Sevilla

El ciudadano francés condenado por el crimen del Tío Tom se da a la fuga

  • El tribunal decreta su búsqueda y captura internacional tras no comparecer el pasado jueves para que le notificaran la sentencia

Una huida que pone en entredicho la decisión judicial de dejar en libertad a un sospechoso. La Policía tardó diez años en esclarecer el crimen del camarero del bar Tío Tom y ahora el condenado se ha dado a la fuga, aprovechándose de que la Audiencia de Sevilla le dejó en libertad en mayo pasado. El ciudadano francés Dominique Philippeaux compareció regularmente ante el juez hasta que conoció que iba a dictarse la sentencia de la Sección Cuarta de la Audiencia, que esta semana le ha condenado a 20 años y ocho meses de cárcel por el asesinato de Francisco Carrasco Córdoba, camarero del bar Tío Tom. 


Nada más dictarse esta sentencia, la Audiencia de Sevilla ha dictado una orden internacional de busca, captura e ingreso en prisión del procesado. Philippeaux estaba en libertad desde que otro tribunal, la Sección Tercera de la Audiencia, en contra del criterio de la Fiscalía, decidiera no prorrogar por otros dos años su prisión preventiva y le impuso como medida cautelar la obligación de comparecer en los juzgados dos veces por semana, los lunes y los jueves.

 

En el auto de prisión, los jueces señalan que "a la vista de que el acusado ha incumplido su obligación de comparecencia bisemanal precisamente el día en que era inminente la notificación de la sentencia dictada en la causa, en la que se le imponen graves penas de prisión, el riesgo de que este ciudadano, sin arraigo en nuestro país, trate de sustraerse al cumplimiento de la condena no puede ser más evidente y grave", precisa el auto de prisión.

 

La sentencia que ha condenado a Philippeaux -quien además deberá indemnizar con 120.000 euros a los padres del fallecido- recoge como hechos probados que éste se presento sobre las 22:30 del 8 de diciembre de 2002 en la vivienda de Francisco Carrasco, ubicada en el número 23 de la calle Vib Arragel, con la intención de apoderarse de los estupefacientes y el dinero que había en la caja fuerte. El procesado se ocultó hasta la llegada de la víctima y "cuando éste estaba abriendo la puerta de su casa apareció por sorpresa y lo empujó violentamente", entrando en el inmueble.

 

Dentro de la casa se produjo un breve enfrentamiento físico, en el que la víctima golpeó al francés, haciéndole sangrar, pero Philippeaux consiguió reducir al joven, inmovilizándole los brazos con unas bridas de plástico que llevaba consigo y las piernas con cinta adhesiva. A continuación, lo arrastró hasta la planta superior, donde se encontraba la caja fuerte y comenzó a golpearlo "reiterada y brutalmente, mientras le exigía, en vano, que le facilitase la llave o la combinación que abría dicha caja, no importándole que la violencia de los golpes, dirigidos primordialmente a la cabeza de la víctima, pero que incluyeron también patadas y amagos de estrangulamiento, pudiera acabar con su vida".

 

El ruido de los golpes y los "gritos y lamentos" del camarero alarmaron a la vecina de la casa colindante que, sobre las 22:45, dio aviso a la Policía Local, presentándose una pareja que se marchó al no apreciar nada sospechoso desde el exterior. Sin embargo, el acusado se "atemorizó" y abandonó precipitadamente la vivienda sin apoderarse del contenido de la caja fuerte y "dejando a su suerte, atado, malherido e inconsciente" a la víctima, que falleció poco después por una hemorragia subaracnoidea causada por los golpes en la cabeza.

 

El tribunal rechaza la versión parcialmente exculpatoria del acusado, que dijo que la víctima aún vivía cuando se marchó de la casa, porque esta hipótesis "carece de toda consistencia frente a la contundencia de la prueba de cargo, que acredita más allá de toda duda razonable que fue precisamente el acusado quien causó la muerte del infortunado".

 

Así, los magistrados recuerdan el testimonio de la vecina que dijo que hubo "un solo incidente violento", lo que unido al testimonio del acusado respecto a que actuó en solitario llevan a sostener que fue éste quien realizó la "totalidad de las agresiones" que acabaron con la vida del camarero. Los resultados de los análisis genéticos confirman que sólo hubo un agresor, puesto que de 13 muestras biológicas recogidas en la vivienda, nueve contenían restos del perfil genético de la víctima, otras dos del acusado, y en otras dos aparecían mezclas de ambos perfiles.

 

En el juicio, el acusado y su abogado defensor alegaron la existencia de una llamada telefónica realizada desde el teléfono de la víctima al dueño del bar Tío Tom, que sería realizada por el autor del crimen, pero los jueces consideran que esta teoría "no pasa de ser una especulación carente de todo fundamento, tanto probatorio como simplemente lógico". 

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