que pintor".

Velázquez, al conocer todos estos detalles de primera mano durante su estancia en Italia, donde permaneció un año y medio estudiando a los maestros y perfeccionando su técnica, habría decidido tributar su pequeño homenaje a Miguel Ángel retratándose en una piedra de la esquina inferior derecha de La Fragua de Vulcano, según la teoría expuesta por Méndez Lastrucci: "Ese vértice es el punto más saliente del cuadro. Nada está ahí al azar. En mi opinión es un retrato escultórico. Velázquez le mete una luz lateral que hace que los volúmenes se vean en relieve. Yo al menos así lo veo. Y lo veo muy claro y como escultor lo doy por cierto".

El "hallazgo" le habría sobrevenido a Méndez Lastrucci durante una de sus largas visitas al Prado para admirar algunas de las obras cumbre de la pintura: "Cuando te pones delante de esta obra, por sus dimensiones, te vas fijando en las escenas. Las miradas se centran especialmente en el dios Apolo, figura de luz emergente. Pero, llegó un momento en que mis ojos se fueron hacia aquella piedra y vi algo". Méndez Lastrucci revela que ha estado casi un año dándole vueltas a esta teoría y que, incluso, la ha compartido con colegas licenciados en Bellas Artes y algún profesor de Historia del Arte que se habrían quedado muy sorprendidos por el descubrimiento: "Le he atribuido el término escultórico a este guiño por el simple hecho de colocarlo sobre una piedra, material propio del escultor. Si apartamos la mirada de las mágicas anatomías y el magnetismo de los gestos y nos centramos en los pies de Apolo, vemos ese bloque en el suelo. En ella se apoyan elementos como el yunque y unas tenazas. Velázquez la sitúa sutilmente de manera oblicua para crear profundidad, situando el punto más saliente de la composición justo en su vértice". El escultor sevillano explica que de no ser por esta circunstancia ese elemento pasaría desapercibido: "Es justo ahí donde se concentra el mensaje, el guiño a modo de homenaje que ha querido burlar nuestra atención".

El supuesto retrato de Velázquez tendría trazado hasta las sienes, donde el frontal del cráneo parece doblarse y extenderse hasta encontrarse atrás bajo la sombra del mango de madera de la herramienta, que desde el suelo se apoya en la piedra. "Hasta ese elemento cumple su función de proyectar sombra como cuero cabelludo en unas formas adelantadas a su tiempo. El rostro, enfrentado al público, observa con ojo difuminado mientras el otro parece enfocarnos y atraparnos en la inmensidad de su espesura. También son perfectamente visibles la nariz y su aletilla, el bigote con forma ascendente y su sombra, la boca y el mentón".

Méndez Lastrucci no duda que este personaje que se adivina es Velázquez, "puesto que el cuadro no se hace por encargo. Lo pinta para poner en práctica lo que ha ido aprendiendo en Italia", y se aventura a lanzar una nueva hipótesis de trabajo: "Bien pudiera haber encontrado Dalí aquí alguna inspiración. Observo un nexo de unión en la interpretación de la languidez de las materias compositivas del catalán con lo ejecutado por Velázquez".

Jesús Méndez Lastrucci, que se encuentra completando la serie de 12 esculturas sobre Elvis Presley que se expondrán a partir de 2017 en el museo de Graceland, coincidiendo con el 40 aniversario de la muerte del cantante, revela que cuando más mira el cuadro, más clara ve su teoría: "Un sevillano lo pintó y, 381 años después, otro ha descubierto su secreto".

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