el problema griego | de atenas a sevilla

Una semana pegados al televisor

  • Estratos, Nikos, Vera y Kostas relatan cómo viven la situación de su tierra natal Temen que el referéndum divida aún más al país y no conciben el futuro de Grecia fuera de Europa

El problema que sufre su país natal le ha cogido de baja y a miles de kilómetros de distancia. Estratos Stratakos pasa las horas de convalecencia frente al televisor y el ordenador. No hay telediario que se pierda ni edición digital de los periódicos que deje de consultar. Este hostelero abandonó Grecia en 1985. Aquel verano conoció a la que es su mujer, Carmen, una sevillana que por aquel entonces vivía en Barcelona. Ella estaba de vacaciones en la isla de Mikonos. Él trabajaba en un oficio muy bien remunerado para la época: director de discoteca. Eros -el dios griego del amor- hizo una ardua labor, pues medio año después contrajeron matrimonio en tierras catalanas. En Barcelona encontró un empleo como vendedor de productos electrónicos, hasta que en 1992 el matrimonio se desplazó a Sevilla y con motivo de la Exposición Universal abrió un restaurante griego, el primero en la ciudad y que con los años se ha convertido en un referente ineludible de la hostelería sevillana: el Restaurante Helas.

Llegó a la capital andaluza con seis años, cuando sus padres emigraron. Nikos Mageiros se ha educado en esta tierra, donde ahora estudia Ingeniería de la Salud en la Universidad de Sevilla. Tal ha sido la integración de su familia en la ciudad, que a este joven de 24 años se le aprecia un cierto deje sevillano cuando habla. "Soy tan sevillano como griego", asegura Nikos, cuyo país natal se ha convertido esta semana en tema de indudable interés entre sus amigos.

A su lado se encuentra otra compatriota. Vera Solomidi llegó a Sevilla hace dos años. Aquí imparte clases de inglés. Cuando tenía 28 años decidió abandonar su país por dos motivos: "No soportaba" más la situación que allí se vivía y tenía ganas de pasar una temporada en España. Ahora trabaja en una academia de idiomas y también enseña a alumnos en sus casas.

Tanto Nikos como Vera llevan una semana pegados al televisor y viendo noticias por internet. Una situación que no le resulta nada extraña a Kostas Georgitzikis, funcionario griego que permanece desde hace un trienio en la ciudad hispalense, donde desarrolla su labor en la Comisión Europea. Aquí vive con su mujer e hijos. El resto de la familia permanece en el país heleno, como ocurre con los otros tres griegos con los que este periódico se ha puesto en contacto.

Esta semana no está siendo nada fácil para ellos. Raro es el día en el que no se ponen en contacto con sus parientes y amigos. Muchos de ellos han formado parte de esas largas colas delante de los cajeros. Los más precavidos sacaron el dinero con antelación, pues temían que el corralito se estableciera más pronto que tarde. La sensación que les transmiten es la de pánico, temor a lo que pueda ocurrir a partir de hoy, cuando se celebra el referéndum convocado por el Gobierno de Tsipras para conocer si la ciudadanía acepta las condiciones de la Unión Europea para un nuevo rescate.

En los últimos años más de 100.000 griegos han abandonado su país ante las pésimas circunstancias económicas. Los planes de ajuste aplicados por el anterior Gobierno para hacer frente a la deuda han obligado a muchas familias a emigrar. "Después de cinco años y medio de sacrificios, todo puede irse al traste", advierte Nikos, quien mantiene que hay "intereses políticos" que desean "fragmentar la voluntad popular" en época de crisis.

"La Unión Europea sabía que era imposible pagar la deuda. Con los recortes se ha demostrado que Grecia no sale adelante. Hemos llegado estos años a un 30% de paro, niveles altísimos, inadmisibles para un país. La ayuda nos está resultando muy cara", denuncia el hostelero Estratos, al que sus clientes habituales le han preguntado estos meses por la situación que allí se vive. "Con tanta austeridad los sueldos han bajado un 40%, hay hogares que rozan la indigencia", añade el dueño del único restaurante griego en Sevilla. Kostas ha sufrido en sus carnes esta rebaja salarial. "Al ser funcionario del Gobierno heleno, mi nómina se ha reducido un 40%, pero el nivel de la vida sigue siendo el mismo, por lo que prácticamente me he quedado sin poder adquisitivo", explica este griego que desarrolla su labor en la Isla de la Cartuja.

