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El carisma de Springsteen reúne a varias generaciones en Sevilla

  • El intérprete congrega a unos 30.000 espectadores en el Estadio de la Cartuja · Padres e hijos coinciden en su admiración por el cantante, al que celebran como "un espíritu libertario" y "un hombre íntegro"

Pese a las altas temperaturas registradas, un incordio para el abundante público que procedía de fuera de Sevilla, la maquinaria para la visita de Bruce Springsteen y la E Street Band al Estadio de la Cartuja funcionó sin ningún sobresalto reseñable. El despliegue Springsteen supo organizar a los 30.000 espectadores que habían comprado su entrada para el segundo concierto del cantante en España, tras el paso por Bilbao, dentro de la gira Working on a Dream Tour. Da la impresión de que la ciudad ya maneja estos grandes eventos tras la desafortunada experiencia de Héroes del Silencio y la prueba, superada con mayor acierto, de Madonna. O quizás los admiradores del rockero, que acceden al espacio de manera escalonada, gastan un carácter más tranquilo y menos excéntrico que otros fans que hacen de las colas un vistoso espectáculo.

Una cosa sí es cierta: el talento del norteamericano para conectar con el auditorio convence por igual a generaciones diferentes. Antonio Begines, padre, y Antonio Begines, hijo, de Las Cabezas de San Juan, acudían ayer juntos a la cita con el cantante. "Es de mis tiempos y me gusta", valoraba el primero, que aunque presume de ser, en broma, "pariente de No Me Pises Que Llevo Chanclas" por su apellido, sabe que Springsteen es el jefe, "un tío grande". Entre padre e hijo hay una complicidad envidiable: el descendiente intentó llevar al progenitor a un concierto en Madrid de El Canto del Loco, pero un compromiso laboral impidió finalmente el desplazamiento.

En las proximidades del recinto, otra familia aguarda que llegue la actuación. La estampa parece más propia de una playa: matan el tiempo con las bebidas que sacan de una neverita y comparten un bizcocho entre ellos. A Antonio Ortega, de Bollulos de la Mitación, le regalaron las hijas la entrada y desde entonces había tenido enmarcado el billete "para poder mirarlo todos los días". Algo, no obstante, le apena: es fotógrafo y lamenta que la organización del encuentro no le deje entrar con la cámara.

La fiebre Springsteen no entiende de edades. "Conocí al Boss gracias a mi hermano y ahora mi sobrina de 5 años lo está escuchando", comenta Javier. El autor de Born to Run seduce, definitivamente, a todas las generaciones. "Hay gente muy mayor, incluso de 70 años", observa José, un vendedor ambulante que lleva muchos conciertos a sus espaldas, "tantos que si me preguntasen si entraría hoy al concierto, diría que no", explica.

Mientras, los elogios al intérprete se suceden. Los mensajes de su repertorio han calado: hay quien ve en él "un espíritu libertario", "un hombre íntegro", alguien "preocupado por el débil". Algunos confiesan que Springsteen es su filosofía de vida, "yo hago lo que él que diga que haga", comenta un catalán; otros dicen que el artista le alegra la vida a la gente. "Por lo menos a mí es lo que hace", concluye un fan mientras se marcha corriendo a una de las puertas de entrada.

El calor se deja sentir. En la cola, un grupo de Barcelona anda con los sentidos alterados por la falta de sombra. Judit, Frankie, Arancha y Juanjo vienen de Bilbao y tienen previsto asistir a todas las escalas de la gira. "Bruce es impresionante", exclama uno de ellos, "si la gente no lo pasa bien, él no se divierte. El otro día se le veía en la cara, que estaba disfrutando. Y, ¿sabes una cosa? Se notaba que no iba la mujer, que le corta un poco el rollo".

Extrañamente, la esposa de Springsteen centra las conversaciones del personal. "Esta noche, a partir de las doce, es el cumpleaños de ella", informa Lolo, de Chiclana, que lleva la mano cubierta por un guante debido a una lesión, un atuendo que sus amigos asocian a Michael Jackson. "Yo estoy aquí por Springsteen", corrige al momento, antes de lanzar al aire una pregunta. "¿Tú has visto otro concierto que una a tanta gente, donde los padres vayan con su hija de siete años?".

"Hay pocos que a su edad no hayan tirado la toalla", aseguran por la fila. "Un concierto de tres horas no lo dan ni Madonna ni U2", puntualiza un amigo, que afirma que cada concierto -ha asistido ya a trece- es diferente, "toca lo que la gente, que tiene carteles con sus temas preferidos, le pide, con lo que demuestra que su banda está preparada para hacer sonar todo el repertorio del cantante".

Pese a toda la fascinación que suscita Springsteen, el clima en los alrededores del estadio es relajado. Unos trabajadores de una ambulancia disimulan una mueca de aburrimiento ante la falta de incidentes. Las lanzaderas que transportan a los espectadores funcionan sin complicaciones. Unos minutos antes del comienzo, las taquillas todavía despachan localidades. Y en el puesto de merchandising, una mujer se resiste a comprar una camiseta. "Mi pasión no llega a tanto como para tener a este hombre puesto encima", protesta. Pero una joven fantasea con esa posibilidad. "Pues a mí no me importaría tenerlo encima, precisamente", confiesa con una sonrisa pícara.

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