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Sevilla

El bus ateo, Matrix y la teoría de la relatividad

ESTEBAN Torre trabajó de ginecólogo en un hospital de la selva, en el corazón de Nigeria. Este cirujano , catedrático de Literatura Comparada de la Universidad de Sevilla, ha asistido a su último parto: un libro muy esclarecedor titulado Visión de la realidad y relativismo posmoderno (Perspectiva Teórico-Literaria). Colección Perspectivas.

Somos posmodernos desde 1979, año en el que aparece el libro del filósofo francés Jean-François Lyotard La condición posmoderna. Ese mismo año nace Joaquín Moreno Luque, que comparte despacho con Esteban Torre, que fue su profesor de Métrica Especial Comparada o Traducción Poética. Moreno ya es doctor, con una tesis que dedicó al poeta granadino Antonio Carvajal, publicada por Padilla Libros, que también editó los estudios que salieron de este departamento sobre la poética de Francisco Umbral (Antonio Torres Carnerero) y Antonio Muñoz Molina (José Manuel Begines Hormigo).

"En el relativismo posmoderno todo vale; es decir, nada vale", dice Esteban Torre en su despacho. "El paradigma del relativismo actual sería el presidente Zapatero". En la calle San Fernando, los funcionarios públicos han parado el tranvía y a la cabeza de la manifestación llevan una pancarta en la que se lee Zapatero embustero. "Zapatero no miente, es la mentira", apunta el profesor, que en absoluto pretende acusar al presidente de mentir, tan sólo de compartir un movimiento de nihilismo e "inconsecuente esquizofrenia, que brinca alternativamente de la afirmación a la negación, que identifica lo contradictorio".

Si hay una ciudad que encarna el relativismo posmoderno, sería Viena. Un cartel publicitario de Viajes El Corte Inglés. "Viena. Ahora o nunca. En Viena bailan en estos momentos unos jóvenes el vals. Con caballos. ¿Desea participar?". En Viena nacieron dos de los que el profesor Torre considera patriarcas de este relativismo, Karl Raimund Pooper y Paul Karl Feyerabend, aunque el primero se nacionalizó británico y el segundo adoptó la nacionalidad estadounidense.

Esteban Torre tradujo los 35 poemas ingleses de Fernando Pessoa, uno de sus autores de referencia. La traducción forma parte de su bagaje profesional en la misma medida que la cirugía, la obstetricia o la crítica literaria. Hace una afirmación que parece una elegía de Mourinho: "La traducción es tal vez la actividad hermenéutica, es decir, interpretativa, más acabada y sugestiva".

El nuevo libro de Esteban Torre es ameno y denso a la vez. Demuestra que la teoría de la relatividad de Albert Einstein (la energía es igual a la masa por el cuadrado de la velocidad) está en las antípodas del relativismo. Vivimos tiempos de narcisismo, de un mito, el de Narciso, que nace en Ovidio y le da forma Freud.

Con una bibliografía digna de unas oposiciones, aterriza en dos elementos de la actualidad: la película The Matrix, que los hermanos Larry y Andy Wachowski estrenaron el Miércoles Santo de 1999 (la fecha es del autor, guiño tal vez a la Semana Santa de su ciudad), prototipo cinematográfico de la posmodernidad, epígono del hombre-masa de Ortega, y el bus ateo. Iniciativa que nace con Nietzsche y su Dios ha muerto de Así habló Zaratustra y desemboca en el autobús ateo que se paseó por varias ciudades británicas, Madrid y Barcelona. En Sevilla no pasó del purgatorio.

Los manifestantes habían colocado una fotografía de Zapatero en un ataúd. Entre el cielo y el suelo, como la canción de Mecano. Los relativistas posmodernos tuvieron en los sesenta y setenta, apunta el profesor Torre, exponentes como los conciertos de rock, los happenings y el arte pop. En sentido peyorativo, el historiador Arnold Toynbee mantenía que la edad Posmoderna, que sucedería a las que llama edades Oscura, Media y Moderna, nace en 1875, el mismo año que viene al mundo en Dueñas Antonio Machado, otro autor de culto del profesor. Cada periodo (ciclo) tiene para Toynbee una duración de 400 años. Seremos posmodernos, pues, hasta 2275.

Los iconos del relativismo posmoderno serían, en el recorrido que por la estética hace Esteban Torre, el orinal (Fountain en los catálogos) de Marcel Duchamp y las noventa latas con excrementos humanos (Merda d'artista) de Piero Manzoni, que las vendió al precio de su peso en oro y algunas incluso se expusieron en la Tate Gallery de Londres y en el Centre Georges Pompidou de París.

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