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El rastro de la fama · Juan Gil

"La Corona le hizo a Colón todas las trampas habidas y por haber"

  • Este auténtico sabio, que llegó a la ciudad hace 47 años para ejercer de profesor de lenguas clásicas en la Hispalense, dedica sus días a limpiar, fijar y dar esplendor al idioma español.

-El latín medieval, los mozárabes, la historia de América, la Inquisición, Descartes, Horacio... El abanico de sus investigaciones es muy amplio, algo no muy normal en los profesores universitarios, que suelen centrarse en un tema muy concreto. ¿Cuál es el nexo común, si es que lo hay, de esta constelación de intereses?

-No soy ningún ejemplo, porque lo que hay que hacer es dedicarse a una cosa en exclusiva para poder ahondar en su conocimiento, y no desperdigarse como he hecho yo movido por la curiosidad, que es algo que me puede. Ahora me doy cuenta que en mis investigaciones históricas siempre me han interesado las minorías. Mi tesina la hice sobre la lucha de los neoplatónicos contra el cristianismo, es decir cómo se va extinguiendo la minoría pagana frente a un cristianismo que acaba por sofocarlo todo. Luego me dediqué a los mozárabes, la minoría cristiana en Al-Andalus... He escrito un libro sobre los portugueses en Sevilla y los chinos en Manila. Tengo interés por las minorías y los perseguidos.

-¿Y a qué se debe esta atracción?

-Puede que sea a que pertenezco a una familia que perdió la Guerra Civil. Mi padre fue un represaliado. Era un entomólogo que se había dedicado al paludismo y lo echaron de la Complutense y del Museo de Ciencias Naturales, por lo que se tuvo que dedicar a los insecticidas... Siempre he tenido curiosidad y simpatía por los que pierden.

-Ya ha mencionado varias veces la palabra curiosidad...

-A mí es que cualquier tema me atrae de repente, me entretiene, me divierte, me fascina...

-¿Y tiene alguno en el tintero, algún proyecto pendiente que aún no haya acometido?

-Me gustaría leer a los griegos y los latinos de una manera sistemática, desde el principio hasta el final... Lo que pasa es que no tengo tiempo.

-Usted es madrileño de nacimiento y acumuló méritos académicos más que suficientes para optar a una cátedra en Madrid. ¿Por qué se quedó en Sevilla?

-En un principio vine a Sevilla pensando volver a Madrid. Lo que pasó fue que llegó la Ley Maravall y a los agregados los hicieron catedráticos en la universidad donde se encontraban. Cuando pude volver a Madrid ya tenía más de 60 años y mis nietos aquí.

-Como tantas veces, el azar.

-Pues sí, el azar... Como mi interés por la cosa americana. Yo estaba en Sevilla y a mí lo que siempre me ha divertido es manejar el documento, su inmediatez, y no las disquisiciones teóricas, que son muy necesarias pero me aburren. Aquí se encontraba el Archivo de Indias y me fascinó... Fue cuando surgieron mis investigaciones sobre la pervivencia de los mitos clásicos en el Descubrimiento. Todos los descubridores van arrastrados a América por una serie de mitos clásicos como el Dorado, la fuente de la eterna juventud, las amazonas o los grifos que vigilan las riquezas...

-Unos mitos que ahora se han trasladado a la ciencia ficción.

-Efectivamente, es lo que vemos en La guerra de las galaxias, los mitos clásicos trasladados al espacio sideral. Lo bonito del mito es que no muere nunca, sino que se traslada.

-Es el único académico que vive en Andalucía.

-Bueno, andaluz entre comillas, porque aquí inmediatamente me dicen que soy de fuera... Llevo viviendo en Sevilla cuarenta y cinco años. Es verdad que hay otros andaluces, como Emilio Lledó, pero, curiosamente, soy el único que reside aquí, algo que me parece injusto teniendo en cuenta los grandes escritores que hay en Andalucía. Ahí está el caso de Caballero Bonald.

-Bueno, es público y notorio la famosa cruz que le puso Camilo José Cela por un asunto delicado.

-Sí, se lo cargaron de manera inmisericorde. Estos odios suelen ser numantinos, pluscuampúnicos... Trasladar la cama a la Academia no me parece bien.

-La Academia, pese a las críticas, es una de esas instituciones que han sabido modernizarse y seguir prestando un servicio a la sociedad contemporánea sin perder un cierto sabor añejo. En este sentido, recuerda a ciertas sociedades del mundo anglosajón.

