Puntadas sin hilo

Un debate río abajo

  • La zona franca, un logro de Zoido, se dilata sin pedir en Madrid los motivos, mientras se urge el dragado a la Junta. ¿Qué? Ni una cosa ni otra marcará el resultado electoral.

EL río ofrece en Sevilla un caudal de oportunidades, según coinciden en sus discursos desde hace años los políticos. Un brindis que todavía no se ha sabido, o podido, rentabilizar. Y resulta difícil de comprender. Es cierto que Sevilla contará con una zona franca en breve. Las horas en política no se cuentan por sesenta minutos y términos como inminente, en boca de un alcalde, pueden traducirse en uno, dos o tres meses. Y casi cuatro hace que el ministro Cristóbal Montoro vino a Sevilla para retratarse con Juan Ignacio Zoido y anunciar que la publicación en el Boletín Oficial del Estado (BOE) del 25 de julio de la orden ministerial por la que se creaba el Consorcio de la zona franca de Sevilla. En el trámite, que parecía definitivo, se cometió un error: dejar fuera de dicho ente a la Autoridad Portuaria, que es la administración que controla todos los terrenos donde se instalará dicho espacio. El fallo invalidaba la orden y ayer por fin se corrigió. Día histórico para Sevilla. ¿Qué son unos meses más o menos para un proyecto que se lleva esperando, podría decirse, toda la vida?

El gobierno de Zoido pasará ya a la historia por haber sido el que creó la zona franca que otros dejaron morir por silencio administrativo en un cajón. Eso es cierto y el mérito es indiscutible. Lo que ocurre es que, a estas alturas del mandato, el reloj ya cuenta hacia atrás y el anuncio de ayer tiene una letra pequeña. Todavía queda otro camino por recorrer. Para que la zona franca funcione hay que levantar un vallado, un cerramiento que debe costear el Ayuntamiento de Sevilla y que requiere de una inversión 3.290.000 euros, según lo ya anunciado. ¿Dónde está ese dinero? Por ahora sólo se habían presupuestado 1,4 millones que esta semana se han derivado a otras necesidades, como el alumbrado público, tras confirmarse que las obras no serán inminentes. Y algo más, cuando se inicien durarán ocho meses. Es lo previsto. Por lo que ello revela que empresas instaladas en dicho recinto -el Ayuntamiento dice que hay unas cuarenta ya interesadas- no habría hasta finales de año siendo optimistas.

El alcalde sí lo es. Y tan convencido está del proyecto que, incluso antes de que estuviera legalmente constituido el consorcio que lo getionará, presentó unas las ordenanzas fiscales que contemplan bonificaciones para las empresas que se instalen en la zona franca y que, para ello, deben solicitarlo antes del 31 de enero. ¿Cómo? Si aún no existe físicamente. El gobierno local alega que este plazo es solventable y de lo que se trata es de incentivar un tejido industrial que, dicho sea, está localizado en los polígonos industriales. Ahí tiene toda la razón el PSOE cuando critica desde la oposición que habría que ayudar a lo que ya existe, antes que a lo que está por llegar.

Bien. Luego muchos se preguntan otra cosa: ¿para qué sirve una zona franca en el Puerto si no se acomete el dragado del río necesario para que entren buques de mayor tonelaje? Y la respuesta se convierte en una reivindicación, en este caso, a la Junta de Andalucía que tiene ahora en su mano aprobar el proyecto de protección de las márgenes del río necesario para que la Autoridad Portuaria pueda licitar las obras y no perder los fondos europeos que hay para acometerlas. Una nueva vuelta de tuerca a la confrontación en un proyecto que para una amplia mayoría parece ya indiscutible para Sevilla.

Pero resulta, al menos, también curioso que el alcalde tome una vez más esta bandera reivindicativa cuando quien obstaculiza es la Junta de Andalucía y no lo haga para meter prisa a otra Administración, el Gobierno, con quien se entiende que la comunicación es mucho más fluida. Para algo es Montoro diputado por Sevilla.

La zona franca es un logro de Zoido, pero no se podrá vender como algo culminado en la campaña electoral. Y eso no tiene mucha explicación cuando se trata de trámites mayoritariamente, no de buscar inversiones como en otros proyectos que no podrán salir a la luz con la única ayuda de las arcas públicas. Ya no hay tiempo para ello. Y quizás eso sea lo menos importante. Al sevillano de a pie, por mucha importancia que el proyecto tenga para la ciudad, que lo tiene, le importa poco esta batalla. A los empresarios debería interesarles más, pero tampoco se ha oído por ahora ninguna voz alzada.

Zoido parece huir río abajo con el debate sobre el dragado, sin asegurarse que cortará la cinta en la zona libre de aranceles. Quizás sea porque ninguno de estos proyectos afecta al resultado del balance y a lo que ocurra en las urnas. Zoido debe pensar que qué más da cuando sigue refrendando cada día la simpatía y confianza que despierta en sus vecinos. ¿Qué no? 360 viudas dieron fe ayer de ello en un congreso que se celebra en Sevilla. Cada uno tiene su termómetro.

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