De la situación de precariedad ha sido testigo Vera, quien asegura haber visto en su país estos años "a personas rebuscando en la basura cuando hasta hace poco disfrutaban de un nivel de vida aceptable". La crisis ha causado auténticos estragos en la clase media griega, como también los ha provocado en España. "Cuando llegué aquí vi a gente muy preocupada por la difícil situación económica, aunque sin alcanzar el grado que había contemplado en mi país", asegura esta profesora de inglés. Los jóvenes griegos -según Vera- son los que más en desacuerdo se muestran en seguir aceptando recortes "que no llevan a nada". "La gente de mi generación ya sabemos lo que significa vivir entre medidas de ajuste y nos negamos a que esta política monetaria nos condicione el futuro", sentencia esta treinteañera griega, que asegura que sus amigos votarán "no" en el referéndum "por dignidad y para decir 'basta' a las intenciones de una Europa donde han desaparecido nociones como la solidaridad entre los pueblos y los intereses humanos. Es momento de buscar otras soluciones".

Todos coinciden en que la política de ajuste vivida en Grecia ha propiciado la llegada de Syriza al poder y todos advierten de los riesgos que corre el país con el referéndum de hoy. "Tsipras ya obtuvo el en las urnas, no entiendo que ahora haga un referéndum que puede dividir más al país", opina Estratos. Una línea de pensamiento que coincide con la del veinteañero Nikos: "No debería haberse convocado. La gente no tiene claro a qué se dice y a qué no. La opinión puede estar muy dividida. Cualquier decisión que se tome a partir de mañana irá contra una de las dos partes y lo que más necesita ahora el pueblo griego es unión". Esta fragmentación la pone de relieve el funcionario Kostas, para quien el referéndum sólo logrará "polarizar" aún más las dos posturas frente a las medidas exigidas por la Troika.

Lo que tienen claro es que, al margen de lo que suceda hoy en las urnas, se ha de establecer un límite: permanecer en la Unión Europea. "No podemos salirnos, pues nos arriesgamos a quedarnos solos y sin amigos internacionales", advierte Kostas, mientras que Estratos mantiene que "Europa no se entiende sin Grecia y Grecia sin Europa". "La mayoría de los griegos no quieren salir del euro, fuimos uno de los primeros países en la comunidad económica, antes, incluso, que España, pero las condiciones de permanencia deben ser menos agresivas", explica este hostelero, como lo hace con todos los comensales que en su restaurante le han preguntado sobre su posición en este referéndum, del que también tiene serias dudas. "Es un arma de doble filo. Puede acabar dividiendo más al país". Tanto Estratos como Nikos coinciden en denunciar que hay "fuerzas ocultas" cuyo objetivo radica precisamente en la fragmentación de los griegos. "Frente a estos intereses hay que dejar claro que sea cual sea el resultado, debemos buscar el consenso. Las conversaciones tienen que seguir abiertas", incide este joven griego criado en Sevilla, que destaca el propio interés europeo por la permanencia de su país. "La posición geopolítica de Grecia, por servir de frontera, resulta más importante para la Unión Europea que la de España", añade Nikos.

Este joven tiene claro que la situación en su país natal no se puede extrapolar a España. "Aquí la deuda ha sido sostenible, el Gobierno no se ha visto obligado a acogerse a un programa de liquidez urgente, como ha ocurrido en Grecia. Además, percibo que contra lo que pueda parecer, la sociedad española está más unida en estos momentos que la griega". También opina sobre el ascenso de partidos de nuevo cuño al poder: "La gente debe votar sin miedo. Cuando lleguen las generales no hay que temer que la crisis griega contagie España". Para Estratos, lo mejor de la nueva situación política en ambos países es "el fin de las mayorías absolutas". "Así se fomenta más el diálogo", añade.

Kostas, sin embargo, se muestra más pesimista con el nuevo Gobierno heleno. "Estamos peor que antes. Me siento decepcionado con Tsipras", asegura este funcionario, que en la última semana ha hecho frente a muchos "bulos" y "tópicos" difundidos por las redes sociales sobre el sistema público griego. "Es falso que todas las jubilaciones sean tempranas. La edad para dejar de trabajar sólo se anticipa en profesiones muy concretas, como el ejército o el sector químico. Desde los 90 está establecida como en el resto de la Unión Europea: a los 40 años de trabajo y a los 65 de edad", asevera Kostas, que afirma que "las subvenciones estatales en Grecia son menores que en España".

En las actuales circunstancias el regreso al país natal parece complicado. Estratos, Nikos y Vera seguirán, por ahora, en la diáspora. "Si vuelvo, será en otras condiciones", asegura la joven treinteañera. El único que tendrá que pisar suelo griego en dos meses es Kostas, al que se le acaba el contrato actual tras el verano. Sus palabras evidencian la percepción de inquietud del pueblo griego: "Me da miedo el regreso. Temo por el futuro de mis hijos. No sé qué nos ocurrirá si rompemos con la Unión Europea. Podemos enfrentarnos a un terrible abismo".

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