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El Charco de la Pava se muda a Tetuán

A la calle Tetuán le faltaban ayer unos gitanos vendiendo telas para convertirse en el nuevo mercadillo de la ciudad. Los manteros llevan varias semanas vendiendo productos falsos con total impunidad en pleno centro de Sevilla. Bolsos de imitación de las mejores marcas, zapatillas, camisetas deportivas, gafas de sol o cintas de colores para las gafas se vendían ayer a muy buen precio en la calle más cara de Sevilla y duodécima de España, en la que el precio medio del alquiler es de 1.500 euros por metro cuadrado.

Si se coloca una manta en el suelo se ocupan varios metros cuadrados por cero euros. Allí, cualquier persona que ayer pasease -si podía, porque costaba trabajo andar, como si se tratara de un día de Semana Santa- podía salir prácticamente vestido y calzado. En un puesto, las camisetas de España para la próxima Eurocopa, las rojas y las blancas, se ofrecían a veinte euros. Junto a ellas, podían comprarse las dos camisetas del Sevilla y otras dos del Betis, la verde de la segunda equipación y la verde y rosa, la que el equipo sacó el Día de la Mujer en un partido contra el Granada. Cualquier camiseta por veinte euros. Eso de entrada, sin regatear. Son falsas, sí, pero las falsificaciones están bastante bien logradas y aparentemente parecen iguales a las que se pueden comprar por casi cuatro veces más dinero en una tienda. Hay quien incluso las toca para apreciar la calidad de la tela.

Lo mismo pasa con las zapatillas. Veinte euros es un precio de risa por unas Nike Air Max que suelen costar, como mínimo, cien. "¿Qué talla tiene, amigo?", dice uno de los vendedores, de origen africano, como todos. Hay quien se las prueba allí mismo para ver cómo le quedan y lo cómodas, o incómodas, que pueden resultar. La calle se colapsa y queda un pequeño carril en el centro en el que se forma un embudo.

Los manteros han ido ganando terreno a medida que veían cómo nadie hacía nada por impedir que se pusieran allí a vender productos que pueden encontrarse en las tiendas a unos metros. Hace años la calle Tetuán estaba llena de personas, casi todos latinoamericanos, que vendían CD y DVD falsos. Hoy ya no hay nada de eso. La piratería audiovisual ha arrasado hasta con el top manta, que se ha reciclado y encaminado sus pasos al negocio de la ropa, el calzado y los complementos falsos.

Durante años no hubo manteros en Tetuán. Luego volvieron los iberoamericanos, pero se dedicaban principalmente a vender productos de artesanía típica de sus países de origen. No era, por tanto, un negocio que restara clientes a las tiendas y le daba hasta cierto colorido a la calle. Todavía ayer, al final de la hilera de manteros de origen africano, podía verse una pareja de andinos vendiendo unos trenes hechos con letras de madera.

Obviamente casi nadie se paraba en su puesto. Todos iban a por gafas, camisetas y bolsos. En las gafas hay hasta cola. Los vendedores van sacando su género mientras la gente se las prueba. Casi todas son de espejo y de colores, una tendencia que parece volver a imponerse este verano. El histórico modelo Aviador de RayBan, aunque tuneado con cristales de colores, se antoja como uno de los más demandados.

"Oiga, ¿y la Policía qué hace?". "Mire, estamos aburridos de llamar a la Policía. Hoy hay más mantas que nunca. Está toda la calle ya. Parece un mercadillo", se queja una empleada de un comercio muy afectado por este problema. Nadie parece caer en que la actividad de estos inmigrantes incurre en un delito contra la propiedad intelectual y en otro contra la propiedad industrial. Algunos días de esta semana había una pareja de policías nacionales apostada en el cruce de Tetuán con Rioja.

Pero la Policía Local, la que por competencias debería luchar contra la venta ambulante, parece comportarse con demasiada tolerancia, a juicio de los comerciantes perjudicados. Ayer, sobre las cuatro de la tarde, un patrullero de este cuerpo cruzó Rioja hacia Tetuán. Encendió las luces al llegar a la confluencia de las calles, momento en el que los manteros recogieron su mercancía y se marcharon a una calle lateral y a un pasaje. Con parsimonia, nada de aquellas carreras de otros tiempos que propiciaron hasta el famoso sketch en el que los Morancos huían al grito de "Wilson, corre, que vienen los municipales". Allí esperaron que el patrullero se marchara, lo que ocurrió un minuto después. Los policías ni se bajaron del coche. Los manteros volvieron enseguida a colocar sus puestos. Y allí se quedaron hasta la noche.

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