Previsión El tiempo en Sevilla para este Viernes Santo

L Cabalgata de Reyes

Una ciudad volcada con los Reyes

  • Más de 550.000 personas salieron a la calle a contemplar el cortejo de la ilusión, que entró con cierto retraso debido a la avería del remolque de la carroza del rey Baltasar en el tramo final del recorrido

La Cabalgata de los Reyes Magos de 2009 fue la de vuelta de la normalidad después de años de gafes en la tarde del 5 de enero, de retrasos injustificados, de luces navideñas impidiendo el paso de las carrozas y de tronos aún por terminar en plena calle. La crónica del cortejo de ayer es la que los organizadores ansiaban desde hace años, donde la noticia fue, por fin, la ilusión de los niños. Sólo en el tramo final la avería del remolque de la carroza de Baltasar en María Auxiliadora causó cierto retraso.

La tarde era de esas en las que el cielo se pone feo y cada vez más feo y uno presagia que de un momento a otro va a caer la gran tormenta. A las cuatro y media, treinta minutos antes del horario previsto para la salida de la Cabalgata, hay quien se prepara para el diluvio. En un bazar chino del Plantinar se acaban los paraguas, a siete euros cada uno, y en las antiguas cocheras de Tussam en Felipe II, de donde sale la Cabalgata, un señor abre unas cajas de cartón en las que se apilan ponchos de plástico. Los impermeables se reparten por las carrozas y los niños se los van guardando junto a las bolsas de caramelos, las pelotas y los juguetes. "Está todo previsto. Hay unos 1.300 impermeables", cuenta quien los reparte.

Llueve un poco pero sin fuerza. Hay quien abre el paraguas para proteger el maquillaje de su hijo, algún músico mira al cielo como si fuera Semana Santa mientras que a su lado hay un grupo de beduinos que arranca a cantar para espantar la lluvia. Los cánticos futboleros se han apropiado del espíritu de la Cabalgata. "Hemos venío a emborracharnos, Baltasar nos da igual", cantan unos al tiempo que otros completan la sesión de maquillaje. Todos los niños llevan un rato subidos en las carrozas. En alguna de ellas se ve un paraguas y una cara triste que se va alegrando a medida que pasa el tiempo y no llueve.

El cántico de los beduinos va dando resultado. Dan las cinco y el cielo ya no está tan feo. Los nubarrones no son tan grises cuando sube el alcalde a coronar a los tres Reyes Magos. A Melchor, encarnado por el hermano mayor del Buen Fin, Carlos Bourrellier, se le pasa por la mente el recuerdo del último Miércoles Santo, pasado por agua. La terna la completan Manuel Fernando Rodríguez, presidente de la inmobiliaria Rohepi, como Gaspar; y Alfonso Guajardo-Fajardo y Alarcón, teniente de hermano mayor de la Real Maestranza de Caballería, como Baltasar.

Suena el himno nacional, termina el protocolo y sale la Cabalgata con una corte de beduinos a caballo a modo de cruz de guía. La recibe una avenida de Felipe II tan masificada como siempre, aunque esta vez sin luces de Navidad. Los paraguas que iban a resguardar a la gente del diluvio se convierten ahora en magníficas herramientas para atrapar caramelos, peluches, llaveros y juguetes. Van pasando carrozas a buen ritmo. Alguien comenta lo poco que se parece Indiana Jones al que va en la carroza. "Este año van a tirar menos caramelos", dice un hombre. "Normal, si los niños cada vez se agachan menos", responde su mujer. La prueba la tienen delante, donde un niño selecciona los caramelos hacia los que se lanza. Lo hace con todas sus fuerzas a por un caramelo masticable. "Mira, mamá, un sugus", dice enseñando la golosina como trofeo entre los dedos. La madre le pela el caramelo y se lo introduce en la boca. Chasco total. Está duro como una piedra y el niño, antes de romperse una muela, lo escupe hecho pedazos.

Avanza la Cabalgata a buen ritmo hasta que surge la primera incidencia. Un pinchazo en la carroza del príncipe Caspian. Hace tres años este problema en el trono del Quijote generó un retraso de dos horas en el cortejo, que terminó recorriendo la ciudad a toda velocidad con el consiguiente enfado de los que esperaban la llegada de la Estrella de la Ilusión durante tres horas y se contentaron con contemplar las carrozas durante poco más de diez minutos. Este año un coche taller que arregla el problema en un cuarto de hora, sin que ni siquiera se bajen los niños. Se cambia el orden de la carroza para evitar que el parón sea mayor y punto y final. Llama la atención también el coche que remolca la carroza del tranvía, aportado por la ONG Ayuda sin Fronteras, formada por policías, bomberos y técnicos del 061.

El cortejo gana la Plaza de España por fuera de la zona vallada del Parque. Es este un lugar emblemático de la Cabalgata, uno de los lugares recomendados por su anchura, ideal para los carritos de los más pequeños, y por la belleza del conjunto arquitectónico. La afluencia de público es tan masiva como en años anteriores. El Ayuntamiento calcula que 550.000 personas salieron a la calle ayer por la tarde.

La segunda incidencia ocurre en Los Remedios, en la Plaza de Cuba. El coche que tira de la carroza del Parchís sufre una avería y lo sustituye uno de los vehículos de recambio que también forman parte del cortejo. A las siete y media se queda sin gasolina el grupo electrógeno que ilumina la carroza de Mercasevilla, que sigue a oscuras. Quienes sí dan luz son los de la Guerra de las Galaxias con sus espadas, una de las novedades más aplaudidas. "Vivan los frikis", les gritan.

En la Plaza Nueva una mujer se lanza a por un caramelo debajo de la carroza y es arollada por la estructura. La atiende la Cruz Roja, que lleva un puesto de mando avanzado en el desfile. Sólo sufre heridas leves, aunque le aconsejan que se vaya a casa a descansar. Más adelante hay que asistir a otra mujer por un desmayo en Jáuregui. Esta calle es uno de los puntos más concurridos. El desfile se tiene que parar para que la Policía despeje la zona. Baltasar sufrió un pequeño contratiempo al final. Nada serio. Podrá llegar a todos sus destinos.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios