Los invisibles

"Lo he soñado muchas veces: gano el Nobel, me retiro y me voy a hacer surf"

CON una vida tan reglada -hermano desde la cuna de Montesión, alumno de San Francisco de Paula, bético, boy-scout- a Ramiro González Aparicio (Sevilla, 1979) le dio por el cannabis. Acaba de presentar en Friburgo (Alemania) los resultados de una investigación sobre el uso de cannabinoides en ratas parkinsonianas. Regresó ayer a Sevilla y hoy se casa en Ómnium Sanctórum.

-¿Biólogo por familia?

-Mi madre y mi madrina trabajaban en el Colegio de Farmacéuticos y querían que hiciera Farmacia. De chico recuerdo que siempre decía que quería ser médico. La noche antes de decidirme, opté por Biología y en segundo lugar por Ciencias del Mar, que se estudiaba en Tenerife o Puerto Real.

-Y se quedó con Biología...

-Sí, por nota, pero no tenía ni idea de lo que me iba a encontrar. Yo siempre estuve convencido de que iba a patentar un proyecto para conseguir que el hombre haga la fotosíntesis, que esté sentado con un vasito de agua, le dé el sol y pueda vivir. Figúrate que eres un helecho, te riegan y te mantienes gracias a los cloroplastos.

-¿Eran sus anhelos juveniles?

-Lo he soñado muchas veces. Gano el premio Nobel, me retiro y me voy a hacer surf.

-¿Después se encontró con la realidad?

-En quinto curso empiezo a ver las cosas claras. Me encuentro con una de las asignaturas más difíciles, Panerogamia, el estudio de las panerógamas o plantas con semillas. También elegí Biología Celular, Cultivos Acuáticos y Palinología, el estudio del polen, donde la profesora nos enseñó a hacer mieles.

-Su viaje a la Alcarria...

-Hicimos una cata de treinta o cuarenta mieles y acabamos con dolores de barriga tremendos.

-¿Sevilla le abrió los brazos al flamante biólogo?

-Fue una carrera provechosa. Asistí a las clases de Losada Villasante. Con el título me fui a Dublín. Excepto que no había croquetas ni jamón, allí vivía muy bien. Estuve el año del centenario del Ulises y aquel 16 de junio paseé por Dublín como Leopold Bloom. Yo quería trabajar de biólogo, pero me coloqué en una cruasantería. Aprendí a hacer cruasanes de todo tipo: con bechamel, con queso. La primera semana quemé el horno. Mejoré el inglés, aprendí a valerme por mí mismo y por unos compañeros canarios de piso me aficioné a la salsa, que será el baile con el que abriremos el convite de la boda.

-¿Se sintió un cerebro en fuga?

-No me dio tiempo. Al año de estar en Dublín, me llamaron para dar clases en un instituto del Polígono San Pablo. Me vine de profesor de Farmacia, Medicina y Cosmetología. Quería preparar la tesina, la DEA (Diploma de Estudios Avanzados) y mi madre me puso en contacto con el laboratorio de Antonio Rabasco, que trabajaba en un proyecto para encapsular los fármacos.

-¿Al final volvió a la Farmacia?

-Fue como un trampolín. No me renovaron en el instituto, aunque allí conocí a Ana, la que va a ser mi mujer, y me pasé por Biología a ver las ofertas y proyectos. Había una oferta para un equipo de investigación que dirigía el profesor Emilio Fernández Espejo. Mandé mi currículum y mientras tanto me dediqué a dar clases particulares en una academia de profesores a domicilio. Al final, me llamaron, tuve la entrevista y me dieron la plaza. Rabasco me dijo: no lo dudes, vete con ellos.

-¿Qué se encontró?

-La horma de mi zapato. Fernández Espejo dirigía un proyecto para combatir el párkinson con análogos cannabinoides. Las siglas del análogo son OEA, que significa oleiletanolamida. Trabajamos con ratas y ratones para comprobar los efectos neuroprotectores. En España está prohibido el uso del cannabis con humanos. Sólo está regulado en Canadá y en Reino Unido para tratar la esclerosis múltiple y la obesidad.

-¿Dejó la Farmacia del todo?

-No. Tendí un puente entre el equipo de Fernández Pacheco y el de Rabasco. Al final, después de mucho trabajo, conseguimos encapsular la oleiletanolamida.

-Valió la pena viajar de Dublín al Polígono San Pablo...

-Un viaje tan apasionante como el que hacen las neuronas desde la sustancia negra del cerebro, dos puntos negros a vista del microscopio, hasta el núcleo estriado. Es impresionante descubrir cómo el cuerpo del enfermo de párkinson, parálisis agitante en el argot médico, intenta ayudarse a sí mismo, es sabio y reacciona con lo que tiene dentro. Lo que ocurre es que el párkinson se diagnostica cuando ya está muy avanzado.

-¿El investigador con cannabis ha fumado alguna vez un porro?

-Algo se ha probado, pero no soy de fumar. El cannabis que se utiliza está sintetizado en laboratorio. No es el que se consume en la Alameda o en el Salvador.

-Cada Jueves Santo sale como nazareno de Montesión. ¿Cómo se llevan la fe y la ciencia?

-Cuando aparece la Ciencia por primera vez siempre hay una pregunta: ¿antes qué?, hasta llegar al Big Bang, el punto donde no hubo antes. Puede que fuera Dios quien concibió el Big Bang. Es complejo y apasionante conciliar que venimos del mono y estamos hechos a imagen y semejanza de Dios.

-¿Su próximo proyecto?

-Investigar en España es pan para hoy y hambre para mañana.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios