Sevilla

Firmas de lujo: Iconos de la moda que fracasan en los negocios

  • Victorio y Lucchino, El Caballo y Agua de Sevilla son ejemplos de marcas sevillanas, referentes del diseño, lastradas por una trayectoria empresarial poco óptima.

No sólo de pan vive el hombre, ni el modista del diseño. Los años han dejado al descubierto uno de los principales lastres de la moda sevillana: la falta de talante empresarial de los profesionales del sector. Esta carencia, extensible a toda España, ha dado al traste con proyectos que en su día fueron referencia en dicho ámbito. El caso más reciente lo protagonizan los sevillanos José Víctor Rodríguez Caro y José Luis Medina del Corral (Victorio y Lucchino), obligados a vender sus activos para saldar la deuda de sus sociedades mercantiles. Atrás quedan los casos de Agua de Sevilla y El Caballo, que atravesaron por serias dificultades hasta llegar, en el caso de la primera, al cierre sus tres tiendas sevillanas.

Los diseñadores Victorio y Lucchino crearon hace 30 años una marca que ha alcanzado un gran éxito no sólo en España, sino fuera de las fronteras nacionales. Han estado presentes en las pasarelas más importantes (en 1981 tuvieron su primer desfile en Nueva York), pero el estilo inconfundible de sus diseños no ha resultado suficiente para reflotar las empresas en las que participan y que han pasado por serios apuros en todo este tiempo. El último episodio lo ha protagonizado la subasta judicial del local que mantuvieron abierto en la Plaza Nueva hasta el verano de 2011. En aquel momento los diseñadores justificaron la clausura del establecimiento por la apuesta por "los negocios especializados" y el abandono de los centros "multimarca".

Sin embargo, la trayectoria de sus dos empresas, V&L Costura, Diseño y Moda y Patrimonio de Moda, ha desvelado que aquel cierre era el inicio de una senda repleta de dificultades financieras. La falta de liquidez para pagar las deudas con bancos y proveedores, que, entre ambas sociedades, superan los nueve millones de euros, obliga a poner en venta casi todos los activos para saldarla. Uno de ellos es el citado inmueble de 700 metros cuadrados situado en lo que un día se llamó La Milla de oro sevillana, al tratarse de un enclave en el que coincidían varias firmas de lujo. Por ahora, nadie se ha interesado por él y ello pese a que el precio de salida de la subasta judicial supone una tercera parte de la cantidad por la que en 2011 se puso en venta.

Los otros inmuebles que poseen las empresas de ambos diseñadores tampoco corren mejor suerte. Sobre la tienda de la calle Sierpes pesan varios embargos y en la que ha sido el taller -donde nació el pintor Velázquez y de la que salió Carmen Tello vestida de madrina para la última boda de la duquesa de Alba- acabará quedándosela una entidad bancaria al tenerla como garantía hipotecaria. La maquinaria también será vendida.

Como se apuntó antes, no es la primera vez que Victorio y Lucchino se enfrentan a una situación complicada. En 1992, al año de crear la primera de sus sociedades, iniciaron un litigio con el grupo Puig a cuenta del perfume Carmen, para cuya fabricación habían fundado una empresa conjunta. La firma catalana decidió disolverla y batallar por el nombre de la marca.

En verano de 2012 el juzgado de lo Mercantil número 2 de Sevilla recibió dos peticiones para que se declarara en concurso de acreedores la sociedad V&L Diseño y Moda. Finalmente se alcanzó un acuerdo entre ambas partes. Medio año después los modistos presentaron ante la Justicia una petición voluntaria de concurso de acreedores que afectaba a sus dos empresas. Todo ello se produjo después de conocerse que las sociedades no presentaban sus cuentas en el Registro Mercantil desde 2006, pese a ser obligatorio.

Tampoco pudo superar los problemas financieros la firma sevillana El Caballo, cuya producción, maquinaria y parte del mobiliario fueron vendidos a través de un juzgado de lo Mercantil a la empresa toledana de calzado Kangaroos en 2013 por 503.000 euros. En el momento de dicha operación la marca sevillana estaba formada en un 66,3% por la familia Rodríguez Pineda y en un 33% por los Lladró Salas. La empresa se encontraba en suspensión de pagos desde 2011 y en fase de liquidación cuando fue vendida tras acumular una deuda de 10 millones de euros.

La plantilla con la que contaba en sus años de mayor apogeo, en los que adquirió fama mundial por la labor de marroquinería, estaba constituida por 70 trabajadores. Muchos de ellos se agruparon en una cooperativa y alcanzaron un acuerdo con Kangaroos para seguir fabricando complementos con la marca y el distinto de calidad de El Caballo, fundada en 1892 y que llegó a estar presente en la Pasarela Cibeles. Estos artículos se pueden adquirir ahora en la tienda de dicha firma en la calle Adriano. En sus años de bonanza contó con una gran red comercial: 200 puntos de venta en España y más de 70 en el extranjero.

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