calle rioja

El regreso de los moriscos

  • Duende. Emilio Sáenz expone en la Casa de la Provincia su visión de algunos mitos del flamenco de ahora y de siempre, una muestra que pasó antes por La Puebla de Cazalla

LOS tres hombres que aparecen en las fotografías de Emilio Sáenz, detrás del fotógrafo y sus compañeros de posado, forman parte de una edad de Oro del flamenco y por ende de la cultura española: Antonio Mairena, Francisco Moreno Galván y Chano Lobato, éste acompañado por el virtuosismo de Rafael Riqueni.

Son algunas de las imágenes que se pueden ver en la Casa de la Provincia pertenecientes a la muestra Mis recuerdos del Flamenco. La historia nace en realidad en La Puebla de Cazalla, donde se pudo ver esta exposición en el Museo de Arte Contemporáneo José María Moreno Galván, el crítico de flamenco de Triunfo que se fue a Madrid con Caballero Bonald y uno de los Panero. El hermano de Francisco, el "santo comunista", en expresión de Ortiz Nuevo, que convirtió La Puebla en "sitio puntero de la geografía más jonda".

De La Puebla no sólo han venido las fotografías de Emilio Sáenz. También algunos embajadores moriscos, gentilicio de los nacidos en esta villa: José Menese, amigo personal del fotógrafo, Diego Clavel, Miguel Vargas y el carisma de Francisco Moreno Galván en su taller de pintura. La Puebla también aporta dos de los tres comisarios de la muestra: María José Sánchez Gago y Miguel Ángel Rivero, concejal de Cultura de ese municipio -como en tiempos lo fue Francisco Moreno Galván-, un edil joven que acaba de leer en la Universidad de Salamanca su tesis doctoral sobre Miguel de Unamuno.

El tercer comisario es Alberto Marina y el día de la inauguración estaba entre dos aguas, aunque las guitarras aquí no son de Paco de Lucía sino de Paco del Gastor, Riqueni, Manolo Brenes o Enrique de Melchor. Marina se desdobló entre las fotografías de Emilio Sáenz y la planta superior, donde está la sala Joaquín Sáenz, ya que arriba comparecía un socialista histórico que presidió el Congreso de Suresnes de 1974 del que Marina fue testigo.

"Flamencos al natural como la vida". Así los ve Ortiz Nuevo en su texto, así los fotografía Emilio Sáenz. El cante telúrico de Antonio Núñez Chocolate, Fernanda de Utrera o El Cabrero; el baile de Enrique el Cojo, Matilde Coral, Pepa Montes, Mario Maya, Manuela Carrasco o Carmen Albéniz. La saeta que Perejil le canta al Cachorro desde un balcón de la calle O'Donnell.

La relación de Emilio Sáenz con Ortiz Nuevo se remonta a la noche de los tiempos. Calendas de la transición. Cuando hace 35 años el Ayuntamiento de Sevilla se regía por un gobierno municipal tripartito. Uno de los vértices de ese triángulo, el andalucista, apostó por el flamenco. Emilio Sáenz formó parte del comité organizador de la primera Bienal (1980), cuyo germen fue el congreso sobre flamenco alentado por sus amigos de Los Palacios Francisco Cabrera y Manuel Herrera, que llegaría a dirigir la Bienal. Sáenz hizo el cartel de la de 1986, la que dirigen los hermanos Pérez Orozco y Alberto Fernández Bañuls. En la de 1982, justo una semana antes de que se iniciara la campaña electoral que le dio al PSOE la mayoría absoluta, se organizó en el hotel Triana un programa con cartel de Emilio Sáenz en el que, entre otros, actuaron El Pali, El Arenero, El Teta y Márquez el Zapatero.

Mis recuerdos del Flamenco es una visión muy personal y atípica. El flamenco es la única manifestación cultural ajena a unos cánones académicos, formalmente hablando, y sin embargo este trabajo nace en una imprenta, Gráficas del Sur, talleres de la calle San Eloy en los que trabajaban los hermanos Joaquín y Emilio Sáenz y que el primero reflejó en algunos de sus cuadros.

"Por la imprenta", recuerda el fotógrafo, "pasaban pintores, poetas, arquitectos, cantaores, se podían juntar Fernando Zóbel y Antonio Mairena". Allí iban a encargar los carteles de los festivales. La exposición bebe de conversaciones de Sáenz con Mairena y Alberto García Ulecia, uno de cuyos poemas glosa una expresiva imagen de Fernanda de Utrera. La Casa de la Provincia hace honor a su nombre y el que visite la exposición hasta el 11 de enero verá una Bienal oficiosa, muy provincial y nada provinciana, con ecos de Puebla de Cazalla, Morón, Los Palacios, Mairena del Alcor, Aznalcóllar...

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