José Antonio Cuello Contreras. Jefe de Servicio de Medicina Interna del Hospital Virgen del Rocío

"El signo de esta crisis es echar a los buenos y no a los pencos"

  • Siempre ha vivido en Sevilla y siempre ha trabajado en el mayor hospital de la ciudad, donde comenzó hace 38 años en los estertores del franquismo, ayudó a fijar las bases del sistema autonómico de salud, y desde el que quiere defender las esencias del servicio público para que la crisis no se lleve por delante ese pilar del bienestar social.

POLÍTICA y medicina se ven las caras en encontronazos diarios, con recortes, huelgas, despidos,... Momento crucial para analizar pasado, presente y futuro del sistema de salud, con José Antonio Cuello, un médico que, sin militar en el PSOE, y sin ocupar cargos porque desestimó los ofrecimientos (Pablo Recio, primer consejero de Salud, le pidió sin éxito ser su jefe de gabinete), ha influido en el proyecto de implantar un modelo socialdemócrata en Andalucía. Hace unos días, el presidente Griñán le entregó un premio por su implicación en la sanidad pública en favor de las personas mayores, y por su capacidad de empatizar con todo tipo de pacientes desde la primera vez que se ven en la consulta.

"Llegué a la medicina sin vocación, fue la carrera que le sugirió para mí un médico forense a mi madre. Pero mi pasión ha ido de menos a más como un enamoramiento sin fin. Empecé la carrera en 1967, en el 73 ya hice sustituciones en la Seguridad Social, en el 74 saqué el MIR, y un 6 de enero hice mi primera guardia de facultativo especialista de área, en urgencias del Hospital General. Ahí superé el vértigo a tomar en cuestión de segundos decisiones que determinan la salud del enfermo".

Siempre ha trabajado en el mayor hospital de Sevilla. No se reivindica como gestor, "bendito el día en que la dirección de la Unidad de Gestión de Medicina Interna la asumió Manuel Ollero Baturone, magnífico profesional al que le pasé el testigo. Yo voy a estar siempre aportando criterio para apoyar la sanidad pública andaluza, dando ideas al director gerente del SAS, y preservarla ante el riesgo de laminación, que ya está ocurriendo en otras comunidades autónomas".

–¿Hubo exceso de politización y enchufismo proselitista cuando se creó el sistema autonómico de salud?

–Antes de eso, la UCD sufrió cómo los capitostes franquistas que mandaban en hospitales como éste le ponían trabas. Cuando el PSOE alcanzó el poder autonómico, puedo asegurar que no tiró de las gentes más ideologizadas, sino de las personas próximas con más capacidad de aprender a gestionar. Porque es mentira que hubiera entonces una pléyade de profesionales con experiencia en gestión de lo sanitario. Era dramática la escasez de cualificación para eso. Pero hubo tortas para alcanzar esos puestos, por parte de personas de todas las ideologías. Sí se rellenaron determinados niveles con cercanos, Y seguro que algunos eran unos aprovechados. Eso ocurre todavía. Nuestra cultura católica nos hace más tribales en la política, por eso se tiende a querer gobernar con los nuestros. Es un pecado de la Europa meridional. Pero lo pienso y lo comparo con mi propio trabajo en el hospital. Es un calvario soportar a personas que deben ser tus colaboradores pero no sintonizas con ellos y te hacen la vida imposible. De eso a perseguir a quienes tienen criterios distintos, va un abismo.

–¿Qué le preocupa más cuando llega al hospital?

–El porvenir de más de media docena de jóvenes médicos que están muy en precario en mi área. Son buenísimos en expresividad emocional, en la cabeza bien amueblada, en asumir responsabilidad. En Andalucía, si no le ponemos freno al deterioro del sistema, se nos va a ir entera una generación de jóvenes extraordinariamente cualificados. ¡Cómo se empobrecerá si prescinde de la vitalidad de los mejores jóvenes!. Sería un pecado social. Tengo miedo a que se cometa ese asesinato profesional con esta generación. Me están preocupando tanto o más que los pacientes mayores. Viven con angustia su incertidumbre laboral. Le tienen miedo al paro porque, hoy en día, puede ser el escalón previo a la indigencia.

–Con la perspectiva de 30 años, ¿cuáles son los principales aciertos de nuestro sistema de salud?

–Su calidad está muy por encima de lo logrado en justicia, educación, transporte, vivienda. Que la salud pública de los andaluces sea comparable y superior, en ocasiones, a la francesa y a la catalana, es milagroso. Es mérito de los profesionales y de los gestores, se han articulado políticas eficaces. Mi admiración a tantos médicos capaces de convertirse en magníficos gestores de sus áreas, en valientes impulsores de cambios para mejorar. Ychapó también para quienes, con otra formación y experiencia, se han especializado en organización de servicios sanitarios, como nuestra consejera de Salud.

–¿Y los principales fracasos?

