Vigésimo aniversario Expo'92

Sobre la 'prehistoria' de la Expo

  • El ex alcalde Manuel del Valle y el que fue comisario de Sevilla en la muestra universal, Ignacio Montaño, relatan sus viviencias de un periodo clave que transformó la ciudad.

Hay una Expo que recuerdan con nostalgia miles de sevillanos que la pudieron disfrutar en 1992 y otra que se gestó años atrás en despachos institucionales y cuyo recuerdo atesoran sólo un pequeño grupo de privilegiados. Ahora que se acerca el vigésimo aniversario de la inauguración de la Muestra, el testimonio de sus protagonistas resulta clave para entender la evolución de la ciudad en las últimas tres décadas, pues la gran operación que supuso el 92 para Sevilla tiene sus orígenes en los años 80.

"¿Se imaginan Sevilla sin la Plaza de España o sin el estadio del Betis? Pues sin la Exposición del 29 no existiría nada de esto; y sin la del 92, los puentes, las autovías y el AVE Sevilla sería otra cosa", apuntó ayer Manuel del Valle, el alcalde de Sevilla que sobrevivió al intenso periodo de obras que puso a punto la ciudad para el evento y también a la úlcera que le provocaron las tensiones. Su mejor recuerdo es el del día que recibió el alta en la Cruz Roja de Triana tras ser operado y pudo ir a la Cartuja a disfrutar del trabajo realizado.

Un trabajo que para Ignacio Montaño, que fue comisario del pabellón de la ciudad de Sevilla, comenzó mucho antes. Hoy tiene clarísimo el recuerdo de aquel día en el que el ministro Jaime García Añoveros le pidió que recibiera a Manuel Prado y Colón de Carvajal, que llegó hasta su despacho de la madrileña calle de Alcalá "con tres o cuatro locos que querían hacer una Expo en Sevilla". Corrían aún los años 70 y, a pesar del escepticismo de aquel Gobierno de la UCD, Montaño, sevillano de Alcalá del Río, puso todo su empeño para poner los primeros peldaños para hacer realidad un sueño que se atribuye a la misma madre del Rey.

Lo primero fue crear la Sociedad Estatal para la Conmemoración del V Centenario, una sociedad estatal donde el único sevillano fue Montaño y que luego dio paso a la Sociedad Estatal Sevilla 1992 que, hasta 1985, no tuvo un sede en Sevilla. "Un caluroso día de julio buscábamos por la Palmera un chalé para instalar la sede y vimos uno, Villa Lola; le preguntamos a un aparcacoches si sabía si el inmueble se vendía o arrendaba y, sin quitarse el cigarro de la boca, nos dijo: olvídese, eso es ya para los de la Expo", recordó divertido el ex comisario. Gracias a la mediación de Ángel Ojeda, se negoció y, tras barajarse la Casa Rosa, se optó finalmente por la Casa Sundheim, también en la Palmera.

Fue entonces cuando desembarcó Manuel Olivencia, nombrado por Felipe González comisario general de la Exposición. Pero antes se barajaron otros nombres: el de Ricardo Bofill, que provocó una fuerte contestación en la sociedad sevillana, y otro que pocos conocen, el de Jesús Aguirre, duque de Alba, que luego sería nombrado comisario de Sevilla. "Me enteré de lo de Bofill una hora antes del Pleno municipal donde se iba a anunciar su nombramiento, eso fue un gran fallo y, por otra parte, Sevilla no había sido consultada, así que lo mejor fue recoger velas para poder seguir adelante", comentó Del Valle, que ya había vivido alguna que otra feroz campaña mediática en su contra.

De que el duque de Alba iba a ser nombrado comisario general da buena fe Ignacio Montaño, que, anecdótico como ninguno, destapó ayer un secreto: "Aguirre llamó a Olivencia para decirle que Felipe González lo iba a llamar para proceder a su nombramiento y, como se iba unos días con la duquesa a París, le dejó un teléfono para que pudiera localizarle. Y Felipe llamó, sí, pero para nombrar a Olivencia".

Cosas de la política que hizo que la Expo la inaugurase como alcalde Alejandro Rojas Marcos, uno de los más críticos con la Muestra en el periodo preExpo y que arrebató la Alcaldía al PSOE. Luis Yáñez, el candidato socialista, "se opuso a que se tirase el muro de Torneo", apuntó Del Valle que hoy se enorgullece de haber transformado la ciudad que se enfrentó a la Expo con un PGOU de 1964 que no había sido ejecutado en su totalidad. En dos años se elaboró un nuevo plan de ordenación y, como había dinero para ejecutarlo, la Expo fue una realidad en un tiempo récord.

El gran éxito de la Expo se atribuye a los sevillanos que abarrotaron durante seis meses el recinto de la Cartuja después de haber sido los más críticos con el proyecto. "El problema es que Sevilla estuvo engañada desde 1985 a 1992, pero cuando pudo visitar la Exposición fue cuando se dio cuenta de qué era aquello", apuntó ayer Jaime Montaner, entonces consejero de la Junta de Andalucía, a Del Valle.

Ninguno dudó ayer en admitir la existencia de un fuerte movimiento mediático capaz de manipular a la opinión pública. De hecho, el ex alcalde fue muy claro: "Vinieron a verme unos empresarios para pedirme 2.000 millones de pesetas por una cobertura favorable de la Expo y, como no aceptamos..." Del Valle rememora incrédulo cómo se pidieron firmas para excomulgarlo por haber traído por primera vez a Sevilla a Els Comediants, el grupo catalán de teatro a quien se le encargó la cabalgata que a diario recorría la isla con un obispo borracho entre sus figurantes.

Montaner, sentado entre el público, formó parte del equipo que presentó la solicitud formal para celebrar la Expo en Sevilla en París en 1982, junto al ex alcalde Luis Uruñuela. Con el respaldo que su experiencia le da, ayer insistió en que hubo "una obsesión maniquea de provocar una ruptura entre los que estaban haciendo la Expo y la Sevilla eterna". El ex consejero apuntó que entre 1985 y 1987 hubo una auténtica parálisis del proyecto y se refirió a reuniones en la Moncloa con Felipe González, en las que participó junto con José Rodríguez de la Borbolla y Manuel del Valle para buscar una salida. Y fue entonces cuando apareció en escena Jacinto Pellón. Apodado maliciosamente El albañil, pues fue la mano que puso en marcha las obras, falleció hace unos años en la más absoluta soledad social de una Sevilla que nunca le reconoció sus méritos. Montaner y Del Valle están convencidos de que ellos fueron algunos de los que adoptaron el rol de malos de la película para conseguir que la Expo pudiera ejecutarse en la Cartuja, pues hubo quien planteó incluso distribuirla por toda la ciudad.

La prehistoria de la Expo comenzó en la Casa Real hace más de treinta años. Se clausuró en octubre de 1992, eso es ya historia. Y hay un presente, un legado vivo en la Cartuja, un territorio que, según apuntó ayer el presidente de la tecnópolis que alberga estos suelos, aún no ha sido integrado en la ciudad. Pero éste es otro capítulo.

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