Plaza de España

Un barco lleno de cemento

  • Granada. Juan Torres López. Profetizó la crisis en 2007. La política lo ha hecho economista de moda. Su infancia son recuerdos de esta misma plaza, de una fuente con tortuga y su abuelo general.

EN este plató de cine que es la Plaza de España, al contemplar el azulejo de Granada, uno recuerda a Faye Dunaway a caballo junto al Darro encarnando a Isabel la Católica en la película que dirigió Alberto Lattuada. "¡Qué guapa!", se le escapa a Juan Torres López (Granada, 1954). Este catedrático de Economía Aplicada aplica sus conocimientos a la Historia y sin salirse del cuadro explica por qué pasaron 12 años entre las conquistas de Córdoba (1236) y Sevilla (1248) y 244 años, casi dos siglos y medio, entre la segunda y la de Granada (1492). "Era un status quo mutuamente beneficioso, un status quo de convivencia no exento de conflicto, como es lógico. Una etapa muy interesante que valdría la pena que tuviéramos presente hoy, porque en la historia de España siempre se subrayan los momentos de ruptura de la convivencia y no las etapas en las que ésta floreció".

Suena el móvil del economista. Es su madre, Guadalupe López Azpitarte. "Mamá, ¿tú te acuerdas de la Plaza de España?", le pregunta el mayor de sus seis hijos. Este hombre lleno de presente, tal vez por circunstancias ajenas a su persona, uno de los economistas más mediáticos, más seguidos en las redes, más elogiados, más denigrados, le debe el pasado a su abuelo materno, el futuro a su abuelo paterno. Al primero le debe los recuerdos de Sevilla; al segundo, los de Jaén. Hasta los nueve años no entonó su particular Vuelvo a Granada.

Su abuelo paterno se llamaba igual que él, Juan Torres López. Su padre, Juan Torres Olmedo, trasladó a la familia desde Granada a Jaén llamado por "un negocio muy floreciente hasta el cambio de ciclo de los años 60 y los problemas que a veces corroen a las empresas familiares". Una empresa dedicada a la construcción: cemento, baldosas, sanitarios, "muy floreciente en la etapa previa al boom de la construcción, un boom que echó abajo a cientos de empresas regidas por un estilo de negocio tradicional, conservador. A mi abuelo le llegaron a ofrecer un barco de cemento en Motril y le decían que al día siguiente ya habría ganado un millón de pesetas. Pero no iba con su filosofía esa manera de ganar dinero y yo me siento muy orgulloso de él".

A su abuelo materno, Eduardo López Font, el padre de Guadalupe, lo conocían más en Granada como ginecólogo que como militar. En esta segunda faceta, sus dos últimos años de carrera lo destinan a Sevilla, a Capitanía, general jefe de Sanidad de la región militar. "Los primeros recuerdos de mi vida como niño están aquí, en esta plaza, en el despacho de mi abuelo, con una fuente relativamente pequeña que a mí me parecía grande en la que había una tortuga que igual vive todavía". El general vivía en una casa en la calle Julio César. "Mi abuela me llevaba a tomar helados a la calle Betis".

Como Isabel la Católica, Juan Torres reconquista Granada en los primeros 60. Las carreras que le gustan -Económicas, Periodismo- se estudian fuera. Se conforma con hacer Derecho, pero se entera de que tres jesuitas del colegio mayor Javier de Málaga han puesto parte de sus sueldos para crear tres becas. Consigue una de ellas y se va estudiar Económicas a la costa. Nunca olvidará a aquellos benefactores. "Con José Rodríguez Peláez todavía me carteo, vive en Alhaurín. Fernando García Aparicio murió, era muy elegante, amigo de Antonio Gala. El tercero era el hermano Gutiérrez".

Su vida profesional y académica es un status quo de sístoles y diástoles. Profesor ayudante en Granada, mili en Pontevedra, profesor en un centro de Formación Profesional en Iznalloz. En este municipio no acabó el curso, pero le marcó. "Había alumnas que se pintaban las uñas y vi que no mostraban las manos, las tenían cobrizas de recoger la aceituna". En Iznalloz conoció a Antonio, "el alumno más despierto que he tenido jamás. Ahora es el conserje del centro, me esperaba en la puerta cuando fui hace cinco años a dar una conferencia".

Termina la tesis y saca una plaza de adjuntía en Granada. Le da vueltas a la posibilidad de irse a Estados Unidos, pero le llaman de Málaga, su ciudad-fortín, para hacerse cargo de una cátedra. Allí es decano, vicerrector y en 2003 pierde las elecciones a rector. Después de aquellas visitas al despacho con fuente y tortuga, vuelve dos veces a Sevilla, la primera por la política, nombrado en 2000 secretario general de Universidades e Investigación por la consejera Cándida Martínez, con despacho en Torretriana y vivienda en el barrio de Santa Cruz; ocho años después por amor. Con la madre de Lina, su hija de cuatro años. "Es una buena razón para venir a Sevilla. A Sevilla y al fin del mundo".

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