Sevilla

Petalada para el estadista sevillano

  • La ceremonia de entrega del Premio Manuel Clavero se convirtió en un homenaje de Sevilla a uno de sus hijos más ilustres, que recibió elogios del alcalde de la ciudad

ZOIDO alabó a Felipe González. Fue una verdadera petalada de elogios. Para eso lo hizo Hijo Predilecto en su primer año de alcalde, lo que no consiguió el socialista Monteseirín en doce años de sillón en la Plaza Nueva. El alcalde del PP confesó sentirse "orgulloso" de que un vecino de la ciudad posea la trayectoria de un estadista que aún no tiene calle, pero sí una biblioteca. A Zoido lo felicitaron en el patio del Alfonso XIII por su generosidad y altura de miras. No era la primera vez que glosaba sin complejos ni cicaterías al político que instauró la sanidad universal y gratuita 170 años después que Francia. Felipe González, el gran homenajeado de la noche, no le correspondió al alcalde, al que advirtió que se había dejado los papeles en el atril y le puntualizó que él no había nacido en Bellavista, sino en Heliópolis. Felipe preguntó en las salutaciones si debía dirigirse al cardenal Amigo como "monseñor Amigo". Obtuvo el plácet, cómo no, para emplear el tratamiento sin púrpura. El cardenal, que posee la primera edición del Premio Manuel Clavero, ha asistido a las cuatro entregas del galardón. Viene a Sevlla y se hospeda en el monasterio del Loreto en Espartinas, donde hay amplios jardines por los que puede pasear. Con 80 años tiene una agenda cargada de actos en diferentes países. "Los obispos reclaman su presencia y no le gusta decir que no a nadie", dice su secretario, el hermano Pablo Noguera.

El cardenal llegó al Alfonso XIII. Fue absorbido por Antonio Pulido en un aparte. "¿Ha llegado la presidenta?", preguntó en cuanto pudo. Y se fue a saludarla. Felipe nunca molestó a la Iglesia Católica. Sus gobiernos y la Conferencia Episcopal supieron entenderse. Para eso estaba el cura Manuel Benigno García Vázquez entrando en la Moncloa con frecuencia. García Vazquez le hubiera advertido ayer desde el burladero de la amistad que a los cardenales se les trata como tales y a los arzobispos como monseñores.

Juan María González estuvo arropando a su tío. Ver a Felipe y a Juan María juntos es recordar al otro sobrino, Javier González, fallecido prematuramente el pasado agosto. Juan María y Javier jugaban a la pelota en el parque de Conde de Bustillo donde vivía el presidente Rodríguez de la Borbolla.

Miguel Ángel Millán, ex gerente de Urbanismo de Monteseirín, recordaba los mítines de Felipe en los pueblos, tiempos de la pana, cuando el personal se perdía con tanta cifra económica y prefería al vicepresidente, convertido en una suerte de tendido siete de la socialdemocracia: "¡Alfonso, dales caña!" Javier Landa, delegado de Relaciones Institucionales del Ayuntamiento, y Juan Bueno, portavoz del Grupo Popular, escoltaron al alcalde. Landa conoce al detalle los terrenos de Espartinas que estos días acogen al Príncipe de la Iglesia. "Ese sitio lo controlo bien". Y las riendas de los plenos municipales cada vez las agarra con más fuerza, aunque al mandato le queda ya poco tiempo de convento, por seguir con la terminología eclesiástica.

Pepote Rodríguez de la Borbolla y Antonio Ojeda representaron los años de Felipe en clave andaluza. Pepote se acabó enterando de cómo funcionaban los grifos del lavabo de caballeros. "Hay que darles una caricia de lomo para que echen agua". Como a los sevillanos. Y Ojeda, convaleciente de un enfriamiento, no se quiso perder la velada. Tanto bético celebró la victoria insuficiente del Sevilla en una noche trufada con las decenas de referencias de González al futuro griego. Griñán y Chaves abrazaron a Luis Carlos Peris. Manuel del Valle llegó y se marchó sin hacer ruido, fiel a su estilo de político de ruán. Zoido se fue repartiendo abrazos y besos montado ya en la carroza de la precampaña.

En la alfombra quedaron los pétalos del alcalde. Y en el aire el mensaje del presidente sin calle en su ciudad: "No se puede perder la centralidad". El centro, ese oscuro objeto del deseo de los políticos que llevó a Aznar a la Moncloa, el ex presidente castellano al que su tierra todavía no lo ha hecho ni hijo predilecto, ni le ha puesto una biblioteca, ni le ha echado una petalada. Necesita aún muchas caricias de lomo, como los grifos del Alfonso XIII.

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