David gonzález romero. editor

"La divagación es el género literario por excelencia de Sevilla"

  • Editor vocacional y especialista en la figura del escritor 'raro' Silverio Lanza, después de años en Almuzara y Berenice ultima el lanzamiento de un sello editorial propio, El Paseo

Antes de ser editor, David González Romero (Aracena, 1970) pasó por el periodismo. Trabajó brevemente en Diario 16 y, sobre todo, en Radio América, una redacción con alta concentración de talentos por la que pasaron también Juan Bonilla, Rafael Téllez, Fernando Iwasaki, Javier Salvago o el mismo jefe, el Loco de la Colina. Sin embargo, su verdadera vocación, tal como indica, siempre fue la de editor, ese extraño oficio que la gente todavía no sabe muy bien en qué consiste. "Algunos me preguntan dónde está mi imprenta", dice con cierta resignación. Sin apenas experiencia, se lanzó a la aventura de montar con Rogelio Delgado la editorial RD. Luego vendría su próspera, amplia y recién finalizada etapa en Almuzara y Berenice, durante la que consiguió publicar uno de los grandes bestsellers de su momento, 'Entre limones', de Chris Stewart, el que fuese batería de Génesis. Fiel a su idea de que "un editor es su catálogo", David González Romero, está ultimando el lanzamiento de El Paseo, un sello editorial propio que comenzará con la reedición de una novela de Silverio Lanza, autor al que le ha dedicado muchos años de investigación y una tesis doctoral. 

-La del editor es una labor en la penumbra. Poca gente sabe hasta qué punto su labor suele mejorar las obras que se publican. 

-Claro, ahí está el ejemplo de Stanley Unwin, que fue el editor de El señor de los anillos, de Tolkien. Metió bastante la mano para mejorar el proyecto y, además, le cambió el título pese al criterio del autor, quien quería llamarlo El Hobbit (título que sí usó en una entrega posterior).

-Roberto Bolaños quiso titular su novela 'Nocturno de Chile' como 'Tormenta de mierda', a lo que Jorge Herralde, su editor, se negó en rotundo.

-Es lógico... Hay cosas irrenunciables. Cuando eres editor la presentación facial del libro (título, cubiertas y todo eso) debe tener tu impronta. Hay manuscritos que llegan perfectos y apenas tienes que hacerle una corrección ortotipográfica, pero también hay otros que, teniendo muchas virtudes literarias, necesitan que se les cocine un poco más. Esa es la labor de un buen editor.

-El editor tiene también algo de sabueso, de ojeador de futbolistas, de hombre que busca el talento.

-Hoy en día, debido a la hipercomunicación, todo aquel que pone el cartel de editor en la puerta recibe una auténtica avalancha de manuscritos. Cada vez más, la verdadera labor del editor es la de saber seleccionar bien los contenidos, la de ser un filtro.

-Mójese un poco. Dígame un autor que usted descubrió y del que se sienta especialmente orgulloso.

-Me siento especialmente orgulloso de haber sido el primer editor en España de un escritor de la contracultura norteamericana, Edward Abbey. En Berenice publicamos su libro más popular, La banda de la tenaza, y fue un auténtico éxito de ventas. Después sacamos más cosas suyas y, la verdad, para mí es una satisfacción que la gente lo conozca en España gracias a mi trabajo.

-Dígame más autores.

-Por su impacto y sus buenas ventas también le puedo hablar de los libros sobre zombis. Cuando nadie hablaba en España de esa literatura, nosotros editamos Guerra mundial Z, del autor estadounidense Max Brooks, novela sobre la que luego se hizo la película homónima protagonizada por Brad Pitt. Fue muy gratificante llegar a tanto público... Sin embargo, mi éxito editorial más importante fue editar Entre limones, de Chris Stewart, el que fuera batería de Génesis.

-¿Cómo lo consiguió?

-Por una carambola. Es importante que un editor tenga muchos amigos que le digan muchas cosas. El libro estaba traducido pero no se conseguía editar. Lo leí y me di cuenta de lo entretenido que era.

-Hasta la fecha ha sido el mayor éxito de ventas de Almuzara.