–La medicina de cabecera es el mayor déficit. La sanidad primaria necesita una segunda revolución, un cambio mucho más humanizador, menos burocrático, más cercano, más de domicilio, de la idea primigenia del médico de cabecera que antes solo abarcaba a la parte privilegiada de la población. Es la sanidad que realmente hace el seguimiento médico horizontal, pero en Andalucía se ha primado en exceso verticalizar el seguimiento. Ahora, en una consulta primaria, se están haciendo con la misma función tres tareas: la de ventanilla, la de mostrador y la sanitaria de verdad. Me avergüenza que el paciente esté menos tiempo que cuando va a una ventanilla del banco.

–¿El sistema no tiene más defectos?

–Sí, apunto dos más. Se ha roto el binomio bienestar-salud. En cambio, se potencia el de bienestar vinculado a la dependencia. Y si se destinara más inversión en salud, se ahorraría mucho en gasto para la dependencia. Otro problema del sistema es la servidumbre obsesiva a la tecnología. Hace perder el horizonte del gasto imprescindible en tareas sanitarias que no forman parte de la carrera por la enésima tecnología punta. Y quedan desguarnecidas, porque la continua compra de tecnología para pocos casos acaba consumiendo recursos básicos. Hay que contener esa inercia. Es responsabilidad de los profesionales que nos pongamos de acuerdo. Es imprescindible.

–Con la actual restricción presupuestaria, ¿en la lucha por dinero prima el consenso entre los jefes médicos, o cada uno va a lo suyo?

–Hemos tenido mala suerte porque la crisis ha llegado justo cuando se empezaba a sacar resultado al modelo de gestión clínica más descentralizado. A todos nos coge con el paso cambiado y ahora a todo el mundo, comenzando por los políticos que gobiernan, se les pone cara de desilusión y hasta de depresión. Han de tomar decisiones desagradables. La que les cae encima a quienes asumen la dirección conjunta de más de un gran hospital. En la gestión de áreas, ha de primar el consenso para remover lo ineficaz. No desde el ordeno y mando, sino implicando a médicos, a directivos y a investigadores para definir qué es lo esencial. Ni se puede dejar en manos de un médico a su libre albedrío, ni al exclusivo criterio de quien maneja números y no pacientes. Estos procesos son lentos, pero más eficaces. La presión mediática, en cambio, lo que urge es a quitar directivos.

–Muchas personas creen que se blinda a la burocracia y se reduce empleo en la atención al paciente.

–En el debate sobre dónde se desinvierte o se reasignan recursos, es una contingencia muy sometible a la demagogia decir que sobran quienes investigan sobre la gestión y la calidad de la sanidad. Creo que es incluso hasta alta la dotación de médicos en las plantillas. Tener un médico de cabecera por cada 1.200 ciudadanos es una ratio muy buena. Y, sin embargo, como he dicho antes, es un servicio básico al que le falta una segunda revolución. Subrayo lo siguiente: es lamentable que jóvenes médicos sensacionales se vayan a la calle, mientras no sufren incertidumbre alguna por su futuro quienes no pegan ni golpe y se sienten amparados en la fijeza de su puesto de trabajo. Me temo que en los recortes no se van a hacer siempre esfuerzos correctos porque es signo de nuestro tiempo acabar con los políticos, con los directivos, con los organizadores, con los jefes, con los líderes... Trabajan mil veces más que los pencos y nadie se mete con los pencos.

–Concrételo más.

–Hay servicios de organización sanitaria mucho más importantes que mi consulta. En un hospital general como éste, gestores como el subdirector médico son imprescindibles. Y estoy plenamente convencido de que algunos de mis compañeros asistenciales son totalmente prescindibles. Pero la demagogia arremete contra todo lo que suene a cargo directivo. En esta situación de estrecheces, quienes deberían salir salieran perdiendo son los malos profesionales, no los buenos directivos. Pero me temo que los políticos se dejarán someter por la presión de la calle y la mediática.

–¿Por qué no funciona la evaluación de quién vale y quién no vale?

–Nunca lo permitirán los sindicatos, ni de derechas ni de izquierdas. Tienen demasiada capacidad de obstrucción. Los profesionales malos deberían estar acojonados, y los buenos incentivados y satisfechos. Los malos tendrían que recibir advertencias tras ser evaluados. En eso no ha sido valiente el SAS.

–¿Cómo percibe que afrontan la situación muchos de sus colegas?

–Se ha suspendido y paralizado el impulso para aportar ideas innovadoras, renovadoras, expansivas... Todo está cohibido y ese ambiente hay que cambiarlo. Una organización tan importante como la nuestra no puede sobrevivir mucho tiempo dedicada exclusivamente a administrar los ajustes. Para mí, como individuo, es un idilio atender a cada paciente. Como grupo, quiero que la imaginación solucione lo que no alcance el dinero. No podemos estar todo el día hablando de la subida a 37,5 horas de la jornada laboral.

