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Rafael Valencia. Arabista y académico de Buenas Letras

"Durante Al Ándalus, Sevilla también cargó con el tópico del chiste y la juerga"

  • Hijo intelectual de Pascual de Gayangos y agricultor a ratos por lealtad a su pasado, este profesor encarna hoy la antigua tradición de la enseñanza del árabe en Sevilla

-Usted pertenece a la muy extensa y secreta colonia de extremeños en Sevilla.

-Nací en Berlanga (Badajoz), donde aún conservo unas tierras familiares que cultivo más por cuestiones sentimentales que económicas. Es un paisaje que, para mí, se ha ido quedando despoblado con la desaparición de mi padre y sus hermanos, y que ya apenas supone nada para mi hijo… Algún día tendré que vender la finca. Además, guardo buen recuerdo de mis siete años como interno en el colegio de los jesuitas de Villafranca de los Barros y, casi todos los veranos, hago una especie de peregrinación por el norte de Extremadura: Yuste, el Jerte, Guadalupe, una tierra que me fascina. Podría decir que Berlanga es mi tierra natal y Sevilla mi tierra vital.

-¿Fue la almohade la auténtica época de esplendor de la Sevilla islámica?

-Fue la que dejó más impronta en la ciudad, la más brillante. Sevilla fue la capital del imperio y ahí quedan sus restos, como la Giralda o la Torre del Oro. Era la Sevilla en la que Averroes estaba de juez y acogía los estudios de Medicina más avanzados de su época, con el hospital de los Avenzoar, que se ubicaba posiblemente al lado de la Laguna de la Pajería, entre la Avenida y el Mercado de Entradores. Una curiosidad: Avenzoar nieto admitió ser primer ministro en Marrakech tras ponerle como condición al califa que le construyese en la ciudad africana una réplica exacta de sus casas sevillanas, algo que le fue concedido. Además, este personaje regresó a Sevilla para investigar un caso de corrupción en torno a la construcción de la mezquita aljama (donde hoy está la Catedral) y su alminar. Descubrió a los culpables y los encarceló.

-Es decir, que la Sevilla islámica tampoco se libró de la corrupción.

-Un poco antes de la creación del mundo ya se distraían fondos públicos.

-¿La Sevilla mora también tenía fama de ciudad jaranera?

-En todas las épocas árabes (califato, taifas, almohade, etc.) Sevilla también cargó con el tópico de ser una ciudad dedicada al chiste y la juerga... Era la ciudad de los poetas, un sitio donde el lugar común decía que la gente se dedicaba a divertirse y a cantar. Daba igual que aquí viviesen científicos y navegantes de primer orden, la leyenda repetía machaconamente que los sevillanos eran gente dedicada al chiste. Como se ve, es algo que nos ha perseguido hasta nuestros días.

-¿Y también existían ya los sevillanistas y los antisevillanistas?

-Durante el siglo XI se gestó todo un género literario: la alabanza y el vituperio de Sevilla. Además, se desarrolló un amplio corpus de refranes y dichos de Triana contra Sevilla y viceversa.

-Sobre ese tema, los refranes en la Sevilla árabe, versó su discurso de ingreso en la Real Academia de Buenas Letras, un texto en el que sigue los pasos de Pascual de Gayangos, otro de esos sevillanos egregios apenas conocidos en la actualidad.

-Nació en 1809, hijo de un militar que se desplazó a Sevilla con la Junta de Defensa durante la Guerra de Independencia, cuando el gobierno de la nación estaba en el Alcázar. Aunque fue una casualidad, Gayangos siempre se consideró sevillano. Fue el padre del arabismo español y tuvo una gran influencia intelectual. Por ejemplo, el padre y el abuelo de los hermanos Machado se consideraban sus discípulos. La condición sevillana de Gayangos fue importante para que, cuando se puso en marcha la Ley Moyano a mediados del siglo XIX, Sevilla fuese uno de los sitios donde se decidió que se impartiese el árabe.

-¿Se inauguró así una tradición en la ciudad?

-Sevilla es uno de los sitios de España con una tradición más antigua en la enseñanza del árabe. No se olvide que aquí, en los siglos XVI y XVII, hubo un centro de estudio de lenguas orientales en el convento de San Francisco, en lo que hoy es la Plaza Nueva, donde los franciscanos se preparaban para ser misioneros en África. Estos estudios luego se trasladaron a Chipiona, al monasterio de Regla. Tampoco se olvide que el último cardenal de Sevilla, que fue arzobispo de Tánger, el franciscano Carlos Amigo, es un gran conocedor de la lengua árabe.

-De los refranes árabes que ha estudiado, ¿se conserva alguno?

-Hay algunos muy curiosos y adaptados al medio. Por ejemplo: "Andaba más sucio que un aceitunero del Aljarafe". También: "Los olivos o te llevan a la riqueza o a la probreza". Hay otros que gustan mucho a mis colegas profesores: "Cuando el alumno no tiene entendimiento, de nada vale lo que haga el maestro" o "Le ayudé a disparar el arco y, en cuanto aprendió, me disparó a mí". Como verá, todos tienen vigencia.

-Y de esa guerra fría entre la Sevilla y la Triana mora que antes apuntó, ¿qué me cuenta?

-Es curioso, porque hay dichos que se repiten en una y otra orilla, pero con el sujeto cambiado. Por ejemplo, dicho en Sevilla: "Triana hará la falta y Sevilla cargará con la culpa". Y dicho en Triana: "Sevilla hará la falta y Triana cargará con la culpa". Es decir, la ciudad doble que está unida, o separada, según se mire, por el río Guadalquivir.

-¿Quién fue su maestro?

