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Réquiem por una 'campesina' española

  • Último adiós a una periodista. El cementerio de San Fernando se llenó de periodistas para despedir a Olatz Ruiz, la reportera que logró renovar la información agraria.

PARA ser de Madrid, lo que sabía de campo esta muchacha. "Olatz, ¿cómo va el campismo?". La frase de Ramón Ramos en la redación de Diario 16 Andalucía del Polígono Calonge dirigida a Olatz Ruiz ha quedado tan vigente como el "a mí Sabino, que los arrollo" o "dadme un punto de apoyo que moveré el mundo". Hubo una época en la que el campo se puso de moda en los periódicos, en los informativos. ¿Qué periodista de mi generación no ha ido a Marinaleda a cubrir una huelga de hambre de su longevo alcalde? Las ocupaciones de fincas, la llegada de la Guardia Civil, las marchas campesinas, la utopía agropó del consejero Miguel Manaute, el carisma de subcomandante Marcos de Rafael Escuredo.

A esos pueblos de la Sierra Sur, del Andévalo, de la Subbética, íbamos los periodistas. Esa reválida campesina la pasamos unos cuantos: Alfonso Domingo, Diego Caballero, Juan Emilio Ballesteros, José María Gutiérrez, yo mismo. La diferencia es que donde nosotros veíamos África, ese sueño andalusí de los jornaleros que tenían los notarios Juan Díaz del Moral y Blas Infante, Olatz veía Europa. Donde nosotros veíamos reportaje, exotismo, adjetivos, ella veía información, rigor, sustantivos.

"En torno al cementerio, una patria pequeña". Tomo este verso de Salvador Espriu para evocar esta patria pequeña, pese a los delirios de grandeza, de los periodistas, que quisimos acompañar a Olatz Ruiz en su última marcha agraria. Porque el féretro con sus restos atravesó el cementerio de San Fernando entero, esquivando el Cristo de las Mieles de Antonio Susillo entre andamios, y fue enterrada al otro extremo, casi en los dominios de La Algaba y La Rinconada.

Recuerdo su llegada a aquella redacción, su asombro de niña grande, que ajena a los vericuetos del humor autóctono entraba al trapo con una ingenuidad beatífica. Pasó por muchos periódicos, todos ellos representados en el adiós del camposanto, una hermosa redundancia para quien siempre creyó en esa santidad del agro andaluz que los cursis llaman sostenibilidad. Celebramos su regreso a la trinchera periodística con sus páginas agrarias en el grupo Joly. Por ella supe que Alberto Rodríguez, el director de La Isla Mínima, se inspiró en una exposición de fotos de Atín Aya para hacer su película, que el programa electoral de Podemos no ha bajado de los campus y las tertulias a las trochas y regatos.

Este mes de enero vamos a celebrar dos veces el patrón de los periodistas. El día 24 es San Francisco de Sales. El sábado hubo un anticipo con el responso por Olatz Ruiz en el tanatorio de la SE-30, esa vía periurbana que llevaba al polígono Calonge donde la vimos por primera vez. Allí estaban directores de periódico como Álvaro Ybarra, José Antonio Carrizosa y Paco Rosell, también con sus ocupaciones de fincas en el currículum; rimas y leyendas del periodismo local como Juan Holgado Mejías, Luis Carlos Peris, Pepe Aguilar, Antonio Lorca, Rafael Camacho, Eduardo Abad, Juan Luis de las Peñas, Alfredo Martínez, Martín Risquez, Carlos Funcia o José Antono Gaciño; aquellos casi niños de Calonge que dan brillo al oficio: Javier Rubio, Francisco Javier Recio, Jesús Martínez, María Luisa Suero, Eduardo del Campo, Nuria Durán, Javier Díaz, Trinidad Perdiguero, Gonzalo Escacena o Ignacio Díaz Pérez, que nos emocionó con la glosa de Olatz una vez que los cinco empleados del cementerio acabaron su trabajo.

Elisa Navas, María Jesús Pereira, Mar Correa, Reyes Lama, Ana Sánchez Ameneiro, María José Guzmán, Marta Carrasco y tantas otras compañeras en una ciudad que ha dado excelentes mujeres periodistas. El documentalista Paco Palacios se quedó sin hacer con Olatz Ruiz el documental sobre el arroz. Olatz consiguió el pleno del oficio, algo tan difícil. Con Rafael Rodríguez, presidente de la Asociación de la Prensa, encabezando este responso en un gremio de descreídos. La conocí en un periódico al que la Parca ha ido despoblando: Antonio Mozo Vargas, Juan Tapia, Ignacio González, Ángel Moreno, Atín Aya, Antonio Navarro, Guadalupe, aquella secretaria que se casó con Fernando Garrido, publicista valenciano que fue el primero en colocar anuncios en los autobuses urbanos.

En el cementerio de San Fernando a la llamada de Olatz volvieron los espíritus periodísticos de la Carretera Amarilla, de los polígonos industriales Store y Calonge separados por el puente allende la carretera Carmona y cardenal Ilundain. En el Jueves vi un ejemplar de Réquiem por un campesino español de Sender. Una hermosa metáfora de este adiós a la niña grande de Calonge, reina de las aranzadas.

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