DERBI Betis y Sevilla ya velan armas para el derbi

Los invisibles

"A los niños los llevamos en una montaña rusa y al bajar se marean"

  • Ana Ortiz Rodríguez. Jugar y aprender. Los dos verbos que conjuga esta profesora que se ha acercado a la pintura del holandés Piet Mondrian para mostrarle los espacios a los niños.

COMO ir al museo pero sin salir de casa. Ana Ortiz Rodríguez (Sevilla, 1958), que en el argot flamenco ha tocado todos los palos, se estrena como escritora con Un libro para jugar y aprender con Piet Mondrian, dirigido fundamentalmente a los niños.

-¿Por qué Mondrian, un pintor de vanguardia?

-Es ideal para la determinación de los espacios y los colores.

-¿Cómo surge el libro?

-Yo no busco las cosas. Las cosas vienen a buscarme a mí y las acepto con ilusión. Yo soy profesora en el colegio Entreolivos y al entrar la línea de bilingüe mi trabajo se redujo al 80%. Me encontré con todas las tardes libres y cogí la fregona, el cepillo y la bayeta. La casa estaba muy limpia, yo amargada. Empecé a darle vueltas al libro. Algo que tenga relación con mis dos mundos, la educación y la familia.

-¿Por qué para los niños?

-Tienen un ansia por descubrir mundos nuevos. Lo que pasa es que los llevamos subidos en una montaña rusa y cuando se bajan tienen sensación de mareo.

-¿Ha sido fácil su estreno?

-Lleno de piedras en el camino. Estoy con la historia desde 2014. Hablé con fundaciones que no tenían recursos. Contacté con editoriales: Recolectores Urbanos, Babidibú, que se asoció con Punto Rojo, y me reuní con los dos. Empezaron a hacer números y me dijeron que era muy caro imprimir en España, que el libro teníamos que imprimirlo en China y en soporte de plástico.

-¿Se dio por vencida?

-No va conmigo. Existe en Estados Unidos la fundación Trust Mondrian. Yo no sé nada de inglés y le pedí a mi sobrina que le mandara una carta a su presidenta, Hillary Richardson. Yo soy muy retórica y el estilo inglés es mucho más lineal, sin florituras. Pero mi sobrina mandó la carta en español. Al final fue providencial, porque la señora Richardson me contestó en español. Conocía Sevilla, había trabajado en la Expo y entonces vivió junto a la plaza de toros. Le entusiasmó el proyecto y lo dejó en buenas manos cuando tuvo un problema de riñón. De la parte material se encargó mi hijo José María, que tenía una editorial con un amigo.

-¿Cómo fue la infancia de Mondrian?

-Muy feliz. Tenía un tío pintor que vivía con ellos y un padre profesor de Dibujo. Se fue a Francia influido por Picasso.

-¿Y la infancia de Ana Ortiz?

-Muy feliz también. Nací en Sevilla porque mi abuelo estaba destinado como guardia civil, me bautizaron en Santa Ana y me llevaron a Llerena. Yo me considero extremeña. Antes de venir a Sevilla, pasé un tiempo por Tocina y en la feria de ese pueblo conocí al que sería mi marido.

-¿A Sevilla a qué viene?

-Estudié en la Escuela de Secretarias, que estaba en el mismo edificio que la Casa-Cuna. De mi promoción salimos veintidós. Me estrené como secretaria en Rank Xerox y en Banesto. Cuando me iban a hacer fija surgió lo de Mario Conde. Fui secretaria de los servicios jurídicos en Caja Rural.

-¿Cómo llega a la enseñanza?

-Hice las pruebas de Universidad de mayores de 25 años. Estudié Magisterio. En casa, mi madre cosía y yo cerraba la puerta y la convertía en pizarra. Hice especialidad de Magisterio Musical.

-De la música a la pintura...

-Presenté proyectos docentes para jubilados y para emigrantes. El segundo me lo aprobaron en el instituto San Isidoro, donde le daba clase antes del horario lectivo a chicos de fuera, la mayoría eran brasileños. Hice también cursos de Formación Ocupacional y de Orientación y Mediación Familiar. Por ahí llego al colegio.

-¿Qué mediación hacía?

-Los organizaba y los impartía. en cinco franjas: primeros pasos -de cero a tres años-, preadolescencia, adolescencia, matrimonios y abuelos.

-¿Del orto al ocaso?

-Los abuelos son el motor de un montón de familias, se llevan la peor parte de las custodias.

-Volviendo a Mondrian, ¿existe una sucesión cronológica de los colores?

-Cuando son muy pequeños se van por los colores puros: rojo, verde, azul. El que usa el negro aprieta el lápiz, denota problemas emocionales, allí hay agresividad y desgarro. Pero hay que trabajar con sutileza, prohibirlo no es bueno. Con cuatro y cinco años empiezan a mezclar: el marrón, los grises, las gamas de azules, el celeste.

-¿Eenseñan los que aprenden?

-No tienes más que dejar los ojos y las orejas abiertos. Mi lección favorita es un cuadro de Mondrian titulado Victory Boogie Woogie. Les pregunto qué ven. Se quedan en silencio, ensimismadas ante la pantalla. Una ve muchos pisos, otra coches y hasta una gasolinera. Suena la ráfaga del piano y una dice: "Seño, es una fiesta de cumpleaños".

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