-Sí, fue un auténtico bestseller de los de otros tiempos. Se vendieron más de 250.000 ejemplares. La segunda parte, El loro en el limonero, también vendió mucho, aunque no tanto.

-¿Se podría hacer un retrato de David González Romero a través de los libros que ha editado?

-Un editor es su catálogo. Ahora bien, como profesional he hecho cosas que, evidentemente, no son estrictamente de mi gusto personal. A mí me divierte hacer cosas diversas, como la temática local, porque soy un enamorado de la ciudad, o cierta literatura de entretenimiento para todos los públicos... En cualquier proyecto editorial en el que esté no renunciaré a hacer todo tipo de libros.

-Ha hablado de los temas locales. Se suele decir que a Sevilla le falta una gran novela.

-La divagación es el género literario por excelencia de Sevilla. La mayoría de los grandes libros sobre la ciudad, los que todos tenemos en la cabeza, pertenecen a ese género. Hay que tener en cuenta que Sevilla tiene una serie de contradicciones que no hacen fácil que se pueda escribir una gran novela sobre ella. Lo que sí tenemos son grandes novelas sevillanas parciales, libros que han reflejado muy bien diferentes aspectos de la ciudad.

-¿Cómo cuáles?

-A mí me gustaría mucho reeditar la trilogía Giralda de Alfonso Grosso. Me parece una serie impresionante, pero es verdad que tiene un sesgo de época que hace que su lectura sea complicada. Ahora tengo muy reciente la lectura de Núñez de Herrera y su libro sobre la Semana Santa da con ciertas claves de interpretación para ciertas complejidades de la ciudad.

-Me imagino que el gran temor de un editor es que se le escape un gran libro. Es famoso el ejemplo de Carlos Barral, quien llegó a rechazar el manuscrito de 'Cien años de soledad'. Salvando las distancias, ¿se le han escapado a usted muchos?

-Hay varios, pero prefiero no recordarlos. Sobre todo me ha pasado con libros que han tenido mucho éxito de público pero no de crítica.

-¿Qué editores admira?

-Desde el punto de vista de la edición literaria, que es la más arriesgada y la más milagrosa en un país con cierto déficit de lectura, están los grandes: Herralde, Barral, Beatriz de Moura... Algunos son auténticos desconocidos en España, como Jaime Salinas, hijo de Pedro Salinas, que puso en marcha Alfaguara y Alianza... Estamos hablando de alguien que ha forjado la cultura literaria de este país y que nadie conoce.

-¿Y más recientes?

-La gente de Pre-Textos (Manolo Borrás, Manolo Ramírez y Silvia Pratdesalba) y, por supuesto, Jaume Vallcorba, de Acantilado, que es el que ha abierto la espita del mundo de la edición literaria en España. Tampoco hay que olvidar a Alejandro Sierra, de Trotta, que es el responsable de lo que me gusta llamar un catálogo-milagro.

-Sin embargo, actualmente, muchos editores se dedican a una meritoria labor arqueológica, a recuperar antiguos autores sin derechos de autor y, quizás, no se arriesgan tanto en la búsqueda de nuevos escritores con propuestas originales.

-Tengo amigos que cuando se fueron hace años a vivir al extranjero leían en los periódicos a Muñoz Molina, a Millás, a Almudena Grandes... Cuando años después volvieron, los escritores seguían siendo los mismos. Es verdad que hay cierta parálisis literaria, algo en lo que los editores, probablemente, tengamos mucha culpa, porque no se puede renunciar a apostar por valores no consensuados. Si el editor renuncia a eso está olvidando una de sus grandes labores y la posibilidad de encontrar autores incontestables. Ahí está el caso de Javier Mije, un grandísimo escritor sevillano que lo ha sacado adelante Acantilado.

-Está el famoso título de las memorias como editor de Mario Muchnick, 'Lo peor no son los autores'. ¿Es muy complicada la relación entre editor y autor?

-Desde que el autor te ofrece su título hasta que sale impreso es tu amigo, fiel seguidor e, incluso, amante. Pero a partir de ese momento se produce una curiosa transformación en la que ya se vuelve más picajoso y se queja porque su libro no está en una esquina de una determinada librería y mil cosas más... En todo momento hay que saber manejar bien la vanidad y el ego. Esta relación puede ser muy fluida, incluso acabar en amistad, o ser verdaderamente problemática.