-Sin embargo, no se le ha dado la suficiente importancia a su tercer centenario, celebrado el año pasado. La Academia, como institución normativa, ha sido fundamental para la lengua. Ahí están los diccionarios, la gramática, la ortografía. Lo más importante ahora es su conexión y colaboración con las otras academias americanas. El español ya no es sólo de los españoles.

-En este sentido, uno de los mayores objetivos de la Academia es que el español no se fragmente en un rosario de idiomas, como le pasó al latín. ¿Detecta algún riesgo de que esto pase?

-En el momento actual esto es imposible. El latín se fracturó porque hubo siglos de aislamiento entre las distintas regiones de Europa y cada una evolucionó por su cuenta, generando lenguas diferentes. Hoy en día pasa al revés... Un español entiende perfectamente a un argentino, más allá de las divergencias cómicas en el uso de algunas palabras, como el del verbo coger. [En Argentina y otros países americanos es sinónimo de fornicar]. Las nuevas tecnologías han permitido una comunicación inmediata con las otras academias.

-Usted ha comentado alguna vez que algunas etimologías del Diccionario de la Academia no eran correctas. ¿Son muchas?

-Para el próximo Diccionario ya he hecho las correcciones. Estos errores se debían quizás a la manía que tenían los académicos del XVIII de traducir todas las etimologías al latín, aunque éstas procediesen del propio idioma español. Por ejemplo, abrojo, una palabra que viene claramente de "abre el ojo", "ten cuidado", una etimología claramente española. Sin embargo, los académicos del XVIII tradujeron la etimología al latín: aperi oculum. No era necesario.

-¿Se trabaja mucho en la Academia?

-Nos reunimos todos los jueves. Las sesiones se dividen en dos partes: una primera en la que trabajamos por comisiones y debatimos sobre palabras, y una segunda reunidos en pleno donde se discuten otros asuntos. A mí lo que más me divierte es la comisión, porque hablar de palabras y de lengua es muy divertido.

-¿Quiénes componen su comisión?

-Los escritores Carme Riera, Mario Vargas Llosa, Luis Mateo Díez, José María Merino y Álvaro Pombo. Como filólogos estamos Inés Fernández-Ordóñez y yo.

-Buen plantel...

-Sí, me interesan mucho lo que opinan los escritores de los vocablos y de la lengua en general. El más entretenido de todos es Pombo. Las reuniones con él se animan inmediatamente. Es un hombre muy culto que dice cosas divertidísimas.

-El papel normativo de la Academia siempre ha tenido sus detractores. Uno de los más conocidos es Gabriel García Márquez, que propuso en su día un español prácticamente sin ortografía. ¿Por qué cree usted que es importante?

-Para uniformar... También para otras cosas... Por ejemplo, la h permite distinguir la palabra huso [un instrumento de hilar] de la palabra uso [del verbo usar]... Además, la ortografía española es muy simple, fácil de aprender, perfecta, casi adecuada por completo a la pronunciación. La ortografía del francés, por ejemplo, es espantosa y siguen con ella. Curiosamente, los países del sur de Europa somos los que tenemos una ortografía más simple y, al mismo tiempo, también somos los más atrasados culturalmente... ¿Tendrá algo que ver?

-¿Cree que hay una relación entre ortografía y desarrollo cultural?

-Sí, a lo mejor. La ortografía obliga al escolar a esforzarse, a memorizar... A los niños hay que ponerles dificultades, porque la vida no es un mundo de rosas... Quizás, no sé.

-Hablando de párvulos y escolares, usted ha traducido y estudiado a Horacio, un poeta latino con virtudes que sería importante enseñar hoy en la escuela... Su sentido moral de la existencia, su amor a lo austero y lo frugal.

-Lo que pasa es que yo creo que Horacio es un poeta para leerlo con más edad, a partir de los cuarenta más o menos, en ese momento en el que uno puede estar algo desengañado, pero también empieza a valorar el cultivo de la amistad y de los valores.

-¿Y cuál es el poeta latino para la gente joven?

-Sin duda Catulo, por su amor por Lesbia... Aquello de "dame mil besos, luego cien mil...". También Virgilio, porque es un poeta que cuenta aventuras, aunque al igual que el propio Horacio es un cantor del régimen imperial, que es lo único desagradable que tienen.

-¿Y para usted?

