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CALLE RIOJA

El microcosmos de una librera

  • El primer Rastrillo solidario de la Fundación María Fulmen exhibe artículos de la faceta de anticuaria y coleccionista de esta pionera del feminismo.

Todo es de autor en la sede de la Fundación María Fulmen, nombre honorífico de la librera María González Pérez que en la calle Zaragoza abrió un faro para vidas a la deriva. Se fue la librera, pero quedó su legado. El más personal, ahora convertido en un museo de objetos que se pueden visitar (Zaragoza, 36) y comprar en el primer Rastrillo Solidario Vintage.

Allí está María Fulmen pintada por Antonio Florencio en retrato con libros y gato; la autora evocada en semblanza trazada por Marcela Lagarde y de los Ríos; librera hecha libro en el pequeño volumen de poemas Entre cuna y cama, que incluye un paseo en verso por la calle Sierpes titulado Caminando del Flor hasta el Laredo. Era coleccionista de antigüedades y miniaturas que pueden colmar la curiosidad del visitante.

Una galaxia Gutenberg con una imprenta del año de la polka y tinteros de colección. Con cintas de máquinas de escribir Pelikan, cuando una máquina de escribir era una herramienta mecanográfica y no un hacedor de best-seller. Series de cromos con estampas medievales, caballerescas y románticas, marcalibros ilustrados para leer dejando como señuelo estos dibujos procedentes de Alicia en el país de las maravillas, El gato con botas o El mago de Oz.

De instruir al visitante sobre el contenido de esta muestra de origen tan personal y motivaciones tan colectivas -"el deseo de mejorar la vida de las mujeres"-, se encarga Laura Hogman, colaboradora de la Fundación, una joven sevillana de padre argentino y madre ucraniana. En la calle Zaragoza hay hasta el 16 de noviembre una insólita tienda de ropa para calentar el sueño de los libros: ropa vintage -de segunda mano con calidad contrastada- y ropa nueva y zapatos procedentes de donaciones de particulares o de tiendas como Fabuloso Destino, que estuvo en la calle Trajano.

Entre los libros, el cliente puede adquirir alguno de los títulos que han conseguido los premios de narrativa, ensayo y poesía convocados por la propia Fundación María Fulmen. Una de las joyas de la muestra es una retahíla de cromos de actrices de Hollywood, desde Ingrid Bergman a Joan Crawford, o postales de Liz Taylor y James Dean en Gigante o de Clark Gable en un descanso del rodaje de Vidas rebeldes.

Los cuadros no están a la venta. Forman parte del patrimonio de la Fundación. Cada artista que expone en la antigua librería se compromete a donar una de sus obras a sus anfitrionas. Lo que sí está a la venta es un reloj-radio que se cierra como un bolso, artículo de espionaje de cine negro, o las primicias de la antigua farmacia Central Vda. de R.J. Urbano, con boticas en Campana y Plaza del Duque.

Es música celestial la que suena en la segunda planta, repartida entre los clásicos, ya anacrónicos y entrañables, singles y long plays. Entre los primeros, discos que contaban con el patrocinio de Fundador, el coñac que mejor sabe, No llores por mí Argentina de Nacha Guevara o el La,La, La de Serrat que no fue a Eurovisión. Entre los segundos, maridajes explosivos: Moustaki con Loli Martínez la Canastera; la hímnica de la Transición: Jarcha o Lluis Llach; el imperio de los sentidos del sordo Beethoven o del ciego Tete Montoliu. Un apartado muy recomendable, sin desdeñar el disco con todas las canciones de Grease, la película con la que John Travolta y Olivia Newton-John revolucionaron a la juventud sin Twitter ni Facebook. Pura mecanografía.

Antigüedades. Libros. Moda. Cromos. Decoración. Y mucho más. El alma renacentista de María Fulmen. Un paseo por las miniaturas con escenas de Gigante.

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