-Esta pregunta se la voy a responder como se hace en el mundo árabe, trazando una genealogía intelectual. Yo estudié en Sevilla con Eugenia Gálvez, que estudió con Emilio García Gómez, que estudió con Miguel Asín, que estudió con Francisco Codera, que estudió con Julián Ribera, que estudió con Pascual de Gayangos. Después estudié en Barcelona con Juan Verenet... Después, hice mi tesis en Madrid con Joaquín Vallvé, que estudió con García Gómez... etcétera.

-Es decir, al final siempre acabamos en el sevillano Pascual de Gayangos.

-Ya le dije, fue el padre del arabismo moderno español. Era un hombre con la ilustración del siglo XVIII y el positivismo del XIX.

-Ni las raíces musulmanas de España ni el atractivo que, actualmente, tiene el estudio del Islam contemporáneo son cuestionables. Sin embargo, la especialidad de Árabe sigue siendo muy minoritaria.

-Según se mire. Cuando yo hice la especialidad en Barcelona, era el único estudiante de mi curso, no tenía ningún compañero. En la actualidad, hay cincuenta alumnos en la Universidad de Sevilla. El aumento es considerable, sabiendo que hablamos de números limitados.

-¿Qué zona urbana de Sevilla le parece más genuinamente árabe?

-El aire, porque es muy difícil separar las huellas históricas en la ciudad. Ahí tenemos la Giralda, con sus piedras romanas en la base, el alminar almohade y el campanario de Hernán Ruiz. ¿Quién hizo la Giralda?

-¿La ciudad como espacio mestizo?

-Exacto. Se ve muy claro en el Alcázar, donde la mezcla entre lo cristiano y lo moro es absoluta... como la leyenda que reza "Dios salve a nuestro señor el sultán don Pedro". Al heredero de Fernando III y Alfonso X se le considera el sultán de Al Ándalus. Estos recursos, que tienen una fuerza enorme, habría que aprovecharlos mejor hoy en día. Yo, al menos, conozco una docena de hospitales en el mundo árabe que se llaman Avenzoar y, cuando vas, todos te recuerdan que era sevillano. Aquí, en Sevilla, apenas se conoce esta figura muy importante en la historia de la Medicina y la única mención es la de la fundación del Colegio de Farmacéuticos.

-Hay un cierto sector del arabismo, como el siempre estimulante y apasionado Serafín Fanjul, que matiza mucho, pero mucho, la herencia árabe española.

-Eso es algo que siempre ha existido en el arabismo español, desde los discípulos de Pascual de Gayangos. Hay gente que piensa que una persona, por el hecho de ser arabista, debe ser un incondicional de todo lo árabe e, incluso, de todo lo musulmán. En el arabismo hay de todo, como en botica.

-Todavía se escuchan debates sobre si Sevilla es romana o es mora. Parece difícil encontrar un discurso integrador.

-Al Ándalus no se puede reducir a Andalucía ni viceversa. Aquí hubo influencias tan importantes o más que la islámica. Por ejemplo, la americana.

-Sí, pero al sevillano, por lo general, le gusta sentirse romano más que islámico.

-Una cosa no debería quitar la otra. No debemos definirnos por exclusión, porque entonces dejamos una parte de la historia fuera. Antiguamente, cuando se hacía una excavación arqueológica, todo lo que estaba por encima de los estratos romanos iba directamente a los escombros, desde la época visigoda a los botellines de la Cruzcampo. Hay que tener claro que los visigodos asumieron a los romanos y que los árabes asumieron a San Isidoro y que Pedro I asumió, perfectamente, lo árabe. ¿Por qué esta naturalidad? Porque estamos, simplemente, ante diferentes versiones de la mediterraneidad.

-Ha mencionado a San Isidoro, otro sevillano muy citado y poco conocido.

-Él es quien realiza la última versión del Mediterráneo clásico. Isidoro de Sevilla se traducirá al árabe de todas y cada una de las maneras. Esta mañana, precisamente, he estado con mis alumnos trabajando sobre una versión árabe de las Etimologías hecha en el siglo XII, pero usando ilustraciones del siglo IX realizadas en Sevilla.

-Caro Baroja escribió que los moros habían quedado como "entes proverbiales en el folklore" español, personajes de una época fantástica sin un tiempo definido. Ahí están las leyendas de los tesoros moros.

-Sí [se ríe]. Me estoy acordando de que, cuando estuve de director del Instituto Hispano-Árabe de Cultura de Bagdad, entre 1979 y 1982, había gente de mi pueblo que me decía: "¿Así que tú estás donde los moros? Allí hice yo la mili" .

-Antes ha hablado de Emilio García Gómez, considerado por algunos como el arabista del 27 y cuyas traducciones de poesía andalusí fueron importantes en la obra de Lorca. ¿Han sido superadas?

-García Gómez conocía muy bien el árabe y el español. Hizo traducciones de canciones andalusíes usando en el castellano el mismo ritmo que en el árabe, algo que es muy difícil. Sin embargo, sus traducciones, muchas de ellas en endecasílabos, pueden sonar un poco distantes para la gente más joven. Hay que verter el vino añejo en odres nuevos.

-Además del árabe, también sintió la llamada del cine.

-Me saqué el diploma del Cine Club Vida, de los jesuitas, donde impartían sus enseñanzas el padre Alcalá, Rafael Utrera, Juan Fabián Delgado, Francisco Casado. Eran cursos muy serios en los que tuve como compañeros a Pepe Conde, actual realizador de Canal Sur, y a Eusebio Graciani, ayudante de dirección de Almodóvar. Llegué a hacer un cortometraje que se llamaba Los cinelugnos con el que nos distinguieron en un festival de cine aficionado que había en Sevilla. Sigo guardando una gran afición al cine.

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