La campana

La mañana del Rey de reyes

  • El público se retrae al principio de un día histórico, aunque el cortejo no se resiente. Aumenta la presencia de jóvenes y niños en la procesión.

FUE un Corpus atípico. Fue la mañana en la que el Rey de Reyes salió a las calles de Sevilla, un año más, presente en la sencillez de la Eucaristía, que sirve de contraste al soberano esplendor de la Custodia de plata, reliquia de la mejor orfebrería de otros tiempos. Y Sevilla estuvo allí, a su lado, fiel como siempre. Hubo menos gente al principio, que no fue tan masivo como en 2013, pero a partir de las 11 de la mañana creció la asistencia. El tramo final estaba muy concurrido y la plaza de la Virgen de los Reyes se vio repleta en la entrada de la procesión. Día de Corpus en el que se comprobó que no es sólo cosa de gente mayor, de hombres y mujeres maduros, sino que ha enganchado y llevado a las largas filas del cortejo a jóvenes y niños, en un número muy alto, rejuveneciendo notablemente las representaciones de cofrades.

Fue un Corpus atípico, sí. Era como siempre, pero a la vez no era como todos los años. Era la mañana en la que España tenía un nuevo Rey, Felipe VI, que a esa hora participaba en una ceremonia histórica. Y se notó, quizá más en el público sentado que en quienes lo veían de pie. Se vendieron menos sillas, aunque otros años tampoco se llenó toda la carrera.

Donde no se notó disminución alguna fue en la participación de cofrades. Al revés. Incluso ha crecido en algunas hermandades. Se notó un claro aumento de jóvenes y de niños en las representaciones. Es curioso que salgan niños pequeños con cirios en cofradías que no se lo permiten en Semana Santa hasta cumplir los 12 o los 14 años, según sus reglas. Pero esta cantera no cabe duda que funciona. Y en una Iglesia a la que le pesa la edad de los feligreses es casi un lujo contar con la nutridísima presencia de jóvenes adolescentes y veinteañeros que salieron ayer.

Tampoco significa que esta procesión se haya convertido en un paseo juvenil. Gracias a Dios, participan personas de todas las edades. En el cortejo de ayer salieron varios cofrades mayores de 90 años, y aún más de 80 años. Varias generaciones estuvieron representadas en las filas del Corpus. Cada año también salen más mujeres, no como en el siglo pasado, cuando no las dejaban. En fin, que el Corpus, entre otras cuestiones, sigue proporcionando un indicador cuasi perfecto de lo que existe en el mundo de las cofradías.

Y algunas se están dando a valer, enviando representaciones que impresionan. Esto se nota en las más numerosas de la Madrugada. Según el recuento manual artesano realizado en la mañana de ayer, con un margen de error del +/- 5% de capillitas, salió que en la parte sacramental la Esperanza de Triana pasó con 78 hermanos. Y que toda cofradía que se precie de cierto nivel no envía a menos de 50. Pero el colmo de la participación está en la parte basilical. Los han sacado de la masa y van ahora incluso detrás del Consejo, las Academias y el Cuerpo Consular, en la parte más glamurosa. Las basilicales son ahora lo más de lo más en cuanto al capillismo. Se notó sobre todo en el resultado de las dos grandes: Gran Poder, 90; Macarena, 138. Siempre con el margen de error, pero pasa la Macarena y se nota.

Más estadísticas del Corpus. El tiempo de paso de la procesión: 140 minutos. Un poco menos que el año pasado. Hay diferencias notables. Desde el comienzo de la procesión con los carráncanos al Niño Jesús del Sagrario trascurrieron 125 minutos, mientras que desde el Niño Jesús a la Custodia sólo duraba cinco minutos y desde el Santísimo al último soldado del piquete de honores se prolongaba en 10 minutos más.

