PADRE alicantino, madre albaceteña, José Daniel Moreno Serrallé (Sevilla, 1959) es el tercero de los cinco hijos de Carlos y Társila. Garcilaso posmoderno -poeta y funcionario- sólo sueña con "esperanzas modestas" (Woody Allen). Hizo Magisterio, la mili y en 1981 entró en el Ayuntamiento.
-¿Salió de nazareno?
-Sólo una vez. Mi hermano mayor, Carlos, se iba a la mili, y lo sustituí en los Estudiantes para que no perdiera la papeleta de sitio. Las pasé moradas con los calcetines y me llamaron un par de veces la atención por darme la vuelta para mirar a las niñas.
-La mili de su hermano lo hizo cofrade. ¿Y la suya?
-El campamento lo hice en Alicante, el resto en Cartagena.
-¿Cerca de los submarinos?
-Estaba en Artillería. En el mismo cuartel donde la había hecho Carlos Cano. Y donde también estuvo José María Álvarez, uno de los novísimos de Castellet que tenía en Cartagena una librería preciosa llamada La isla del Tesoro.
-Estamos en pleno centenario de Miguel Hernández. ¿Notó su aliento poético en la mili?
-En la mili, no, en un sitio más próximo. Mi abuelo paterno era de Orihuela, cuna de Miguel Hernández. Y mi padre alicantino. Ellos son los Moreno, aunque yo soy Serrallé en el colegio, en los ámbitos sociales y como poeta.
-¿De dónde vienen los Serrallé?
-El apellido es de origen catalán, pero mi madre es de un pueblo de Albacete, San Pedro, en el que huele a ajo dos kilómetros antes de entrar.
-De Alicante y de Albacete...
-Y los dos hijos de sastres. Por eso se conocen. La familia de mi padre se viene a Sevilla después de la guerra no por motivos políticos, sino de subsistencia. Pero mi abuelo materno, el auténtico Pepe Serrallé, era republicano. Estuvo ocho o nueve años en la cárcel. Lo sacan y le llega el chivatazo de que van otra vez a por él. Coge a la familia y se establece en Dos Hermanas. Allí monta su sastrería. Lo vigilaban cuando venía Franco a Sevilla. Forma las Juventudes Socialistas y entra en contacto con los presos del Canal.
-¿Cuál es su patria sentimental?
-Santa Catalina, donde vivo hasta los 19 años. Y la Alfalfa, donde mi padre monta la sastrería, en la calle Boteros, cuando se independiza. Ahora sigo cerca de allí. Junto a la Casa de Pilatos, testigo de todas las fiestas. Un día vino a rodar a la azotea de mi casa Tom Cruise. Me avisaron, pero no subí porque no estaba Cameron Díaz.
-¿Tenía poesía el pregón de Barbeito?
-No me acordé. Me gusta escucharlo de fondo mientras hago las labores domésticas en la casa.
-¿Poeta y soldado, como Garcilaso?
-Empecé mucho antes. Tocaba la guitarra y empecé a escribir algunas canciones. La guitarra dejó de divertirme, pero lo de escribir sí me apetecía y me llenaba.
-¿Iba para cantautor?
-En absoluto. Fue una cosa de adolescente. Carlos Cano lo que quería ser era escritor, pero en la mili José María Álvarez y otros amigos consiguieron convencerlo para que se dedicara a cantar.
-¿Qué le parece el cierre de la revista Renacimiento?
-Por un lado, una pena. Por otro, una lógica aplastante. Abelardo Linares, su creador, me editó dos libros de poesía, Luna en la niebla y Aves nocturnas.
-Cierra Renacimiento y llega el Barroco...
-Hay un tipo de sevillano más romano que árabe. Un sevillano fino, menos lanzado a la cosa dicharachera. El Renacimiento tiene más presencia en la ciudad de lo que se piensa, pero el Barroco fue tan fuerte que lo aplastó.
-¿Qué aficiones tiene?
-De salón, la lectura, la música y las pelis. Cada vez leo menos y veos más películas. De las de calle, los amigos, los bares. Como dice una amiga: vivo encerrada en las calles. Me han encargado un libro sobre bares de Sevilla.
-Se le ha visto en la presentación de modelos de BMW...
-Soy amigo de Pepe Suárez, del concesionario. No tengo carnet de conducir. Ni del Betis, ni del PSOE. Como objeto, me gustan los coches, y suelo estar pendiente de los últimos modelos.
-¿Sevilla es poética o prosaica?
-Puede ser poética, pero cada vez menos. Y es prosaica cada vez más burdamente. La poesía requiere de un aire intimista que lo está perdiendo Sevilla. La ciudad tiene mucha más movida y bastante menos alegría. Está todo más uniformado. Lo da la época, no la ciudad en sí.
-Es funcionario municipal. ¿Está la ciudad sin alcalde?
-Claramente. Formalmente sí lo hay. Hay una especie de entidad que es el alcalde.
-¿Siempre escribió poesía?
-La Diputación Provincial me editó Arcadias Sevillanas. Siete pueblos vistos por siete poetas. Paradas por Javier Salvago, Morón por Alberto García Ulecia...
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