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El sospechoso del crimen del Tío Tom admite el robo y la agresión

  • El ciudadano francés está "seguro" de que la víctima aún vivía cuando se marchó de la casa.

Fue a dar un golpe, a robar un alijo de drogas y dinero, pero no mató a su víctima. El ciudadano francés Dominique Philippeaux, que se enfrenta a una condena de 20 años y ocho meses por el asesinato en 2002 de Francisco Carrasco Córdoba, camarero del bar Tío Tom, reconoció ayer que acudió al domicilio para robarle cocaína y dinero de una caja fuerte y que incluso le propinó dos o tres puñetazos, pero negó que lo matara porque, según dijo, cuando se marchó de la vivienda estaba aún con vida.

En el juicio celebrado en la Sección Cuarta de la Audiencia de Sevilla, el ciudadano francés admitió que vino a Sevilla a principios de diciembre de 2002 para "dar un golpe", por lo que estuvo diez días siguiendo a la víctima hasta que en la noche del 8 de diciembre accedió a la vivienda del número 23 de la calle Vib Arragel cuando Francisco Carrasco, el camarero, se disponía a entrar, para lo cual lo "empujó" y éste cayó sobre una mesa de cristal que había en el salón.

La víctima se incorporó y le propinó un puñetazo, a lo que Dominique Philippeaux respondió propinándole dos o tres golpes en la cara. A continuación, el procesado, que asegura que actuó solo -el fiscal dice que le acompañaban varios compinches-, le ató las manos con unas bridas que llevaba y lo subió a la planta de arriba, donde estaba la caja fuerte, mientras los dos italianos que conocía y que supuestamente le habían propuesto el golpe le aguardaban fuera del domicilio.

El acusado alega que sólo le dio esos puñetazos pero ninguna patada, aunque una vecina relató que escuchó "muchos porrazos brutales, lamentos y llantos" que incluso hicieron que se moviera un cuadro que tenía en la pared de su casa. Sobre la extrema violencia empleada en el crimen, un policía nacional que vio el escenario del asesinato afirmó que había "manchas de palmas ensangrentadas en las paredes y mucha sangre por el suelo, los muebles y la escalera".

A preguntas de su abogado defensor, Dominique Philippeaux admitió que su intención era únicamente la de robarle la droga y el dinero, y añadió que le pidió a la víctima la clave de la caja fuerte pero "se negaba". El acusado, que asegura que se marchó porque llamaron a la casa y "se asustó", aseveró que está "completamente seguro" de que la víctima estaba con vida cuando abandonó el domicilio, porque sólo tenía un ojo cerrado del golpe y le respondía cuando le pidió las claves, y negó que le colocara una bolsa de plástico que unido al fuerte traumatismo acabó provocando su muerte.

En su versión exculpatoria, el ciudadano francés dijo que no le ató los pies y que cerró la puerta "de un portazo", sin echar la llave, pero el cerrajero que acudió a la vivienda ha confirmado que tuvo que forzar la cerradura porque la puerta tenía la llave echada y además la casa estaba "patas arriba", lo habían revuelto todo.

El acusado también negó que fumara en la vivienda, donde fue hallada una colilla de la que se extrajo el ADN que sirvió para implicarle en el crimen diez años después de que éste se produjera y motivó su detención en 2012 cuando se hallaba cumpliendo condena en la cárcel de Mauzac, en el sur de Francia, tras haber sido detenido en 2004 por atropellar a un gendarme al intentar escapar de un control en Saint Quentin.

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