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Sevilla

La otra cara de la corrala Utopía

  • Familias que han salido del bloque ocupado junto a San Lázaro denuncian la manipulacion que sufren algunos inquilinos y lamentan obstáculos que les impidieron alcanzar un acuerdo antes.

Rebeca Moreno y Macarena Cruz cuentan el tiempo que estuvieron viviendo en la corrala Utopía como si se tratase de una condena: catorce meses. La primera es madre soltera de un niño de 5 años y la segunda tiene marido y dos niños, de 4 y 9 años. Hasta el bloque ocupado junto a San Lázaro llegaron empujadas por la desesperanza y la necesidad de un techo, como otras familias. Y dos meses después empezaron a comprender que luchar en la corrala "con dos ovarios" -grito de guerra de sus vecinas- no les serviría para encontrar una vivienda o un alquiler social acorde a su situación. "Yo les decía que ocupáramos viviendas públicas porque así podríamos hacer más presión y sería más fácil encontrar una solución, pero no", apunta Rebeca Moreno.

Al igual que ella, Macarena Cruz, que fue una de sus vecinas en la corrala, están convencidas de que allí sólo interesa el boom mediático por encima de hallar soluciones reales. "Para los reportajes siempre llamaban a las mismas, a mí sólo me escogieron para una televisión de Tokio, seguro que viene algún japonés para ayudarme", bromea Macarena Cruz, para quien su problema no es global, sino personal.

Ambas han recuperado el sentido del humor tras instalarse en dos pisos de alquiler ofrecidos por Ibercaja, la propietaria del inmueble ocupado. La corrala se ha sentado con la entidad pero ha rechazado sus ofrecimientos, pese a la mediación del gobierno municipal y del Defensor del Pueblo. "Si no llega a ser porque acudimos de manera particular al Ayuntamiento hoy seguiríamos allí", aseguran satisfechas con el acuerdo alcanzado: un contrato de alquiler prorrogable a cinco años que se acompaña de una bolsa de 4.080 euros que les permitiría estar sin abonar ninguna cuota durante doce meses, así como ir aportando mensualidades de 100 o 120 euros en base a lo que cobren en cada momento.

Desde mayo, el Ayuntamiento de Sevilla ha ayudado a cuatro familias a salir de la corrala mediando con La Caixa y con Ibercaja. Y hay una quinta que abandonó San Lázaro para irse con su nueva pareja. "Estábamos engañadas, nos decían que faltaban informes sociales, que todo se estaba tramitando pero descubrimos que no era así, piensan que todos somos analfabetos y se equivocan", explican agradecidas a la mediación del distrito Macarena. Hoy le dan las gracias a la delegada, Evelia Rincón, a quien no hace mucho insultaban en las puertas de la sede, y están convencidas de que ya siempre la culpa de todos los males de la corrala la tendrán ellas, a quienes acusan de romper la gran familia. "Pero si yo no los conozco de nada, yo he convivido lo mejor posible, pero eso de que se hagan asambleas para todo y se intenten arreglar riñas de pareja en las comisiones de convivencia no lo entiendo", relata Macarena Cruz que se avergüenza hoy de algunos vecinos que han protagonizado reyertas y fiestas sin control dando una mala imagen del resto.

A Rebeca Moreno le costó, al principio, entrar en la corrala: "Yo acudí porque lo vi en las noticias y me dijeron que no podía ser, que el 15-M ya había hecho un reparto por barrios y que no me podía meter". Una vez que entró recuerda las tres guardias diarias que tenía que hacer, como el resto de inquilinos, para vigilar el edificio, donde sólo se dejó sin sellar un portal.

La corrala se rige por unos principios que acaba dividiendo a las familias que están allí porque no tienen dónde caer, tras ser desahuciadas, y a quienes son activistas y luchan por una causa, la del 15-M, que ellas aseguran que se ha desvirtuado. "No quieren que demos lástima. Claro, allí hay gente que tiene sus nóminas, que ha viajado a Venezuela y a Marruecos, y otros que cobran ayudas; son muy luchadores y los respetamos, pero no tienen nada que ver con nosotras", denuncian repasando uno a uno de los inquilinos por sus nombres de pila.

Ninguna de las dos se esconde y reconocen que han hecho "muchas cosas malas", la primera ocupar una propiedad privada, pero fruto de la desesperación de no tener qué dar de comer ni dónde cobijarse con sus hijos. "No sabíamos ni lo que hacíamos, pero sí que es verdad que llegamos a provocar un corte de luz en la Macarena, al parecer había uno que sabía cómo se tenía que hacer, pero a la vista está que no tenía ni idea", admiten en contra de lo defendido por el colectivo.

Con velas y mantas han pasado el peor invierno de sus vidas, una pesadilla. "Íbamos a la puerta del Ayuntamiento y a los plenos a gritar contra el alcalde y a exigir luz y agua, lo que nos decían, pero ahora entiendo que aquello no tenía sentido", apunta Rebeca Moreno que, como su antigua vecina, se ha sentido "manipulada por la cúpula". "Allí llegaban cestas y juguetes nuevos que no hemos visto, nos decían que nosotros los cedíamos a otras corralas y los diputados de IU entregaron un cheque de 5.000 euros de sus pagas extras que jamás se repartieron, los tiene guardados una asociación colaboradora porque eran para hacer una cooperativa para autoempleo, ¿y dónde está?".

Rebeca Moreno asegura que sólo ha recibido lentejas, garbanzos y chícharos y alguna vez le han retirado un yogurt porque su hijo se había quedado en casa de su madre. "Y un cura nos donó 800 euros cuando acampamos ante la sede de Ibercaja, pero no vimos el dinero", denuncia. "A mí me llaman la conflictiva porque decía lo que otros no, porque quería que reclamáramos a la Junta y eso no, ellos dicen que no se puede morder la mano de quien te da de comer, ¿a quién?", añade sin miedo.

Ya lo pasó todo cuando estuvo en el edificio ocupado: "A veces venía la Policía por algún jaleo y creíamos que era el desahucio". Hoy se acuerdan de ocho o nueve familias necesitadas que siguen allí a la espera de una oportunidad que ellas ya han encontrado: una vivienda y trabajo, aunque sea en precario.

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