UN telegrama que recibió en París lo impulsó a escribir una novela que empezó en Sevilla. Con ella, Telmo Herrera (Mira, Ecuador, 1948) fue finalista en el Nadal en 1984. Ha vuelto a la ciudad que lo formó como escritor.

-¿Por qué viene a Sevilla?

-Ya vivía en París, donde llego en 1973 después de viajes y estancias en Australia y Canadá. Vine a Madrid, donde alguien me dijo que no era una ciudad para mí. El tipo era un sevillano de barba rojiza, parecía vikingo. Llamó por teléfono a unos amigos de Sevilla y al día siguiente me acompañó a Atocha. Llegué a la estación de Córdoba y dije: "Oh, estoy en Sevilla, sueño cumplido".

-¿Quiénes eran esos amigos?

-Era 1977, un año interesantísimo. Mis anfitriones eran unos jóvenes que tenían una llamada Cooperativa de Artistas Andaluces. Eran Juan Antonio Rodríguez Tous, Carlos Wamba, Rafael de Cózar, he sentido mucho su muerte, Guillermo Sanchís, que ahora es juez y era de una familia de relojeros.

-¿Cómo lo recibieron?

-En esos años, todo lo que pasaba en América del Sur interesaba mucho en España. Al principio me quedé a dormir en la moqueta de la librería Proa y en el bar Pecatta Mundi, que estaban en la calle Álvarez Quintero. En Sevilla salió mi primer libro de poesía, La Publicidad; cuentos de hadas del siglo XX.

-¿Qué Sevilla conoció?

-Igual que yo hacía en París o en Quito, les dije: "Llévenme a sitios donde nadie va". Aquel amigo casual tenía razón: Madrid no era para mí, Sevilla sí. Me dejó las llaves de su piso un dominicano que dejó la Medicina para estudiar Filología. Después tuve una novia sevillana, Isabel. Vivía con ella y escribía los versos de mi libro Correo aéreo.

-¿Cómo surge la novela con la que fue finalista del Nadal?

-Con un telegrama de mi hermano Nicanor desde Quito con las mismas palabras del título de la novela: Papá murió hoy. La metáfora más triste que uno puede escribir y leer. Fue en 1983. Yo estaba montando en París La casa de Bernarda Alba.

-¿Qué hay de Sevilla en el libro?

-Lo empecé a escribir aquí. El punto de partida visual fue la contemplación de esa capillita que hay en el puente de Triana. Imaginé que algunos de mis antepasados, cuyos nombres estarán en el Archivo de Indias, fueran a rezarle, a hacerle ofrendas a esa Virgen antes de irse en las carabelas. Puede ser una leyenda, pero poco importa, porque de leyendas vive el hombre.

-¿Era su primera novela?

-Sí. Y una de las primeras personas que me animó a presentarme al Nadal fue Ramón Carande. Fue un regalo conocerlo. Fui con el manuscrito a Capela y don Ramón lo cogió entre las manos y me dijo que tenía un pálpito.

-¿Qué le faltó para ganar?

-Un voto. La otra orilla de la droga, de un antiguo comisario, tuvo tres votos y la mía dos. Esa igualdad decidió a la editorial a publicar la novela. Me llamó un amigo de Sevilla, que había visto mi nombre en los periódicos. No sabía nada. No me invitaron a la cena. Supondrían que vivía en Ecuador y costaría un dineral.

-¿Repitió las visitas a Sevilla?

-Vine tres Semanas Santas seguidas. Porque Nono (Juan Antonio Rodríguez Tous) me llevaba a ver los pasos predilectos en los mejores sitios. A la Feria vine con mi esposa francesa y mis hijos Telmo y Leónidas.

-¿Qué autores españoles le interesan?

-En poesía, Manrique. En novela, dejando aparte a Cervantes, siempre tengo tres novelitas o novelotas. Cortas, concisas, yo que siempre las escribo de quinientas páginas: El Lazarillo de Tormes, La familia de Pascual Duarte, de Cela,y Réquiem por un campesino español, de Sender.

-Finalista del Nadal en 1984, el año que España fue finalista de la Eurocopa en París...

-Vi aquel partido con un grupo de artistas en París. Recuerdo el gol del balón que pasó entre las piernas del arquero.

-Ha vuelto con un libro de poesía. ¿Qué ciudad ha visto?

-Todos los días me gusta ir en bicicleta desde la Torre del Oro hasta el Huevo de Colón.

-¿Estaba en París el 7 de enero?

-Fui a la manifestación de condena del atentado y me encontré con mi hijo. El libro que he presentado en Sevilla, Ítaca / Luzmila, donde hay menciones a Sevilla, empieza con el atentado de la estación de Saint-Michel del 25 de julio de 1995. Hay helicópteros de la Policía y de los Bomberos girando en el cielo de París.