Sevilla

Héroes del 2 de abril, junto al 2 de mayo

  • Gratitud con los guardias civiles que detuvieron a Henri Parot en un control rutinario en Santiponce Faltaban dos años para la Expo Planeaba una matanza junto a El Corte Inglés

Se sucedían los discursos y no dejaba de sonar una música celestial: el bullicio del parque infantil. Voces inocentes que en el género de la ucronía al que acudió Paco Robles hubieran llenado de blancos ataúdes la hilera de víctimas si dos héroes de la Guardia Civil, que se limitaron a cumplir con su deber, no hubieran detenido en un control rutinario de carretera a Henri Parot. Fue el 2 de abril de 1990, Lunes de Pasión, a seis días del Domingo de Ramos.

"Me entró un ataque de nervios". Nervios de acero y también de lágrimas de Adolfo López Núñez, el guardia civil que junto al cabo primero José Infante, dos de los ocho integrantes de un control de carretera de la Guardia Civil en Santiponce, bloquearon el vehículo e interceptaron a su conductor, que llegó a hacer uso de un arma de fuego e hirió en la mano a uno de los agentes. Henri Parot formaba parte del comando Argala, preso con 28 asesinatos en su currículum.

La cifra habría crecido exponencialmente si llega a conseguir su objetivo y coloca el coche con 320 kilos de explosivos en su interior en el parking de El Corte Inglés, en el corazón comercial de la ciudad. Hace 26 años, la comisaría de la Gavidia era la jefatura de la Policía y el Parlamento andaluz estaba en San Hermenegildo. El cuadrante se completaba con el colegio de las Esclavas.

"Estos héroes salvaron a Sevilla de una tragedia sin parangón", admitió Juan Espadas, alcalde de Sevilla, que tenía 23 años. Los mismos que tenía Mariló, la hija de Adolfo López Muñoz. "Ese día no fui a trabajar a un almacén de La Algaba. Llegó mi padre a casa con dos compañeros. Se abrazó a mi madre y le dijo: por poco no te quedas viuda". Cuenta que su padre le salvó la vida al cabo primero, que "se llevó la peor parte".

Faltaban dos años y 18 días para la inauguración de la Expo. "Hubo suerte, mucha suerte, pero la suerte hay que buscarla", dijo Laurentino Ceña, general jefe de la IV zona de la Guardia Civil. Nacido en el cuartel de la Benemérita de Colunga (Asturias), en abril de 1990 mandaba la unidad de Helicópteros de Huesca, especializada en el rescate de montaña en el Pirineo Aragonés.

En la misma plaza que por la valentía y profesionalidad de estos agentes no se convirtió en epicentro de la mayor masacre de la historia de la ciudad fue colocado ayer un monolito de recuerdo y reconocimiento. La iniciativa partió de la Hermandad de Amigos del Benemérito Cuerpo de la Guardia Civil (Habecu).

Han pasado seis alcaldes desde entonces. El sillón municipal lo ocupaba Manuel del Valle. "Me llamó Alfonso Garrido, que era delegado del Gobierno". Un cargo que ahora ocupa Antonio Sanz, que cerró el acto para celebrar el final de la violencia etarra, aunque "el precio que hemos pagado ha sido muy alto". El ataque de nervios de Adolfo López Muñoz, que entonces tenía 50 años, estaba justificado. La banda terrorista, que cinco años después de anunciar el final de la lucha armada no ha mostrado ningún signo de arrepentimiento, ha asesinado a un total de 208 guardias civiles.

Además de Manuel del Valle y Juan Espadas, los alcaldes de entonces y ahora, el de la ucronía y el de la utopía, también estuvo presente Juan Ignacio Zoido, predecesor de Espadas, y numerosos concejales de diferentes corporaciones. Intervinieron los presidentes nacional y andaluz de la hermandad, Francisco Almendros y Francisco Herrero.

El acto fue conducido ejemplarmente por Cristóbal Cervantes, al que le tocó cubrir como periodista la detención de Henri Parot desde los estudios de Radio Nacional en República Argentina. Cervantes vivía en Barcelona cuando en junio de 1987 se produjo el atentado de Hipercor.

Una docena de tricornios le daban la debida solemnidad al acto. Un recuerdo a los héroes del 2 de abril junto al monumento a los héroes del 2 de mayo, Luis Daoiz (y Velarde). En ambos casos, el enemigo era francés, pero las circunstancias muy distintas. Se acabaron los discursos y seguía el júbilo de las voces infantiles. Con Parot preso, la Eta volvió por Sevilla: 28 de junio de 1991 (cuatro muertos en la cárcel de Ranilla), 30 de enero de 1998 (Alberto Jiménez-Becerril y Ascensión García Ortiz), 16 de octubre de 2000 (doctor Muñoz Cariñanos).

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