-Homero y Esquilo, dos poetas realmente maravillosos. Como prosistas... Hay muchísimos. Recuerdo una vez que me llevé a la cama el Fedón de Platón para prepararme una clase y me pasé hasta las tantas leyendo el final de Sócrates y sus disquisiciones sobre si hay una vida después de la muerte... O el mismo hecho de que estuviese aprendiendo a tocar la flauta antes de morir.

-Su gran especialidad es el Latín Medieval. Su Corpus scriptorum Muzarabicorum es una obra fundamental para los especialistas ¿Alguna razón en especial o simplemente el azar?

-Fue un encuentro casual, pero me di cuenta de que la obra de los mozárabes no tenía una edición digna desde el siglo XVIII, algo que por desgracia ocurre en España con frecuencia.

-¿Alguna laguna que clame al cielo?

-Tenemos libros de viajes medievales que todavía no tienen una edición digna, como la del viaje a la corte de Tamerlán, en Samarcanda, de Ruy González de Clavijo, trabajo que, sin embargo, sí está hecho en francés. También falta la del viaje a Constantinopla de Pedro Tafur, un trayecto que partió de Sevilla.

-Volvamos a los mozárabes. Pese a su peso en la historia medieval española siguen siendo unos completos desconocidos para la gran mayoría. ¿A qué se debe esta carencia?

-Lo que está de moda ahora es lo andalusí-islámico, lo musulmán, y todo lo que es andalusí-cristiano está olvidado. Las comunidades mozárabes fueron importantísimas y amplias, pero los testimonios escritos directos que tenemos pertenecen a la facción más intransigente, algo así como un Tea Party que condujo a la época de los mártires voluntarios a mediados del siglo IX en Córdoba... Eran gentes que se dedicaban a insultar al Profeta hasta que lograban que los condenasen a muerte.

-Háblenos de la parte positiva.

-Como restos materiales tenemos todas esas iglesitas maravillosas y recoletas en León que estudió Manuel Gómez-Moreno, unos edificios que no se parecen a nada y que son de una belleza increíble... Los mozárabes, cuando finalmente tuvieron que emigrar al norte, fueron los responsables de una gran revolución cultural en los reinos cristianos hasta que llegaron los franceses con Cluny y todo eso.

-¿Y los que no emigraron al norte?

-Terminaron convirtiéndose al islam. Curiosamente, al igual que nuestra literatura clásica está llena de nombres judeoconversos, muchos de los grandes nombres de la cultura musulmana española son mozárabes convertidos al islam.

-Su discurso de ingreso en la Real Academia Española se lo dedicó a Don Juan. ¿Un guiño al santoral, una vocación frustrada?

-A todos nos gustaría ser un don juan... ¿Quién dice que no?

-No seré yo, desde luego. Hay muchas versiones sobre este mito: Tirso, Mozart, Molière, Zorrilla... ¿Con cuál se queda?

-El mito del hombre como seductor es muy antiguo -ahí está el propio Júpiter-, pero lo que hace grande a Don Juan es que, además, es un transgresor de las normas divinas, de lo que todo el mundo respeta. Esta fue la gran habilidad de Tirso, la de unir la leyenda del hombre que invita a cenar a un muerto con la del seductor; la de convertir un mito en una obra de arte para siempre. Los don juanes que vinieron después no tienen la misma grandeza: ni el ateo de Molière, ni ese de Mozart que apunta en una lista sus conquistas... Un hombre que lleva la cuenta no puede ser Don Juan, sino un contable.

-Colón, es otro de los personajes sobre los que ha trabajado y cuyo verdadero rostro sigue oculto por una máscara. ¿Podemos decir, definitivamente que era judío?

-Yo creo que sí, aunque a los genoveses les molesta que se diga esto, como si ser judío impidiera ser italiano. Su religiosidad mesiánica es muy judaica, marcada por las profecías de Isaías, y se considera un brazo de Dios. Sin embargo, lo que a mí me interesa de él es que fue un hombre racional que intentaba explicar lo que veía, aunque luego se equivocase.

-También fue un hombre de una ambición febril, algo que llevó más allá de la muerte con los famosos pleitos colombinos que continuaron de forma insomne sus hijos.

-Es que según las capitulaciones los reyes tenían que darle el 10% de todo lo que reportasen las Indias, algo completamente insostenible. La Corona le hizo todas las trampas habidas y por haber a él y a sus hijos y, finalmente, como suele ocurrir en estos casos, se llegó a un acuerdo: los títulos de Marqués de Jamaica y Almirante de las Indias y 10.000 ducados anuales.

-Tampoco está mal...

-No, tampoco está mal.

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