calle rioja

Sevilla, un pleno al quince

  • Equipo. La tertulia La Literata, que surgió en el Ateneo, presentó en la sede de Orfila el libro 'Sevilla en Catorce Miradas', un paseo desde las musas de Bécquer a la riada del 61

CADA dos semanas se reúnen con dos afanes: Sevilla y la literatura. Así surgió la tertulia La Literata en el seno del Ateneo de Sevilla. Hace dos años apareció el primer trabajo colectivo en forma de libro, Ecos de Platero. Ayer les nació el segundo hijo, Sevilla en Catorce Miradas. Un paseo literario y onírico por la Sevilla de ahora y de siempre.

La doctora Ana María Álvarez Silván (Vaillameca, León, 1940), patrimonio vivo de la lucha contra la adversidad, con 800 niños que han superado un cáncer en su palmarés, Juana de Arco de la salud, es el alma de un equipo heterogéneo y muy bien avenido. Suyo es el primer relato, un viaje entre Sevilla y Memphis con música de Elvis. En el libro suenan Chopin, la ópera de cuatro estaciones sin Vivaldi y sevillanas.

Manuela Domínguez coordinó la presentación del libro, intercalada con citas de Borges, Cernuda y otros autores y con lecturas de parte de los relatos por los propios autores. El libro es una guía mágica con la que se pasea por el parque de María Luisa, se cruza el puente de Triana o Isabel II y se visita el Museo de Bellas Artes. Libro de amores y de rumores en el que Triana aparece como epicentro de destierro de quienes dejaron los corrales (Encarna la Canastera, de Lola Sardán) y destino de un nuevo turismo cultural y romántico en Las cuatro estaciones de Amelia Zaera, médico jubilada, alicantina de nacimiento, con un cuñado coruñés que asistió al acto.

La maestra de ceremonias firma un relato ambientado en la riada del Tamarguillo y la tragedia de la Operación Clavel de noviembre y diciembre de 1961, respectivamente. De la fatídica avioneta al dron que sobrevuela Triana en la historia de Rosario Membrives, madre de Mariano Alda, que interpretó varias piezas al piano. No es la única complicidad familiar. Maritina Jiménez escribe el prólogo y su marido, Enrique Sánchez, firmó el dibujo de la portada, la estatua de Bécquer, tan presente en el libro.

Dos viajes imaginarios en tren a Sevilla. En uno, pasajera del AVE, llega Santa Teresa de Jesús, mística española en la librería de Ferrocarriles en la historia de Ángel Nepomuceno Fernández. Isabel Álvarez, gaditana de cuna, de Puerta Tierra, trae a Sevilla en 1875 a Gustave Eiffel para interesarse por el proyecto del Barranco antes de iniciar la torre parisina. Eiffel conocerá a Antonio Machado Núñez el mismo año que en Dueñas nace su nieto Antonio.

Ni Cruel ni Justiciero. Don Pedro era simplemente mujeriego, dice el Fantasma de Sevilla en el relato de Luis Caballos, profesor de Lógica en la Universidad, una historia de una ciudad con radio y sin televisión. El castillo de San Jorge, donde se ubicó la Inquisición. El que recreó Dostoievski en Los hermanos Karamazov. Sevilla es muy fácil de describir, más difícil de escribir. Huye como el mercurio. En las mejores recreaciones ni se la menciona: Ocnos, de Cernuda; Florido Mayo, de Alfonso Grosso.

La historia de Rafael Cueto, arquitecto y diseñador del logotipo de La Literata, es un caso práctico del amor pasado de Bécquer. Una variante de las sevillanas de los dos amores de Chiquetete, el de María y el de Dolores. Hay crónica, ensayo y ficción, como los siete intentos fallidos de suicidio y una muerte tonta que Antonio Rincón cuenta en Mariposas en la farola, con las 35 rampas de la Giralda, drama y comicidad.

Muchas miradas. El mal de ojo. La enfermedad ocular que le llevó a Alfonso X el Sabio a mandar edificar la iglesia de Santa Ana; la mirada de los ojos del nazareno, una cámara como la de Gutiérrez Aragón en la visión de Macarena Rodríguez, nazarena e hija de costalero en un apunte autobiográfico inspirado en el Gran Poder de Tocina.

Hay pequeñas calles en Sevilla que son avenidas. Carmen Bruzo se detiene en Geometría en San Pedro Mártir, donde nacieron Manuel Machado, Alejandro Sawa (Max Estrella de Luces de bohemia), Gonzalo Bilbao y Rafael de León. "La poesía es un desdén del alma a la vulgaridad de la existencia", escribe María Dolores Camacho. Anochece cuando María Dolores Peña lee Atardeceres. Baja el telón Lola Pons, profesora de Historia de la Lengua, dibujante del paisaje lingüístico.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios