Sevilla

Al colegio en pijama de rayas

  • Más de 3.700 niños hospitalizados de Sevilla acudieron el curso pasado a una de las cuatro escuelas hospitalarias que coordinan conjuntamente la Consejería de Educación y el SAS

Una casa rosa de juguetes de casi un metro de altura custodia la puerta de la escuela. Tres obsoletos ordenadores comparten espacio con una cocinita infantil y una pequeña biblioteca con libros para todas las edades. Como si de una escuela unitaria se tratase, cada día, unos 20 niños de tres a dieciséis años acuden al aula del Hospital Virgen Macarena. Aquí no hay médicos, pero sólo entran niños enfermos. Un pijama de rayas con el sello del SAS es el uniforme oficial.

Estas aulas se pusieron en marcha por primera vez en Andalucía en 1988, cuando el Servicio Andaluz de Salud (SAS) y la Consejería de Educación firmaron un concierto para que los escolares pudiesen seguir con su formación pese a estar ingresados en un centro hospitalario.

Educación destina en la provincia diez profesores a los centros sanitarios. Cuatro de ellos trabajan en el Hospital Virgen del Rocío, tres en el Virgen Macarena, dos en Valme y uno en el Hospital de La Merced de Osuna.

El curso pasado fueron atendidos en estas escuelas especiales 20.155 andaluces menores de edad, 3.770 en Sevilla. Además, otros alumnos recibieron clases en sus propios domicilios al padecer patologías que les impedían acudir al colegio. La Junta de Andalucía destina un total de 68 profesores (funcionarios) a atender a estos niños: 45 en las aulas instaladas en los hospitales, 9 en los domicilios y 14 en las Unidades de Salud Mental Infanto-Juvenil.

"El objetivo es que los menores puedan seguir las clases en sus colegios sin ningún tipo de problemas una vez dados de alta, especialmente aquellos que permanecen ingresados durante varios meses", apunta María Begoña Díaz, una de las tres docentes del Hospital Virgen Macarena, la más veterana .

Hoy es un día especial. Falta poco para la Navidad y las clases han dado paso a talleres lúdico-educativos. Lucía, de tres años y paciente de Oncología, pinta una estrella fugaz que decora también con pequeñas pegatinas; al mismo tiempo que Cristina y Curro, pendientes de unas pruebas médicas en Digestivo, eligen instrumento antes de que empiece el taller de musicoterapia organizado por el Ayuntamiento de Sevilla y que impartirá la oboísta Juana María Nuño. "Colaboramos con distintas instituciones públicas, empresas y asociaciones sin ánimo de lucro para el desarrollo de talleres. El último fue con Lipasam, que realizó un taller de reciclado", apunta Concepción Osuna, que lleva cuatro años en el Hospital Virgen Macarena como profesora. El Ayuntamiento, el Museo Arqueológico o la Fundación Pequeño Deseo son algunas de las entidades colaboradoras. Asimismo, organizaciones como Andex o la Asociación Española Contra el Cáncer, así como las editoriales, donan materiales y libros escolares.

A pesar del programa lúdico-navideño, a primera hora de la mañana, María Begoña Díaz, María Dolores Ruiz y Concepción Osuna, las tres profesoras del Hospital Virgen Macarena, visitan las habitaciones de aquellos niños en edad escolar que no pueden bajar a la escuela, en la quinta planta, para impartirles clases. "Cada jornada aquí es diferente. El número de alumnos varía, ya no sólo por los nuevos ingresos o altas hospitalarias, sino porque tenemos que adaptarnos a los horarios de las pruebas médicas y al estado del niño en ese momento", apunta Dolores Ruiz, que lleva diez años como profesora en este hospital. "Nuestros alumnos son, principalmente, de Oncología, Cirugía e Infecciosos; y hay días que no podemos entrar en sus habitaciones porque sus defensas están muy bajas".

La docente reconoce que, emocionalmente, "hay que estar preparado" para este puesto específico: "Hace varios años trabajé en el Hospital de Valme, pero tuve que dejarlo un tiempo, y eso que, fuera del hospital, trabajaba con niños autistas y discapacitados. Esto es distinto. Son niños con cáncer, en su mayoría", relata mientras visita a los menores del área de Oncología.

"No existe una formación específica para este puesto de trabajo", apunta María Begoña Díaz, que lleva once años trabajando aquí. "Somos nosotros mismos los que nos movilizamos y organizamos jornadas y grupos de trabajo para mejorar nuestra formación y ponernos al día".

Al ver a su antigua profesora, Ainhoa sale corriendo a abrazarla. La pequeña de 4 años ya no acude al aula hospitalaria, sólo visita el hospital cada dos meses para una revisión. Hoy tiene cita con el doctor Espejo, especialista en retinoblastomas, un cáncer ocular infantil. "Los pequeños nos recuerdan con cariño. Jugar y la escuela entran dentro de su normalidad, somos la parte que mejor conocen y la que menos duele", anota Dolores Ruiz en el pasillo de los lactantes, con motivos de El Principito. "Con los adolescentes es más complicado. Se encierran en sí mismos, algo propio de la edad. Y, además, no puedes impedir que busquen en internet qué tienen y piensan en lo peor". El desanimo impera. Viven en un hospital.

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