A pesar de que era una mañana histórica, por el acto de Felipe VI, asistieron casi todas las autoridades que suelen hacerlo. El casi va por el alcalde, Juan Ignacio Zoido, que tuvo ausencia justificada por encontrarse en Madrid, y fue sustituido por el primer teniente de alcalde, Javier Landa. También estaba en la representación municipal el portavoz socialista Juan Espadas. Y, por supuesto, en la presidencia religiosa, había pleno, con el arzobispo, Juan José Asenjo; el obispo auxiliar, Santiago Gómez Sierra, y el vicario general, Teodoro León. En las representaciones de las instituciones de la ciudad estuvieron presentes todos los que suelen acudir.

El Rey de Reyes tiene una cita histórica con la mañana del Corpus todos los años, porque su reino no es de este mundo. Y eso se sabe en Sevilla, que se engalana, a veces con un barroquismo subido, que causa perplejidad y extrañeza a los forasteros que no conocen sus costumbres. A la calle Sierpes me remito, con esa fachada ante el Mercantil, que era un altar imponente desde el suelo con plantas aromáticas hasta el Crucifijo que lo remataba a la altura de la azotea. O a la fachada de casa Rodríguez en la calle Francos, que es como un regreso a los siglos de oro de la ciudad. O el altar que puso la cofradía de La Sed en la esquina de la Cuesta del Bacalao con Placentines. Y todo eso, y mucho más (sólo se cita una mínima parte) sin contar a la Giralda, que lucía engalanado por causas extraordinarias que se añadían a la causa del gran día eucarístico.

Este escenario era recorrido por los pasos del Corpus, exornados sobre la base de dos criterios: la sencillez elegante y la originalidad con buen gusto. La Custodia grande y la de la Santa Espina iban sobrias. Y los demás pasos, según el estilo que van tomando: clásico en rosa las santas Justa y Rufina; y en blanco San Isidoro. A lo bicónico, como de otros tiempos, la Inmaculada. Más variado que otros años iba San Leandro en tonos blancos; y también con flores varias, pero de tonos rojos, iba San Fernando. El Niño Jesús repetía ese aspecto de colorido que ya le caracteriza. El paso de Santa Ángela de la Cruz quedó con claveles rosas, que le van bien.

Por cierto que algunas voces cofrades dudan del acierto de haber incluido este pasito en la procesión del Corpus, decisión que fue tomada en tiempos del anterior arzobispo. Y, desde luego, no por criterios devocionales, que están más que justificados por la muchísima devoción a Santa Ángela, sino por criterios artísticos. Las demás imágenes que salen son obras o atribuciones de Duque Cornejo, Pedro Roldán, Alonso Martínez o Montañés, muy logradas y de valía. Mientras que la estética de las monjas santas es complicada y poco lucida para la imaginería.

Otro detalle menor, pero que no se debe escapar, es el de los atuendos. Se ha dicho alguna vez que el Corpus es como la Pasarela Cibeles del mundo capillita, donde se muestran tendencias en el modo de vestir. En general, es sobrio y hasta aburrido. Mucho traje azul para ellos y mucho vestido negro para ellas (con o sin chaquetas). Pero junto a eso, que predomina, se ven curiosidades y se ponen peros. Hay que decir que a los niños de cierta edad se les puede vestir con chaquetita si la tienen y no pasa nada, no hace falta que vayan descamisados. Y que a las muchachas (y alguna no tan muchacha), en pleno siglo XXI, no se les va a exigir que lleven el largo de la falda a la rodilla o por debajo, pero tampoco hace falta que se les quede a la altura de la ingle, pues no van de marcha nocturna, sino en una procesión diurna, donde no se estila el nivel micro.

El protocolo es importante en el Corpus, por eso lo cambian de vez en cuando. Pero lo más importante es ver que estamos ante una fiesta viva, capaz de perdurar en la historia, porque se renueva mientras se mantiene fiel al amor celestial, el amor a ese Rey ante el que se postran los reyes.

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