Las peleas de gallos mueven mucho dinero y para los narcotraficantes no deja de ser una oportunidad para blanquear capital procedente de la droga. Conocidos narcotraficantes de la desembocadura del Guadalquivir han sido sorprendidos en reñideros en más de una ocasión y es notoria su afición por las riñas de gallos. El Cagalera y su hijo, el Diarrea, el Tomate, el Partida o el Acuático son algunos de los narcos más famosos de esta zona de la provincia de Cádiz a los que se les ha relacionado tradicionalmente con las peleas gallísticas.

Hace dos años, la Guardia Civil y la Agencia Tributaria desmantelaron una organización que introducía hachís desde Marruecos en embarcaciones con doble fondo, en una operación que se llamó Flotador. En aquel servicio se intervinieron 200 gallos de pelea, así como 20 caballos de pura raza española. Los integrantes de la banda desmantelada, originarios de Sanlúcar de Barrameda, Lebrija y Bornos, habían invertido parte de los ingresos obtenidos con el narcotráfico en estos animales.

La organización disponía de 48 inmuebles y cinco empresas. Los agentes también se incautaron de 300.000 euros en metálico. Las peleas clandestinas de gallos se nutren de este tipo de personas, con un alto poder adquisitivo, que puedan apostar grandes cantidades de dinero. La Guardia Civil detectó el verano pasado de la numerosa presencia en determinados reñideros de individuos de sectores marginales de la sociedad, a los que le constaban amplios historiales delictivos, que en ocasiones portaban armas blancas y consumían drogas en estos locales.