Calle Rioja

El azahar que brotó entre la arboleda perdida

  • Gaditano en tierra. La foto del Ateneo. La amistad con Villalón. Temor por el regreso a los ruedos de Sánchez Mejías. Huellas sevillanas de Alberti a los 10 años de su muerte.

LOS reunió el torero Ignacio Sánchez Mejías con el pretexto de homenajear a Luis de Góngora y Argote en el tercer centenario de la muerte del poeta cordobés. La mayoría de ellos llegaron a Sevilla en tren desde Madrid. El acto lo organizaba el Ateneo, que presidía Manuel Blasco Garzón. No se pudo celebrar en la sede de la institución en la calle Tetuán y los poetas se trasladaron a la Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País, local de la calle Rioja del que ochenta y dos años después sólo se conserva la fachada de Aníbal González. El nieto del arquitecto, también llamado Aníbal González, tiene en el edificio anexo su consulta de odontólogo.

La fotografía se recuerda como si de un mítico equipo de fútbol se tratara. Un equipo entrenado por Helenio Herrera, porque está formado por diez. Rafael Alberti es el primero por la derecha. Completan el grupo Federico García Lorca, cogido del brazo de su amigo Rafael, Juan Chabás, Mauricio Bacarisse, José María Platero, Manuel Blasco Garzón, Jorge Guillén, José Bergamín, Dámaso Alonso y Gerardo Diego.

Hoy se cumplen diez años de la muerte de Rafael Alberti, el más joven de la generación. No sólo en edad, también en precocidad poética: con 23 años ganó el premio Nacional de Literatura con Marinero en tierra. Aquella foto del 27 es una de las conexiones del poeta de El Puerto con Sevilla. Góngora representaba, según Alberti, "la lucha contra lo fácil".

El acto se celebró fuera del Ateneo "porque el salón de actos estaba lleno de juguetes para la Cabalgata", dice Antonio Rivero Taravillo, biógrafo de Luis Cernuda. Con Alberti, son los dos poetas de esa generación que nacieron el año 1902. Los dos sevillanos del grupo no aparecen en la foto hecha en Sevilla. "Aleixandre no vino desde Madrid", dice Rivero. "Cernuda estaba entre el público, pero prefirió quedarse fuera de la estampa". Le habría estropeado la metáfora a Helenio Herrera.

Aparte de la coincidencia cronológica, no hubo según su biógrafo excesivas conexiones, ni siquiera estéticas, entre Alberti y el poeta nacido en la calle Acetres. "No tuvieron mucho trato, con la excepción del tiempo que Cernuda convivió con Alberti y María Teresa León en un caserón de Madrid el primer año de la guerra y las veces que coincidían en las tertulias que organizaban en su casa los Altolaguirre".

Los dos poetas se repartieron América en sus respectivos exilios: Cernuda se establece en México, Alberti en Argentina. El sevillano retrató su ciudad perdida desde Glasgow, en Ocnos. El gaditano volvió de América, primero a Roma, última etapa de su dilatado exilio, y en 1977 regresa a España y lo eligen diputado.

Alberti muere el 28 de octubre de 1999. 49 días antes del que habría sido su 97 cumpleaños. Octubre es una palabra fundamental en su vida. Es el nombre de la revista que funda el propio Alberti y de un guiñol de títeres con el que hacía su particular pedagogía política por cuarteles y trincheras.

La generación del 27 nace con el aliento de un poeta cordobés y de un torero sevillano, Ignacio Sánchez Mejías, el mecenas que los aglutina, que en 1933 anuncia a sus amigos poetas que está dispuesto a volver a los toros después de unos años de retirada que había dedicado al teatro y al periodismo. "Nos espantamos. No era posible", diría aterrorizado Alberti. Sus temores eran fundados. Un año después, Sánchez Mejías, amante de la Argentinita, cuñado de los Gallo, Joselito y Rafael, con quienes comparte túmulo funerario de Mariano Benlliure, era cogido mortalmente en la plaza de toros de Manzanares.

La mitad de aquellos poetas se fueron al exilio, aunque ellos no asumieron la dialéctica de las dos Españas: Alberti siguió siendo amigo de Dámaso y Cernuda de Gerardo. Cincuenta años después de aquella foto, le dieron el Nobel de Literatura al otro sevillano ausente, Vicente Aleixandre.

El anfitrión de la foto, Blasco Garzón, también tuvo que exiliarse. Presidente del Ateneo entre 1927 y 1929, llegó a ser ministro de Justicia. En un homenaje a Bécquer en 1936, del que da cuenta Irene Sánchez en su libro Historia del Ateneo de Sevilla. 1931-1936, Blasco Garzón profetizó el espanto de la guerra. En junio de 1936 es nombrado socio de mérito del Ateneo y en octubre de ese año fue expulsado. También lo expulsaron del Colegio de Abogados y de la Real Academia de Buenas Letras. En 2000, bajo la presidencia de Enrique Barrero, el Ateneo anuló el acuerdo de expulsión de Blasco Garzón, aquel abogado entre poetas, y dos años después se organizó una sesión de homenaje a su memoria.

Nada recuerda que en la Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País se reunió en 1927 el ramillete más selecto de poetas que ha dado la lírica española. En el Centro Rioja, que así se llama ahora el enjambre de locales, hay una zapatería, una camisería, una academia de baile, la consulta de un podólogo, una agencia de viajes, una oficina de gestión de eventos y una copistería.

Alberti volvió al Ateneo en 1989 para dar un recital poético. El mismo Ateneo que en 1918 puso en marcha la Cabalgata de Reyes Magos. Poeta romano, argentino, francés. Y sevillano: en la fiesta de recepción que Juan Belmonte les organizó en su finca de Gómez Cardeña, Alberti entabló muy buena relación con Fernando Villalón, con quien compartió unas travesuras viajeras que detalla en La arboleda perdida.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios