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La casa por la ventana

  • Miradas. El arquitecto Antonio González Cordón muestra la casa que se hizo en Santa Ana en una serie de cuadros de mediano y gran formato.

NORMALMENTE los arquitectos pintan la casa y después la construyen. Antonio González Cordón (Sevilla, 1950) la hizo y ahora la pinta. El resultado, este simulacro de mudanza de su casa de Santa Ana a Jesús del Gran Poder, se inauguró ayer en el estudio Alminar.

Son muchos los nexos de este arquitecto con la pintura: su hermana conserva óleos que hizo con quince años; dudó entre Bellas Artes y Arquitectura y cuando se decidió por ésta, integrante de una promoción artística, se examinó de materias como Estatua al Carbón o Apuntes al Natural. En 1981 se hace cargo de la nueva sede de la Cámara de Comercio y se rodea de pintores, de los mejores: Guillermo Pérez Villalta hace el toldo; Luis Gordillo, la alfombra; Paco Cortijo, el retrato del Rey. También cuenta con Teresa Duclós, pintora y nuera del arquitecto Josep Maria Sert, que le regaló como obsequio nupcial la casa de Nervión.

Estos lienzos acrílicos de González Cordón son una biografía de la casa. El arrebato pictórico, por ponerle un título cinematográfico, ha sido consecuencia de una sucesión de catastróficas desdichas: su hija Manuela, la pequeña, se ha emancipado, se ha ido a vivir a Torneo, y para ella es el primero de los cuadros. Una fuga que le ha regalado a su padre un sótano y le ha liberado de la servidumbre del caballete portátil. Al pintor que emerge del arquitecto le ayuda que el trabajo de éste "está bajo mínimos" y que ha salido de una operación de rodilla que le regaló muchas horas de permanencia en esta casa que ahora disecciona en retazos.

El estudio Alminar se fue llenando de amigos. La mayoría arquitectos: Guillermo Vázquez Consuegra, Víctor Pérez Escolano, los hermanos Rubiño, Pura García Márquez, Enrique Cosano, Pepe Daroca, Haroldo Lorite. También acudieron Antonio Cruz y Antonio Ortiz, autores del edificio gaditano de Ciencias del Mar donde cursa estudios Manuela González, la joven que liberó el caballete de su padre.

La calle Jesús del Gran Poder estaba llena de vida: los que acudían a la exposición de tan ilustre vecino; una cata de vinos en La Casa de los Quesos; el zapateado en la academia de baile de Alicia Vega. González Cordón abre las puertas de su casa: allí están los guijarros con hojarasca -cuadro que será propiedad de su hija-; el ficus de la terraza; un jazmín "chino o japonés" que florece una vez al año, que apenas huele pero estalla en una catarsis cromática; el cuadro que Evaristo Bellotti le regaló en Nueva York; la luz entrando en una sala; la biblioteca, libros sin título, todos de arquitectura; el salón-comedor con la mesa lista para comer: vasos y platos de Ikea, tapete de Alvar Aalto, el arquitecto finlandés. "En un viaje de estudios me llevé a los alumnos a Copenhague a ver la obra de Jakobsen y a Helsinki la de Aalto".

Además de Manuela, detonante familiar de esta vocación pictórica, estaban sus hermanos gemelos Ignacio y Antonio González Liñán, de la cosecha de 1976. Como los hermanos protagonistas de la novela de Walter Abish Tan alemanes, uno es novelista, acaba de debutar con El puzzle, y el otro arquitecto. Comparte estudio con su padre en la calle San Vicente, la misma en la que se hicieron sus casas los arquitectos Joaquín Díaz Langa y José Galnares Sagastizábal, sede del PSOE andaluz que preside Amparo Rubiales, que acudió a la inauguración con su esposo, el arquitecto Víctor Pérez Escolano.

La casa que ha pintado González Cordón la hizo "en paralelo" a la que su amigo Félix Pozo, recientemente fallecido, se hizo en Conde de Torrejón. Félix estuvo en esta misma sala Alminar cuando inauguró sus dibujos Álvaro Siza. De Santa Ana a Jesús del Gran Poder. "Yo nací en Miguel Cid, 44", dice el arquitecto-pintor. "En 62 años me he movido 300 metros. Cuando iba con mi padre a ver al Betis a Heliópolis en tranvía parecía que íbamos a Bilbao". Un estadio que rehabilitó parcialmente. Es la persona que más ha hablado de arquitectura con Lopera. "Respetó absolutamente el proyecto, primero porque no entendía, y después porque nadie le asesoraba".

Por Alminar pasaron antiguos alumnos de sus clases de Proyectos, en las que contaba con la asistencia de su colega Ignacio Rubiño, que también expuso sus pinturas en esta misma sala.

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