-Se recuerdan peleas históricas...

-Últimamente, varios grandes autores se han cambiado de editorial. No han debido ser agradables los casos de Vila Matas, que pasó de Anagrama a Seix Barral; Pérez Reverte, de Alfaguara a Planeta; o Muñoz Molina, de Alfaguara a Seix Barral...

-Difícil situación.

-El elemento más importante es el manejo de la vanidad, tanto la del autor como la del editor, que aunque está un poco más en la sombra también existe. En su libro Goethe y sus editores, Siegfrid Unseld cuenta mil y una historias de una relación imposible.

-¿Y lo contrario?

-Es famosa la buena sintonía entre Tusquets y Almudena Grandes. La editorial se encarga hasta de sacarle los billetes de avión a la escritora. No creo que esa relación se rompa nunca. También la que antes apuntamos, la de Tolkien con Stanley Unwin, que fue una relación muy íntima.

-Cada vez es más común que los escritores, por noveles que sean, tengan agente literario. Eso debe dificultar las relaciones entre editor y escritor, ¿no?

-Evidentemente, es una barrera más, pero pienso que es bueno, porque redunda en la profesionalización del sector y las relaciones pueden ser más francas y directas.

-Acaba de finalizar una larga y fecunda trayectoria con Almuzara y Berenice y ahora trabaja en el lanzamiento de una editorial propia, El Paseo.

-Sí, el 6 de junio salen los primeros libros. El Paseo es una editorial totalmente mía, con un catálogo completamente elaborado por mí. Ahora bien, tendremos una oferta con un criterio bastante amplio, con colecciones literarias, de infantil y juvenil, de temática local, humor golfo y provocativo mezclado con clásicos...

-En su web ya se anuncian tres libros. Al primero de ellos estoy deseando hincarle el diente: 'Noticias biográficas acerca del Excmo. Sr. Marqués del Mantillo', de Silverio Lanza. ¿Por qué esta obra?

-Eso es vanidad de editor. Soy especialista en Silverio Lanza, sobre el que hice mi tesis doctoral. Aunque hoy en día es un completo desconocido, entre finales del XIX y principios del XX revolucionó y puso patas arriba la literatura española, aunque de una forma un tanto ruda. Es el gran transformador del paso de la literatura realista a la modernista. Formalmente era muy audaz. Noticias biográficas acerca del Excmo. Sr. Marqués del Mantillo tiene paralelismos increíbles con la situación que vivimos. Es una falsa biografía de un político que nunca existió y cuya carrera se desarrolla en la primera Restauración Borbónica. Las situaciones, que suelen ser desternillantes, se podrían trasladar a la actualidad, a la segunda Restauración Borbónica.

-Fue un personaje peculiar...

-Sí, era marino pero tuvo que dejar la Armada por razones de salud. Vivió siempre de las rentas y de que tuvo la habilidad de celebrar dos matrimonios muy ventajosos económicamente. Se retiró a Getafe, donde le llamaban El raro. Gómez de la Serna decía que era su padre literario, y Azorín y Baroja lo admiraban.

-También saca 'Historias Mágicas de Oz', de L. Frank Baum.

-Es una colección de cuentos que hizo Baum para introducir al lector en los catorce títulos de la saga de Oz, la cual pretendemos editar en los próximos tiempos. Es la primera vez que se edita este libro en castellano y tiene unas magníficas ilustraciones en color de John R. Neill.

-También llama la atención que publicará la última novela del Rancio, Julio Muñoz Gijón, 'Un hombre lobo en el Rocío'.

-Sí, la diversión está asegurada. El Rancio tiene un don que ya les gustaría a muchos: sabe hacer reír por escrito, algo que no es nada fácil.

-¿Morirá el libro en papel ante la presión del electrónico?

-En esta apreciación hay un error de fondo, porque creo que el que va a morir o a sufrir una transformación fundamental es el libro electrónico. Tal como está concebido hoy, el libro electrónico es un sucedáneo cuyos formatos siguen inspirados de forma absurda en el de papel, con páginas y todos esos elementos. El libro electrónico debe volver al pergamino, como otros formatos electrónicos, y debe tener links, hipervínculos, etcétera.

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