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Puntadas con hilo

La capital de los complejos

  • Sevilla es una ciudad donde cualquier argumento se convierte en polémica sin otra oportunidad y la prueba de ello ha sido esta semana el tema de la tasa turística. Sin debate es difícil avanzar.

VIVIR del turismo. ¿Eso es malo? No debe serlo cuando hay ciudades que basan su riqueza en esta industria. Pero hay un sentir en Sevilla, un lamento perenne que reclama más fábricas y aborrece todo lo que huela al sector servicios. También está el convencimiento extendido de que la capital, turísticmente hablando, se vende sola. Y hay una triste realidad, la que divide y multiplica en ferias y congresos acciones promocionales de administraciones públicas que siguen yendo por libre.

Sevilla está aún lejos de saturarse, como le ha ocurrido a ciudades europeas como Venecia o españolas como Barcelona. Pero cualquier diría que ésa es la meta que persigue la Junta de Andalucía, empeñada en sumar y sumar visitantes. A Javier Fernández, consejero de Turismo, se le llena la boca contando los dos millones de turistas de este agosto que revienta el registro histórico en Andalucía. Y se afana en desactivar cualquier iniciativa local que amague con romper esa concordia, inventada, entre provincias. No vaya a ser que lo que es bueno para Sevilla vaya a dejar de serlo para Málaga o Almería, debe pensar el consejero. Bueno, lo piensa cuando dice que hay que tener una visión integral para todos los destinos andaluces.

Y éste es su planteamiento más políticamente correcto después de que el Ayuntamiento de Sevilla, a través de este periódico, lanzara esta semana una propuesta de debate tras manifestar su opinión favorable a implantar una tasa turística en la capital. Una medida para gravar mínimamente al visitante que ya funciona en más de una veintena de países, incluido España, y que permitiría recaudar varios millones de euros que, a su vez, se podrían reinvertir en el turismo, dado los limitados presupuestos públicos con los que cuenta el sector.

Sería una buena solución, ya experimentada con éxito en otros lugares. Pero a algunos parece haberles sonado a cuento de la lechera. Es más, ni siquiera han querido escuchar y, de entrada, han colocado etiquetas más o menos cínicas a la propuesta realizada por el delegado municipal de Turismo, Antonio Muñoz. Cortina de humo, planteamiento irresponsable... ¿Cómo un partido que ha estado en el gobierno puede decir que la ciudad no tiene que ser la primera en implantar la tasa en Andalucía? A ver si ahora va a ser malo eso de ser pioneros, con lo que les gusta a algunos los rankings.

En definitiva, lo lamentable de esta cuestión es que haya políticos que centren la pelea en si se han enterado por la prensa de algo que no deja de ser un planteamiento para debatir y consensuar -y así lo dijo desde un primer momento el concejal- realizado desde el partido que gobierna la ciudad. ¿Es que el equipo de gobierno no tiene libertad para tomar la iniciativa? Luego habrá que buscar el consenso, lógicamente, pero eso nadie lo h discutido.

El problema es que el debate, el diálogo, el pacto... son conceptos difíciles de asumir todavía en una ciudad acomplejada que necesita iniciativas y golpes de timón valientes. No vaya a ser que alguien se enfade. O se crispe. Al alcalde, Juan Espadas, le ha entrado ese temor después de que su delegado municipal abriese el debate. Y por eso dijo que no quería "crispar ni generar problemas a nadie" y, por tanto, no haría una propuesta firme a la Junta de Andalucía, de momento. ¿Y a qué hay que esperar? La tasa turística está en las agendas de algunos ayuntamientos andaluces y ha sido tema de conversación -se supone que seguirá siéndolo- en las reuniones que ha liderado el propio Espadas con otros munícipes en la búsqueda de un eje común. Un eje con el que sellar la paz en esa guerra histórica entre provincias, ¿verdad?

Rechazar el debate en la forma, más que en el contenido, denota cortedad de miras. Porque el tema, aunque para algunos hoteleros o el gremio de la hostelería resulte nuevo, está en los foros del sector desde hace ya un tiempo. La tasa y, sobre todo, la necesidad de abordar nuevas estrategias que permitan aumentar los presupusetos para promoción, acción imprescindible para captar no sólo a más turistas, sino a visitantes de un nivel medio-alto, que gasten algo más que en suelas de zapatos, que diría Antonio Távora en su etapa de representante de los agentes de viajes. Sevilla necesita dar un salto cualitativo hacia un turismo de calidad y eso también es algo sabido en el sector.

El responsable municipal de Turismo ha planteado la citada tasa turística sin ninguna arrogancia, con la sana intención de generar un debate en una ciudad llena de complejos. Y también ese gesto se le reprocha. El tema puesto sobre la mesa es de importancia para la ciudad, para su imagen y su economía. Pero suscita también la polémica. Y la ciudad queda anclada. En política turística poco se ha avanzado desde los 90 y ya ha cambiado el siglo. Como decía una canción, lo contrario de vivir es no arriesgarse. Sin debates valientes, la ciudad se muere cada día un poquito más.

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