"Ya hay pensionistas que piden descuento en las medicinas bajando su calidad". Uno de los efectos de la crisis más impactantes lo percibe el doctor Cuello cuando trata a personas de edad avanzada. Yson muchas porque en su unidad se atienden anualmente a unas 7.500, cifra que sube a 20.000 si se incluye su implicación en pacientes ingresados en el hospital. "Con el copago, cada vez son más los pensionistas que nos hacen tres preguntas cuando les formulamos un tratamiento. Lo primero, cuánto le va a costar. Después, si lo pueden tomar en días alternos, para que les dure más gastando menos. Y la tercera, si es posible un descuento bajando la calidad de las medicinas. Tremendo. Ya vivimos discusiones de envergadura, en los niveles de gestión, a la hora de decidir qué fármaco se suministra para hacer viable el sistema. Hay que evitar que el debate sobre los recortes se convierta en un pulso entre ricos y pobres. Hay que ponerse en el punto de vista del pensionista con pocos recursos".

"Es un error darle a los sindicatos poder para cogobernar". Es crítico con las estrategias y las actitudes "corporativistas, clientelares e inmovilistas" tanto de los sindicatos generalistas como los de profesiones médicas. "Presionan contra José Luis Gutiérrez, director gerente del SAS, que está haciendo cabriolas para que el sistema de salud pública subsista. Los dirigentes sindicales sobreactúan para contentar a la gente cabreada, saben que estamos en una encrucijada presupuestaria durísima. Se cometió un grave error en la exagerada concesión de cogobierno. Los sindicatos pueden y deben fiscalizar, pero no cogobernar con los directivos de la sanidad. Todas las zancadillas que ponen a la autonomía de los profesionales en las unidades de gestión clínica se acabarían si se aceptara incluir en sus consejos de dirección a un sindicalista. Eso me lo han confesado. Esa concesión no se les debe dar".

"¿Y fuera de la política no se roba?". "Las dos decepciones más grandes de mi vida son la Iglesia y el comunismo". Confesión de quien pasó de ser católico de comunión diaria a militar en el PCE. De quien a la vez fue expulsado en el franquismo de la Facultad de Medicina por su militancia política (aunque le permitieron hacer los exámenes finales) y en aquellos tiempos tuvo amistad con Juan Bermudo, director del Hospital General, aunque representara el poder franquista que él quería derrocar. Se enorgullece de su relación con los políticos y considera desmedido su desprestigio. "Le tengo respeto profundo a la responsabilidad que asumen. Si cualquiera de las profesiones estuviera tan con el culo al aire, se verían grandes espectáculos. Son imprescindibles, sin trabajo político no hay progresión de la sociedad, Sí, también hay políticos que roban. ¿Y fuera de la política no se roba?".

"¡Qué distinto era el Colegio de Médicos con Pedro Albert!". José Antonio Cuello fue vocal de médicos jóvenes en el Colegio de Médicos de Sevilla durante los estertores del franquismo y al comienzo de la transición, bajo la presidencia de Pedro Albert, eminente neurocirujano fallecido este año. "Gracias a Albert fue una etapa brillantísima del Colegio, acogió a todos pese a las presiones del régimen. Era un hombre estupendo. La gente creía que era rojo. Todo lo contrario, era un liberal, que años después fue candidato de Coalición Popular a la alcaldía de Sevilla. Con él y su directiva, el Colegio de Médicos funcionó bajo principios democráticos". No quiere pronunciarse sobre la investigación judicial abierta contra el actual presidente, Carlos González-Vilardell, por presuntos abusos de poder en sus emolumentos. "Sigo estando colegiado, pago mis cuotas, pero me siento un no colegiado virtual. Desde que fue su presidente Rafael Barroso y lo hundió, el Colegio es una organización que para mí ya no tiene razón de ser. Son unas camarillas que ponen la colegiación al servicio de sus intereses y de su guardia pretoriana. ¡Qué distinto era todo con Pedro Albert!".

"Sufro a los sevillanos ombligueros que parecían ser una etapa superada". José Antonio Cuello, de 63 años, casado en segundas nupcias, sin hijos, es el tercero de los cuatro vástagos de un matrimonio de comerciantes asentado en el barrio del Arenal con Contreras, su tienda de telas, y apegada a la Hermandad de la Carretería. Estudió en los Maristas. Siempre ha vivido en Sevilla, ahora reside en el barrio de Santa Cruz. "He sido monaguillo, nazareno, costalero, diputado de tramo,... He sido un sevillanito de los que se arranca a bailar en la Feria... Pero me agobia padecer cómo un grupo de sevillanos se sienten propietarios de esta ciudad en todos sus ámbitos y frenan su modernización. Y se han crecido con el acoso y derribo a Monteseirín y con la llegada de Zoido a la Alcaldía. Yo pensaba que esa Sevilla ombliguera estaba superada y, sin embargo, la estamos sufriendo de nuevo. Yo, que he llevado a gala enseñarle a mucha gente las cofradías, siento que me están exiliando. Cada vez estoy mejor en Conil que en Sevilla. Como un marinero en tierra, junto a mi mujer, dedicado a leer, a pensar (sobre todo temas de ética), a pasear. Ya no voy a la Feria, solo veo un par de cofradías. Antes, yo era un parroquia que estaba metido en todo tipo de militancias y actividades sociales. Ahora, soy más un solitario, me veo poco con los amigos, y lo que valoro por encima de todo es disfrutar de una conversación sólida".

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