TIEMPO El tiempo en Sevilla pega un giro radical y vuelve a traer lluvias

Sevilla

Más de 1.500 pasajeros se cuelan a diario en el tranvía

  • Los usuarios cometen con facilidad el fraude ante la falta de supervisores, que no cuentan con atribuciones reales para exigir que se cumpla la norma

Parada de la Plaza Nueva. Nueve de la mañana. Caras de sueño. Los paneles marcan que faltan tres minutos para que llegue el tranvía. Alguna que otra carrera a lo lejos para no perderlo. Las máquinas expendedoras imprimen varios billetes. A la distancia suena la campana del Metrocentro, que ya empieza a provocar que el suelo vibre. Abre sus puertas y entran madres con sus hijos en dirección al colegio, trabajadores enchaquetados con maletín en la mano o estudiantes universitarios con mochila a la espalda. Una vez dentro, comienzan a sonar los bip de las distintas máquinas que validan los títulos de los viajeros. La siguiente parada es Archivo de Indias. Entre los pasajeros que salen y entran hay una novedad. Sube un revisor. Nada más entrar los usuarios se agitan. Todo el mundo se lleva la mano a los bolsillos o rebusca en el bolso. "En la próxima parada bájese", le dice el supervisor a una mujer que habla por el móvil. Ya en el andén de la parada de Puerta de Jerez comienzan las explicaciones. "Es el abono de mi hermana, el mío lo dejé en casa por equivocación", protesta. No hay indulto. Se le obliga a pagar 1,40 euros.

A diario se cuelan más de 1.500 pasajeros en el tranvía. Según fuentes de la empresa, el fraude llega al 14% y la media de pasajeros que se sube al día al Metrocentro roza los 11.000. Tussam no da cifras ni sobre el número de multas ni sobre la recaudación anual por sanciones. Tampoco hay datos de las multas que se quedan sin abonar de un medio de transporte que une la Plaza Nueva con el apeadero de San Bernardo y que ha perdido un 6% de usuarios hasta el mes de septiembre con respecto al año pasado.

Alonso, onubense de 38 años, lleva más de uno cogiendo el tranvía todos los días. Con una sonrisa burlona, asegura que nunca paga. Dice que jamás ha sido multado y ofrece una razón simple: "Si ves que están los revisores, te da tiempo perfectamente a bajar. Me los encuentro muchos días, pero siempre son los mismos. Si los ves en otra parada, ya sabes que no te va a tocar". Esta práctica es conocida por los trabajadores de la empresa como fraude opaco. La rutina que utilizan los pasajeros es sencilla: cuando ven subir al revisor se bajan ellos, y a esperar al próximo tranvía. El perfil del infractor es muy heterogéneo. Se cuela gente de todo tipo. "El gitano que se sube con la guitarra para cantarle a los turistas es el que menos problemas da, ya que cuando nos ve se baja automáticamente", señala un empleado de Tussam.

"Colarse en el tranvía es lo más fácil, porque los conductores no vigilan", asegura Laura, una sevillana de 21 años que no ha comprado un billete desde que empezó sus clases en la universidad. "Una vez me colé y, como no me dijeron nada, lo sigo haciendo". Aunque no para todos suponga un hábito colarse, son muchos los que, como Laura, se cuelan el Metrocentro, ya que los revisores pasan en contadas ocasiones. La multa, si te sancionan, es de cien euros. "Cuando me pillen, me saldrá a cuenta por todo lo que me he ahorrado", afirma entre risas.

Son muchos los que se enredan en un sinfín de explicaciones. La mayoría acaba avergonzado o con un buen enfado. "La clave es tener mucha mano derecha con los pasajeros", explica un trabajador. Las excusas más utilizadas son dos, no tener cambio para pagar (suelen alegar que tienen un billete de veinte euros) o haber tirado el billete. En el primer caso, el revisor se baja con el usuario en la parada que tenía previsto hacerlo y lo acompaña a por cambio para que saque su tique en una máquina expendedora. No es ni un trabajo fácil ni grato, según dicen ellos mismos. Los supervisores no tienen atribuciones reales para exigir el cumplimiento de la norma.

No todos se cuelan en el tranvía. María Luisa, una mujer de 54 años, espera a que llegue en un banco junto al Archivo de Indias. Lo coge al menos dos veces al día. Aunque no tiene estadísticas a mano, asegura que "aquí, casi la mitad no paga". En sus palabras se aprecia una mezcla de resignación y enfado. "Como no hay control, al final sientes que tú eres la única que paga", explica tras añadir que a los revisores "no se les ve mucho". Cristina, de 28 años, también coge todos los días el Metrocentro para ir a trabajar. Cuando se le menciona el tema del fraude, contesta enfadada: "No sé qué quieres que te diga. Los que pagamos somos unos primos". En su opinión, las personas que pagan lo hacen por costumbre, y los que no pagan una vez, no lo hacen nunca. Tussam anunció hace unos días que congela sus tarifas para el año que viene: el billete sencillo seguirá costando 1,40 euros.

¿Soluciones al fraude? La más factible consiste en aumentar el número de revisores. No hace mucho tiempo se barajó acotar las paradas, pero Urbanismo rechazó la idea ante el impacto visual que supondría. Mientras, el sindicato de la empresa reclama que un vigilante de seguridad acompañe al supervisor ante el riesgo de enfrentamiento con los usuarios que no pagan.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios