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Los invisibles

"De niños la política la vivíamos en casa como una aventura, sin miedo"

  • Los años que su padre fue alcalde de Sevilla tocaba el piano en Alemania. Es artista polifacético que adora a Brahms y Bartok mientras enseña música en la cuna del cante

COMO músico, le debe más al piano de su abuela Pilar que a la batería de su tío Luis. Los años que su padre fue alcalde de Sevilla (1991-1995), su primogénito, Alejandro Rojas-Marcos Rodríguez de Quesada (Sevilla, 1966) estudiaba Piano en Alemania.

-¿Llamarse Alejandro Rojas-Marcos es rémora o ventaja?

-Es algo que no me preocupa. Llevo toda la vida así.

-¿Su padre era clandestino cuando usted nace?

-Claro, hasta que murió Franco.

-¿Su vocación musical le debe algo a su tío, que antes de ser psiquiatra le decían el loco cuando tocaba la batería?

-No ha tenido nada que ver, salvo que es el antecedente familiar más próximo en la música.

-¿Cuál es el detonante de su vocación?

-De pequeño, mis padres decidieron que diera clases de Música.

-¿Ha tocado en Los Gallos, el tablao del barrio de Santa Cruz en el que vive?

-No. Flamenco no he hecho nada. Soy profesor de Piano en el Conservatorio de Jerez y allí se tiene muy en cuenta la presencia del flamenco. Trabajo con bailarines, en un espectáculo con música de John Cage que ha estado de gira por toda España y que se llama Yo cocino y él friega los platos.

-¿Sintió con la dedicación política de su progenitor que los dejaban sin padre en su casa?

-Nunca tuve esa sensación.

-Ninguno de los cuatro hermanos se dedicó a la política.

-Hay dos médicos, Íñigo y Jorge, que ha vuelto de África y trabaja en Madrid, un licenciado en Historia, Sergio, que tiene una empresa de servicios editoriales, y el pianista.

-¿Cuál es su formación?

-Bastante clásica, con aprendizaje en Alemania. Estuve en Freiburg im Breisgau del 90 al 94.

-Fueron los años que su padre estuvo de alcalde de Sevilla. ¿Se perdió la Expo?

-Apenas vi nada, me pilló fuera.

-Se perdió las trifulcas de Rojas-Marcos con Pellón...

-Me llegaban de lejos los entresijos. Si me interesa alguna política, no es la del navajeo diario.

-Usted en Friburgo y su padre en el contubernio de Múnich...

-Creo que ésa es otra entrevista.

-¿La música es alemana o no es música?

-La tradición alemana tiene mucho peso dentro del canon, pero se hace buena música en todas partes. Hay que hacer un esfuerzo por conocer las músicas de la periferia, romper ese cliché de que las expresiones culturales están ligadas a lugares muy concretos.

-Se fueron los villancicos y llegan las bandas de cornetas y tambores. ¿Le interesa esa música?

-Eso es delicado. Cumple un papel dentro del espectáculo callejero, en el buen sentido de la palabra. Es un buen teatro de calle.

-¿Cuándo prefiere irse de Sevilla, en Semana Santa o en Feria?

-En Semana Santa, entre otras cosas porque en Feria estoy en Jerez y no tengo vacaciones.

-Dicen que Gerardo Diego no se exilió como otros poetas de su generación (Alberti, Cernuda, Guillén) porque no sabía qué hacer con su piano...

-No creo que sea un engorro, pero es verdad que a la hora de vivir en un sitio tienes que tener en cuenta el espacio para el piano.

-¿Cómo entraba en su vida de niño el exilio de su padre en Écija, las visitas a don Juan en Estoril?

-Tengo recuerdos infantiles de su actividad política. Nosotros participábamos dentro de lo posible.

-¿Lo vivían con miedo o como una aventura?

-Siempre como una aventura. Miedo, ninguno; en absoluto.

-Elija un epíteto: andaluz, andalucista, andalusí, de Al Andalus...

-Yo no lo diría así nunca. Soy andaluz, evidentemente, pero no tengo una conciencia, no sé cómo decirlo...

-Dígalo con el piano...

-No tengo conciencia de una identidad política. Mi identidad son las cosas que he hecho, las personas con las que he hecho cosas importantes, los lugares en los que he vivido momentos irrepetibles.

-¿Son compatibles Chopin y Luis Cobos?

-El repertorio sigue vivo en parte porque hay un cierto margen de libertad. Sin ese margen, se escucharía siempre lo mismo y no tendría interés para el intérprete ni para el oyente.

-¿Su primer piano?

-No teníamos piano en casa. Iba a casa de mi abuela paterna, que tenía un piano. El primero con el que estudié. Al cabo de los años, mi madre compró uno.

-¿Su piano?

-Nunca hablo de mi piano. Otros instrumentistas tienen una relación más directa con sus instrumentos. El guitarrista, que incluso le pone nombre a la guitarra, el violinista. Los pianistas somos más promiscuos por necesidad.

-¿Su padre es un artista de la política?

-Se puede ser artista en cualquier profesión. Hay que ponerle imaginación y riesgo. No es exclusivo de las profesiones llamadas artísticas. En muchos oficios hay un margen grande de creatividad.

-Su padre fue ocho años socio político de Soledad Becerril. ¿En casa la tenían como la madrastra del cuento?

-No. Entiendo que son cosas propias del trabajo. Y los pactos son una parte importante del trabajo de la política.

-¿Hay que acertar con la partitura para que no chirríen las notas?

-La música es muy formal, mientras que en política cuentan los actos y las consecuencias de los actos. El arte es un juego y la política no debería serlo nunca.

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